miércoles, 5 de septiembre de 2007

Los carnavales

LOS CARNAVALES

Javier Baptista, S.J.

Niños, jóvenes y viejos

comienzan el carnaval.

Los niños todos los años

saben que es una gran fiesta,

como todo cumpleaños,

como toda Navidad.



Para personas mayores

es tiempo de festejar,

alegres y divertidos,

la llegada del descanso,

gozando con los amigos,

como en todo carnaval.



Los niños, bien disfrazados,

de cauboyes o piratas,

payasos o pieles rojas,

se pasean por la plaza

para ser muy festejados

por amigos y parientes.



En las iglesias vacías,

las señoras muy beatas

rezan bien compungidas

por todos los pecadores

que en estos días y noches

serán grandes farreadores.



En el corso de las flores,

con mixtura y serpentinas,

en las calles y balcones,

en galerías y esquinas,

se amontonan los mirones

gozando del carnaval.



Aparece el primer carro.

Es Diana la cazadora

con sus muchas amazonas.

En el segundo carro

la reina de las flores

está digna y majestuosa,

rodeada de admiradores.



Aquel que viene es Neptuno

con las sirenas del mar.

Entra también Don Quijote,

montado en su Rocinante.

Lo acompaña Sancho Panza,

saludador y galante.



A eso del anochecer,

dominós y mascaritas

poco a poco van llenando

las salas y los salones.

A las nueve de la noche

aumentan los bailadores.



Llegó el lunes, llegó el martes.

Desde todos los balcones

la lluvia de los baldazos

moja a todos los peatones.

Atacan con manguerazos

los que están en los camiones.



En las calles hay combates

con globos y cascarones.

Se fueron los carnavales.

Quedan sólo los ancianos,

sumidos en sus recuerdos

de los tiempos ya pasados.

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