sábado, 15 de diciembre de 2007

NACE EL SOL.

NACE EL SOL. Javier Baptista, S.J.
Nace el sol
sobre los que en la muerte yacen.

Viniste, Señor,
para que los que no ven vean.

Al ciego de nacimiento
le diste la vista.

Acércate a nosotros,
Jesús, luz del mundo.

Entonando cánticos
esperamos tu retorno.

El Cordero Pascual
vino a salvar a su pueblo.

Comprándolas con tu sangre,
puesto en cruz,

Tú viniste en busca
de las ovejas perdidas.

Llévanos, Señor Jesús
a la fuente de agua viva.

Carpe diem.

CARPE DIEM Javier Baptista, S.J.
Carpe diem=Aprieta el día.
Sácale el jugo al día.
Inicia el nuevo día
con ilusión y alegría.
N pienses en el pasado.
El pasado ya pasó
y el futuro no llegó.
Piensa únicamente
en el día de hoy
y en el día de mañana,
ni en lo que vendrá
dentro de un año.
Nunca los esperes
con temor y aprensión.
Toma siempre tres pastillas
de paciencia y buen humor.

TE CANTA EL ALMA CRISTIANA. Javier Baptista, S.J.
Ta canta el alma cristiana,
día de Cristo triunfante,
al comenzar la mañana
esplendorosa y radiante.

Si Cristo ha resucitado,
con él resucitaremos,
pues caminando a su lado
a la muerte venceremos.

El Señor ha resucitado.
Nos ha dado nueva vida.
Ya ha avencido al pecado
con la sangre de su herida.

NO HUYAMOS DEL ESPÍRITU. Javier Baptista, S.J.
No huyamos del espíritu
que ilumina nuestras mentes.
Estando en la noche oscura
nos llegó la luz brillante.

Sigamos nuestro camino
con Jesús resucitado.
Tendremos la vida eterna
si no le damos la espalda.

Nos conduce de la mano
a la alegría sin fin.
Llegaremos a la meta
si su luz nos acompaña.

lunes, 3 de diciembre de 2007

Un ángel periodista

UN ANGEL PERIODISTA. Javier Baptista, S.J.
Gamaliel estaba limpiando enérgicamente los vidrios de una de las ventanas de su cuarto, cuando llamaron a la puerta. Sin interrumpir su trabajo gritó: "¡Pasa!". Entró Evaristo el subjefe de los ángeles periodistas, sección angélica a la que pertenecía Gamaliel. Evaristo notó que el piso estaba recién encerado. Varios periódicos dispuestos de trecho en trecho en forma de sendero, indicaban la dirección que había que seguir para acercarse hasta donde estaba Gamalie. El subjefe de los ángeles periodistas, dando saltos ágiles, avanzaba cuidadosamente, procurando poner los pies sobre los papeles y no sobre el piso encerado.
"¡Pon los pies sobre los papeles!", exclamó Gamaliel, sin interrumpir su trabajo. Su grito hizo asustar a Evaristo en el preciso instante en que se disponía a dar un salto de un papel a otro. Cuando Evaristo resbaló y cayó estrepitosamente, Gamaliel se dio la vuelta: "¡Te dije que pisaras los papeles!". Evaristo sabía que todavía no había entrado a la brigada de periodistas un ángel capaz de ganar una discusión a Gamaliel. Por eso no aludió al incidente ni se excusó ni dio expliaciones. En tono autoritario dijo: "¡Dice el jefe que vayas a verlo inmediatamente!". Gamaliel dio un brinco desde su silla con la intención de plantarse firme y marcial sobre uno de los periódicos, pero el piso estaba encerado, y el papel se deslizó veloz, obligando a Gamaliel a entrevistarse bruscamente con un balde.
El jefe máximo de los ángeles periodistas, Atanasio, era un ángel regordete, rubicundo y de ojos bondadosos. apenas entró Gamaliel a su despacho, le dijo sin preámbulos: "Es necesario que bajes a la tierra y entrevistes a tres cristianos católicos, de cualquier país, edad u ocupación. Averigua si leen con frecuencia la Sagrada Escritura y si la meditan piadosamente. le dijo también que había dado misiones a los periodistas de las otras secciones angélicas para que inculquen a sus encomendados que no se preocupen solamente de solucionar los problemas de este suelo, sino qye además, traten de llegar a las alegrías del cielo. Gamaliel hizo una venia y salió del despacho del jefe.
Volaba Gamaliel plácidamente. Un mar de nubes se extendió debajo de sus alas. De pronto, se destacó a lo lejos, en el cielo, la inconfundible silueta de una nave espacial. Poco después estuvo la nave cerca de Gamaliel. Sin dificultad pudo el periodista introducirse en ella. Los astronautas no advirtieron su presencia, pero sus respectivos ángeles de la guarda saludaron a Gamaliel con una amable sonrisa y la agitación afectuosa de sus alas, tres veces repetida. "La paz esté contigo, Gamaliel". "La paz esté con ustedes, Teodoro y Natanael". El ángel periodista puso a Teodoro y Natanael al corriente de su misión. Supo por ellos que los dos astronautas eran cristianos, y que ambos eran asiduos lectores de la Biblia. "El excelente cristiano confiado a mis cuidados, y que responde al nombre de Tom Fahy, es católico", dijo Natanael. "El excelente cristiano confiado a mis cuidados, y que responde al nombre de Peter Etheridge, es episcopaliano", dijo Teodoro.
Gamaliel se acercó entonces al astronauta católico, y ocupó por unos instantes a su lado el puesto de Natanael. "Tom, antes de embarcarte ¿leíste la Biblia?" "Por supuesto". "¿Qué leíste?". "El salmo 8". "¿Lo meditaste? ". "Sí, y lo sigo meditando: Señor, Señor nuestro, ¡qué glorioso es tu nombre en toda la tierra!". "¿Podría repetir el pasaje que más te impresionó?". "Cómo no: Al ver tu cielo, obra de tus dedos, la luna y las estrellas que tú fijaste, me pregunto: ¿Qué es el mortal para que tú te acuerdes de él? ¿Qué es el hijo de hombre, para que tú lo cuides? Lo hiciste algo menor que los ángeles y lo coronaste de gloria y esplendor. Lo estableciste sobre la obra de tus manos. Todas las cosas fueron puestas por ti debajo de sus pies". "¿Sabes cómo empieza el salmo 9?". "Sí. Te doy gracias, Señor, con todo mi corazón. Yo anuncio todas tus maravillas". "Tom, cuando regreses a la tierra reza el Te Deum con tu mujer y tus hijos. ¿Lo harás?". "Lo haré, lo haré sin falta".
Gamaliel siguió volando a través del cielo. Las nubes se movían con esadez. En medio de esa masa copacta de nubes apareció un claro. Gamaliel juntó las alas y las enfiló hacia el boquete. Surgió ante su vista un imponente ejército de cumbres nevadas. ¡Los Andes! Gamaliel, majestuoso, rozó con sus alas los picachos. Abajo, muy lejos, más allá de los límites fijados por las nieves, había caminos, casuchas, animales y hombres. Por uno de esos caminos escarpados caminaba un joven. Gamaliel reconoció al ángel que avanzaba con las alas desplegadas junto al viajero solitario, dispuesto a evitar que éste se despeñara. "La Paz esté contigo, Rubén". "La paz esté contigo Gamaliel. ¿Qué misión traes?". Tengo que hacer entrevistas. El joven a quien guías, es cristiano?". "Sí". "¿Católico?". "Sí". "¿Lee con frecuencia la Sagrada Escritura?". "No. Nunca. No sabe leer". "Nadie le enseñó a leer". "Ya me voy, Rubén. Es todo lo que quería saber. Que Dios esté contigo". "Que Dios te acompañe, Gamaliel".
El periodista continuó su descenso. Abarcaba todo con su mirada. Las montañas, silenciosas, parecían observar su vuelo. Al pie de uno de los más severos monarcas andinos había un valle inmenso que atrajo la atención de Gamaliel. Aterrizó junto a una casita de adobes. Sentada a la puerta, una mujer hilaba. Su ángel guardián, Eliezer, dio la bienvenida al recién llegado. "Eliezer, ¿esa mujer es cristiana?" "Sí, Gamaliel". "¿Sabe leer?". "Sí". "¿Lee la Biblia?". "Sí. Cada día lee un rato los evangelios. Un pastor metodista le eseñó a leer y le regaló los santos evangelios". "Entonces, ¿no es católica?". "No, es protestante. Antes era católica".
Gamaliel se despidió de Eliezer y emprendió otra vez el vuelo. Durante el trayecto desfilaron ante sus ojos, chozas aisladas y ciudades. En un valle grande, abierto, una ciudad gigantesca, que contrastaba vilentamente con las otras ciudades que había visto Gamaliel, cobijaba a millones de seres humanos. el ángel periodista bajó. Aterrizó en una de las avenidas más populosas. No tardó en divisar al ángel Samuel, ocupado en evitar que una hija de Dios, confiada a sus cuidados, fuera atropellada por los coches. "La paz esté contigo, Samuel". "Cuánto te agradezco, Gamaliel". "Dime, ¿esa joven es católica?". "Es una católica ejemplar, Gamaliel". "¿Cómo se llama?" "Rosa Battaglia". "¿Puedo reemplazarte un momento yhablar con ella?". "Naturalmente, pero espera que llegue a su casa". Rosa Battaglia llegó a su casa, subió a su cuarto y se acomodó enseguida en un sillón. Gamaliel comenzó de inmediato el interrogatorio: "¿Leíste hoy la Biblia?". "Hoy no, pero ayer sí". "¿Qué leíste ayer?". "Las bienaventuranzas". "Yo te digo, Rosa, que verás a Dios porque tienes el corazón puro".
Una vez cumplida su misión, Gamaliel volvió a la morada de Dios. Atanasio lo esperaba ya en su despacho. "¿Y bien?". Gamaliel le contó todo con lujo de detalles. Atanasio lo escuchaba con paciencia angelical. Cuando Gamaliel terminó su exposición, el experimentado jefe de los ángeles periodistas habló a su vez. "Hoy mandé a la tierra millones de periodistas. Todos ellos se entrevistaron con católicos en distintos del mundo. Viendo el conjunto de los informes, podemos decir que la mayoría de los católicos practicantes sólo oye y lee la Biblia en las misas, y con frecuencia. Otros nunca han leído la Biblia, a pesar de contar con todas las facilidades para hacerlo. Algunos la leen y la meditan, pero no con frecuencia. Otros, felizmente, la leen y la meditan con mucha frecuencia, sobre todo en los grupos bíblicos, que se están difundiendo cada vez más.
Con lo que viste y acabo de decirte, ya tienes los datos necesarios para escribir un artículo en la revista "Misión Angélica". Quiero que informes bien a los ángeles custodios encargados de los católicos, acerca de la situación real en la que se encuentran sus encomendados. Los que tienen a su cargo a obispos, sacerdotes, religiosos, catedráticos de universidades, profesores de colegios y escuelas, catequistas y laicos comprometidos, deben hacer un esfuerzo mayor para sacudirse ellos y sacudir a otros de su inercia. Di que les den un buen tirón de orejas. Los ángeles de los que trabajan en las estaciones de radio y en los canales de televisión, deben insistir en que sus protegidos conjuncionen la meditación de la Biblia con la oración y con la labor a favor de los pobres, marginados y desplazados de sus lugares de origen.
Sin que abandonen la reflexión sobre la política y los problemas sociales, que les inculquen la necesidad ineludible de la oración. Diles que les digan que no se contenten que los seres humanos salgan de las angustias del suelo, sino que además, y sobre todo, intenten llegar a las alegrías del cielo. A los mismos ángeles jálales las alas para que no se dediquen únicamente a que los niños no se caigan de los árboles y a que los choferes manejen con precaución".
Gamaliel agitó sus alas en señal de asentimiento. Hizo una profunda venia y se retiró, y con un incesante batir de alas escribió su artículo, que se difundió rápidamente entre los ángeles custodios de los católicos, y de paso sea dicho, también entre los ángeles de todas las brigadas. La consigna, difundida a través del aire fue: "No ama a los hombres el que no ama a Dios".

domingo, 25 de noviembre de 2007

Indulto de Navidad.

INDULTO DE NAVIDAD. Javier Baptista, S.J.
En 1814 un destacamento patriota, después de una derrota sufrida se dirigió al valle de Atén. Los guerrlleros se dispersaron en diferentes direcciones en busca de reclutas. Algunos de ellos llegaron a la misión franciscana de San José, a 10 leguas del pueblo de Atén. Por la fuerza enrolaron a 5 jóvenes, a pesar de las protestas del padre franciscano que atendía la misión. Esos jóvenes formaron parte del ejército guerrillero que se apoderó del pueblo de Atén.
Para retomarlo, los realistas enviaron fuerzas superiores en número a la de los patriotas. Vencidos éstos en varios encuentros, se dispersaron una vez más. Juan Pacha, uno de los jóvenes reclutados, volvió a San José. Lo encontró en ruinas. El paso de patriotas y realistas había dejado casas destruidas. El misionero habia sido apresado por los realistas. Quedaban 10 familias en la miseria. Pacha les propuso abandonar el pueblo en busca de paz y tranquilidad.
Los emigrantes, a órdenes de Pacha, se dirigieron al este. Se llevaban los pocos animales que habían podido recuperar: ganado vacuno y ovino, caballos, mulas, patos, galinas, perros y gatos, y semillas de algodón. de trigo de locoto y de uan gran vaiedad de frutas y legumbres. En un pequeño valle rodeado de cerros, a 20 leguas de Atén, fijaron su asiento el 25 de diciembre de de 1814. En honor a la fecha, Pacha dio a la nueva población el nombre de Natividad.
Constituido en jefe supremo, organizó la vida cotidiana según el esquema de la misión franciscana. Estableció los turnos de trabajo de hombres y mujeres en las chacras, y de hombres cazadores y pescadores, y de mujeres tejedoras. Pacha asumió también los poderes religiosos. Hizo edificar una capilla en la que pusieron las imágenes traídas de San José. Bautizaba y casaba, dirigía las celebraciones comunitarias y enseñaba a los niños la doctrina cristiana. La enseñanza de los cantod delegó al sacristán y cantor del pueblo, que se había llevado su violín, su armonio y su cancionero.
Pacha tomó todas las medidas necesarias para que el pueblo nuevo no fuera descubierto ni por patriotas ni por realistas. Puso guardias en puntos estratégicos alrededor del pueblo para evitar el ingreso de extraños y la salida de los lugareños. Dio orden de enterrar vivos a todos los que por cualquier pretexto se pusieran en contacto con los habitantes de Atén. Cuatro años permanecieron así, sin ser descubiertos.
Un día, una mujer llamada María Calderón, esposa de Pedro Cito, decidió ir a Atén en busca de sal. Aprovechando los ensayos de danzas para la próxima Navidad, salió del pueblo sin que nadie se diera cuenta. Ya en Atén, sin ser, vista entró a una casa aislada y se apoderó de toda la sal que pudo.
El vigilante no tardé en darse cuentya de la desaparición de María calderón y adivinó fáclmente que había ido a Atén. Cuando regresó la mujer, inmediatamente fue aprehendida y conducida ante Pacha. Su provisión de sal era suficiente testimonio de su falta. Sin atender a las lágrimas del esposo. de los padres y de la mayor parte de los miembros de la comunidad, Pacha ordenó su ejecución, que debía realizarse al día siguiente, 25 de diciembre.

Era la noche del 24 de diciembre. En la plaza estaba instalado un altar con gradas de troncos poco cepillados. Encima del altar, un Niño Jesús, rubio y regordete, de fabricación cusqueña, parecía sonreir y bendecir a los habitantes de Natividad, reunidos a sus pies.

Juan Pacha subió lentamente los escalones. Vestía una especie de alba de tela de algodón, ceñida con un grueso cinturón de cuero. Entonó cánticos navideños, seguido por la multitud. Leyó luego en el grueso misal latino los textos litúrgicos. Conocía de memoria el pasaje evangélico que relataba el nacimiento del Niño Dios. Lo expuso a sus oyentes con devoción. Cuando explicaba que Dios se hizo hombre para enseñar a los hombres a amarse entre sí, le llegó el ruido repentino producido por los sollozos de la madre de María Calderón.

La vino a la mente la imagen de esa mujer que esperaba en un calabozo la ejecución de su sentencia de muerte. Juan Pacha hizo una pausa. Miró a la gente y dijo con voz firme: "Mañana, día en el que recordamos el nacimiento de nuestro Señor Jesucristo, María Calderón no va a morir. Ella y nosotros seguiremos viviendo porque Cristo ha venido al mundo pata traernos la paz".

Ordenó que trajeran a María Calderón. Tomó en sus manos la imagen del Niño Jesús. Besó reverentemente uno de sus pies. Se acercó a María Calderón, quien hizo lo mismo. Alguien comenzó a cantar: "¡Gloria in excelsis Deo!" (¡Gloria a Dios en los cielos!). El cántico religioso llenó toda la plaza, se extendio por la selva y se fue alejando a los cerros. "Et in terra paz hominibus bonae voluntatis" (Y en la tierra paz a los hombres de buena voluntad).

jueves, 22 de noviembre de 2007

Memorias de un sacado.

MEMORIAS DE UN SACADO. JAVIER BAPTISTA, S.J.
Ya estoi en Yerusalaim, bendito sea el nombre. Salimos del puerto de Cadis mi padre, Saul Espinosa, mi madre, Rebeca Sidi, yo, Abraham, mis dos germanos, Isaac i Josef, i mi germana chica, Reina. Habemos morado en la sibdad de Toledo, como me relato mi abuelo, desde que arribaron a las cuestas hispaniolas nuestros padres antiguos, quando el enperador Tito los saco de Yerusalaim despues del alsamiento de Bar Coba. Agora la reina Isabela nos dise que ya non somos hispanioles porque somos judeos i que debemos ir de Hispania si non queremos dexar de ser judeos, o pasarnos a la iglesia si desimos que somos hispanioles. La basa fundamentala para sacarnos es que non quiere que biban en Hispania judeos i musulmanos.
La notisia nos truxo el barbero don Salomon Cordobes i le dixo a mi padre que eran hartos los que pensaban quedarse como cristianos antes de perder bienes i ofisio, i que el tenia en penserio ir a Lisboa, i mi padre le dixo que salta a los ojos que eso era lo mesmo que quedarse en Hispania porque tambien en esas partes los judeos seran angustiados. "Si nos vamos a espandir", dixo, "es preferible ir a Yerusalaim". Dixo don Salomon que ansi mesmo disia su mulyer, mas que su germano disia que se iria a la insula de Inglaterra, porque en esa se bibia mas bien que en Yerusalayim o en Lisboa.
Mi padre, que es muy sabido, disia que nosotros eramos mas antiguos en Hispania que los cristianos i musulmanos, i disia que nosotros fablamos el romanse castellano antes que los cristianos i que el lecho intelectual de Hispania i su ermollesimiento nasio en las aljamas judeas i que los judeos enseñamos a los musulmanos arabos la medesina y la filosofia. Dende mi chiques mi abuelo fablaba de Aberroes, Abisena i Maimonides, grandes pensadores judeos. Disia tanbien que non hay sabios mas ilustrados que los judeos arabisados Ibn Latif, Abulafia, Gigatela, que espandieron sus cognosimientos i ideias a Aragon, Barselona i Burgos. Es sabido que somos hispanioles antes que los cristianos i musulmanos.
Los grandes cabalistas an sido Moshé de Leon i Abraham hijo de Isac de Granada. El primero domino mientres siglos la mistica judea, i el segundo fue fiebrosamente admirado por el rabino Izsa Luria, como un grande hombre fiel i antiguo. Los sabio i escritores truxeron contribusiones a la poesia castellana, a la teologuia, a la exegese biblica, y en el canpo espiritual los judeos hispanioles alcansaron posisiones enbidiadas por los otros, no conparado con sus numeros de gentes.
Sabido el edito de la Alanbra, pronunciado por Ferdinando i Isabela en mil i cuatrosientos nobenta i dos, con mucho pesar i lagrimas tomamos el baston del esilio, dexando las tierras que nos vieron naser, creser, multiplicar i trabaxar. La familia de nosotros topamos asilo seguro en tierra de Ysrael, en la cuesta mediterranea. Otros arribaron en la Africa, otros en las probinsias de Ytalia i otros en el inperio de los sultanos otomanos, y otros en Lusitania i en Londra y en Asterdan. Como dixo mi padre, los que fueron a Lisboa fueron tambien sacados en mil i cuatrosientos nobenta i seis.
Agora sabemos que Ferdinando i Isabela an donado de sus arcas de Sisilia mil ducados de oro cada un anyo al conbento de Montesion en Yerusalaim en grasias de abernos sacado de nuestra tierra. Sacamos las santas escrituras pata alimentasion espirituala, i vestiduras, libros, i mi madre puso en su seno la lyabe de nuestra casa de Toledo. Nos fisimos a la mar en el puerto de Cadis. Los arabos en eres Yisrael son menos amables con nosaltres que los arabos de Hispania. Fuimos recebidos por judeos antiguos de Yisrael con carisias. Non hay laboro para mi padre i mi madre lyora porque no ay cosa que lyebar a la boca. Mi abuelo, nasido en Granada, fabla arabigo. Mi abuela, de familia valensiana fabla poco de arabigo, mas entiende todo. Aiga sabido que iria a Yerusalaim, agora su fabla seria mas bien, dice.
Los judeos de Yerusalayim non eran muchos. Fablaban arabigo. Nos resibieron con carisias i nos dieron comida i aposento, mas sabiamos que non podia ser de sienpre eso. Antes de dos menses ya teniamos casa arrendada. Mi padre que era en Toledo hazan i melamed en nuestra sinagoga, fablaba mui bien nuestra lengua santa i tubo puesto como tal en una sinagoga. Mi madre sabia aser comida araba i puso un paradero con muchos parroquianos. Mi padre me dixo que yo estudie ivrit. Mis germanos Isac i Josef fueron dedicados a boticarios i mi germana chica reina ayuda muy bien a mi madre, i como ya es donsella, piensa de contino en un mansebo que se fue a Londra i lyora en su lecho las noches.

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lunes, 19 de noviembre de 2007

La gemela.

LA GEMELA
Javier Baptista, S.J.
El Panchito estaba con mucho dolor de muelas. Carmela decidió llevarlo a Cochabamba. Se quedaron en Arani su marido, Luis, y su hija Graciela. La otra hija, la Julita, se había quedado en Cochabamba, porque quería estar en el cumpleaños de su amiga Leonor Durán, pero ese mismo día tenía que volver a Arani. El tren llegó a la estación de cliza. El Panchito bajó a comprar plátanos. Vi a su hermana Julita, vestida de pollera, con trenzas y todo, sentada en el suelo, ofreciendo papas. "¿Qué le pasa a esta loca?", pensó. Se acecó a la Julita y le dijo: "¿Por qué te has vestido de cholita?". La chica lo miró y le dijo: "¿Ja?". El Panchito le dijo: "¡Ja!. ¡Ja!". La chica le dijo en quichua: "Comprate estas papitas".
El Panchito la miró atentamente. La voz no era la de la Julita. Hablaba en quichua como las inciecitas. Y había más diferencias. Era más morena. Se fijó en sus manos, manos de campesina, con las uñas sucias y mal cortadas. Ciertamente, no era la Julita. Su mirada tampoco. Y no tenía el lunar que la Julita tenía en la mejilla derecha. "¿Qué te llamás?", le pregunto el Panchito en quichua. "Margara", contestó secamente la chica. "¿Y tu apellido?" "Laime". Cuando el Panchito le preguntó: "¿De dónde eres? ¿Dónde vives?", ella le contestó en mal tono: "Mucho estás preguntando", El Panchito, ya sin decir nada se retiró.
Siempre había oído decir en su casa que la Julita tenia una gemela llamada Beatriz, y que se perdió cuando tenía tres años. La habían buscado por todas partes pero nunca la encontraron. El Panchito compró los plátanos y volvió al tren. Le dijo a su mamá: "La he visto a la Beatriz. Es una cholita, con pollera y todo, quichuista. No habla castellano. Vende papas. Dice que se llama Margara Laime, No me ha querido decir dónde vive". Carmela, aparentemente muy serena, dijo: "Voy a ir a verla. Tú no te muevas de aquí". Bajó. La vio y lloró. El tren ya estaba por partir. Sin secarse las lágrimas subió al tren. Le dijo al Panchito: "No les vas a decir nada ni a tu papá ni a la Julita ni a nadie. Es mejor para esta chica y para nosotros que no cambiemos su vida. Por lo menos, sé que vive". Y se pesu a llorar amargamente.

lunes, 12 de noviembre de 2007

LA VIRGEN ROBADA

En 1935 las tropas paraguayas, al mando del capitán Gaspar Benítez, tomaron sis resistencia alguna la hacienda de Santa Rosa. Era igual a cualquier hacienda del Paraguay, pero estaba totalmente desierta, abandonada, sin gentes ni animales. Nada faltaba en el comedor. Los dormitorios eran espaciosos, con cuadros religiosos y mecedoras. En todos los cuartos, y especialmente en la sala de estar, había muchos libros y revistas. Las camas estaban tendidas. No dijo nada al ver que los oficiales se echaban en las camas. En el salón principal, además de u cuadro del Sagrado Corazón, había retratos de antepasados y un piano, como en la casa de su tío Alejo.

A Benítez le dio un golpe en el corazón. Era como visitar su hacienda, o la de sus abuelos, o la de sus tíos o la de sus amigos. faltaba oir la risa de los niños y los ladridos de los perros. Salió de la casa y se dirigió a la capilla, cerrada con un grueso candado. Descerrajó el candado y entró a la capilla. Se sacó la gorra e hizo la señal de la cruz. Delante del altar había dos reclinatorios, como en la capilla de su hacienda de San Roque, en Paraguarí.

En el altar había una imagen de la Virgen María, muy parecida a la que tenían sus abuelos, sólo que mucho más chica: la Virgen con el Niño en el brazo derecho, una vela en la mano izquierda, y una caastita, con pichones que asomaban sus cabezas como para mirar al curioso que tenían al frente. Siguió examinando la capilla. En el lado derecho del altar habia una bendición papal: el retrato del papa Benedico XV, igual al que tenía en la capilla de su hacienda. La única diferencia es que estaba dedicada al señor Isidoro Hurtado y familia. Había también una imagen de San Antonio de Padua, vestido de azul y no de café, pero muy parecido al que había en la glesia de Psraguarí. En el lado izquierdo había una autorización de un obispo permitiendo la celebración de misas en esa capilla de Nuestra Señora de la Candelaria de la hacienda de Santa Rosa, como en la capilla de su hacienda. Había también una imagen de San Isidro Labrador, vestido como don Justino, el mayordomo de la hacienda de sus padres cuando él era niño.

Los soldados habían encontrado una cantidad impresionante de vino en una alacena. Dedicados a la bebida, uos dormidos y otro cantando, unos riendo y otros llorando, no se dieron cuenta de su presencia. Benítez salió al patio. Los soldados, agotados por la marcha, dormían en los corredores, en el suelo. El teniente Cabrera y el teniente Brito estaban echados, cada uno en una hamaca, fumando un cigarrillo y conversando. Brito, sin levantarse, le hizo el saludo miltar con la mano izquierda. Cabrera lo saludó amigablemente con tres movimientos de su mano. Benítez, sin pensarlo dos veces volvió a la capilla. Se llevó la imagen de la Virgen, pequeña y no pesada, y sin cubrirla siquiera, la llevó a su camión, y allí la envolvió con una camisa.

Se oían tiros de fusil, que llegaban desde lejos. Un soldado se acercó al camión y le gritó: "¡Están llegando los bolis!". Contestó Benítez, también a gritos: "¡Avise a los tenientes y a los sargentos. Ordenó a un cabo que tocara la campana, y él se puso a recorrer la casa de hacienda, tocando el pito. Se presentó el sargento Infante, y cuadrándose y con la mano derecha en la visera le dijo: "¡A sus órdenes, mi capitán¡". Dijo Benítez: "Vea si son muchos". Eso ya no era necesario. Ya se veían los camiones de vanguardia, y a ojos vistas, los paraguayos no podrían resistir a los bolivianos. Benitez dio la orden de retirada. Los soldados subieron atropelladamente a los camiones, algunos oficiales a sus caballos, y los soldados de infantería seguían a los camiones, abrochándose la casaca, corriendo despavoridos. Algunos solados paraguayos se detuvieron para hacer frente a los bolivianos, y ya se disparaban tiros también del lado paraguayo.

Llegaron los bolivianos tan rápidamente y en tan gran número, que comenzaron los paraguayos a entregarse prisioneros, manos en alto. El camión en el que iba Benítez no fue alcanzado. En la cabina estaban él y el chofer, y en la carrocería unos treinta soldados. No muy lejos del campo de batalla, uno por uno los diez camiones, faltos de gasolina, se detuvieron. Los turriles se habían quedado en la hacienda, y con el apuro, el chofer no pensó en llevarse uno. El teniente Cabrera se acercó en su caballo a Benítez, y éste, entregando primero su bulto a Cabrera, subió a las ancas del caballo. Con si precioso envoltorio en las manos, se alejó prontamente del campo de batalla.

1975. Gaspar Benítez apareció muy enfermo, con fiebre. Su esposa se alarmó y le dijo que iría de inmediato a Paraguarí a llamar al médico. Benítez le dijo: "No necesito médico. Quiero que venga un sacerdote". Su esposa se alarmó aún más. Mandó a uno de sus hijos a buscar al médico y al sacerdote. Ambos llegaron juntos. Cuando le avisaron que habían llegado el médico y el sacerdote, dijo Benítez: "Quiero que entre primero el sacerdote". Y le dijo a su esposa: "Quiero que estén presentes tú y los chicos, y nadie más".

Entró el padre Pinto. La esposa de Benítez dijo: "¿No será mejor que se queden ustedes solos?". Benítez dijo que no, que todos tenía que oir lo que tenía que decir. Dirigiéndose a su esposa dijo: "Cuando nos casamos ya estaba en la capilla la Virgencita de la Candelaria". Y luego, sin mirar a nadie, con los ojos cerrados, dijo que había robado la imagen de la Virgen de la Candelaria de una hacienda llamada santa Rosa, cerca de Charagua, en Bolivia, perteneciente a un señor Hurtado. Después de un largo rato de, mirando al sacerdote, a su mujer y a sus hijos dijo: "Es mi voluntad que esa imagen sea devuelta a la capilla de Santa Rosa, a la familia Hurtado. Después de un rato de silencio, pidió que salieran todos, menos el sacerdote. Se confesó, recibió los santos óleos y comulgó".

Un mes después sobrevino si muerte. En su testamento no se mencionaba a la imagen de la Virgen de la Candelaria, pero su esposa dijo con energía a sus jijos: "Todos nosotros vamos a ir a Bolivia, a devolver la imagen de la Virgen robada.

jueves, 8 de noviembre de 2007

El P'isqo Manchachi

EL P'ISQO MANCHACHI Javier Baptista, S.J.
Un día apareció en el pueblo. Nadie sabía quién era ni de dónde venía. Lo conocían con el apodo de P'isqo Manchachi (Espantapájaros). El P'isqo Manchachi era un opita de edad indefinida. Sus ojos legañosos, su sombrero ya verde, su melena chhurka (crespa), abundante, sus dientes amarillentos, mal trajeado con su eterna casaca de soldado, su pantalón roto y grasiento, siempre maloliente, lo hacían reconocible a gran distancia.

Cuando se paseaba por las calles, lo seguían muchos chicos gritando: "¡P'isqo Manchachi!. ¡Manchachiway!" (¡Espantapájaros! ¡Asústame!). Algunos le tiraban terrones o cáscaras de naranja o de plátano. El P'isqo Manchachi casi nunca reaccionaba. Si lo hacía, su reacción consistía en reír interminablemente, con una risita aguda y estremecedora, parecida al relincho de un caballo. Alguna que otra vez, su risa nerviosa se transformaba en una carcajada histérica, que acababa por derrumbarlo hacia adelante o hacia atrás.

Los chicos se divertían mucho con el P'sqo Manchachi, pero las personas mayores, en cambio, le tenían un respeto rayano en veneración. Lo trataban con cariño, sin miedo ni aprensiones de ningún género. Le daban comida y ropa, aunque sabían de sobra que vendería toda la ropa que recibía.

Lo querían porque había salvado una vez a una chiquita de cuatro años que se había caído a un pozo, porque se había metido en otra ocasión en un terrible incendio para salvar a una viejita indefensa. Al principio creyeron que era mudo. Después, todos supieron, que con regularidad, año tras año, los viernes al atardecer entraba a la iglesia y se ponía en algún rincón oscuro, donde pegando a la tierra su frente, se quedaba largo rato diciendo: "Yo, pecador, me confieso a Dios Todopoderoso". Se decía que una vez una señora le oyó decir tres veces estas palabras: "Tú que me creaste, ten misericordia de mí".

Lo querían también porque criaba a un huerfanito llamado José. En un pueblo chico todo se sabe. Alguien se enteró de que el padre del chico mató a su mujer, y que luego huyó. El P'isqo Manchachi lo crió con la ayuda de unos vecinos, que sostenían que el opita no era, ni mucho menos, tan opita como se creía. Era imposible que no se supiera que todo el dinero que ganaba en la venta de la ropa que recibía, lo gastaba en beneficio de José, el cual, según todos, era un chico normal, sociable, conocido en todo el pueblo como el huerfanito del P'isqo Manchachi.

Cuando José iba a cumplir seis años, el P. Rodolfo Quinteros, párroco del pueblo, pensó que había llegado el momento de arrancar a José de la tutela del P'isqo Manchachi. Un viernes, cuando el P'isqo Manchachi entraba a la iglesia, el padre, con un gesto de la mano lo invitó a acompañarlo a su despacho. Ya allí, le dijo sin preámbulos, que quería que José vaya a la escuela, y que para eso, debía vivir en la casa parroquial. El padre quedó sorprendido cuando el P'isqo Manchachi le djo: "Siéntese, padre, y haga el favor de escucharme". Mientras hablaba, el P'isqo Manchachi dejó de ser opa.

"En primer lugar", comenzó diciendo, no soy el tonto que ustedes creen. "Me hago al tonto para expiar pecados y faltas de mi juventud". A medida que hablaba, su rostro, antes inexpresivo, se iluminaba, y sus ojos brillaban con inteligencia. "Yo no soy de aquí. Soy argentino. Fui sacerdote", dijo, "y antes de cumplir un año de mi ordenación, me escapé con una mujer y me fuí muy lejos. Y en parte avergonzado, y en parte para evitar el trato de mis parientes y de mis antiguos compañeros de seminario, me fui lejos. Luego vinieron años difíciles. Me separé de esa mujer y viví con otras, con muchas otras. Dejé de confesarme, dejé de comulgar, y así, probablemente debido a la falta de alimento espiritual, fui cayendo hasta verme un día hundido en un absimo espantoso, lleno de vicios. Pero, un día, no sé cómo, tuve el valor de huir, y decidí escaparme lo más lejos posible, y crucé la frontera de Bolivia, y llegué a este pueblo, donde llevo la vida que usted sabe. Mi vida es de penitencia. Me hago pasar por loco". Dicho esto, se calló.

Después de un largo rato de silencio continuó: "Aquí nadie sabe mi nombre. Me llamo Juan Gerardi". Volvió a callarse, y después de oyto rato de silencio, continuó: "Hablemos ahora del chico, de José. Es hijo de una pareja que no es de aquí. Un día aparecieron y se instalaron en una casa abandonada, medio derruida, cerca de la casa donde yo vivo. Se emborrachaban a diario, hasta perder el sentido. Se pegaban entre ellos de un modo increíble. Un día observé que el marido le daba golpes a la mujer con un palo grueso. Corrí hacia él para detenerlo. El hombre, al verme, echó a correr. Yo me acerqué a la mujer, que agonizaba. No tardó en morir. Yo la enterré detrás de su casita. Al hombre no lo volví a ver. En un rincón de la casucha lloraba, acurrucado, un niño de unos tres años, José. En la casucha descubrí una bolsa de cuero, que conservo todavía. Había algo de dinero, certficados de bautizo y matrimonio de sus padres y partida de bautizo del niño. Él se llama José Orellana Vargas".

El padre José Quinteros lo escuchaba sin decir una palabra. Gerardi lo miró fijamente y le dijo: "José es el único que sabe que soy cuerdo. No me tiene miedo. Sabe que no le haré daño. Deseo que siga viviendo conmigo". El padre Quinteros le preguntó: "¿Qué edad tiene usted?" "54 años". ¿Por qué no se va a otra ciudad? Rehaga su vida. Su penitencia ha terminado. Aún es joven, trabaje. Tiene que dedicarse al chico totalmente, y darle una buena educación". El P'isqo Manchachi dejó la casa parroquial ya entrada la noche. Ya nadie volvió a verlo. Sólo el padre Quinteros sabía dónde estaba, y recibía todos los años una postal de Navidad.

Trece años más tarde, el joven José Orellana Vargas se presentó en la casa parroquial con una carta de Juan Gerardi, en la que le decía al padre Quinteros que José quería ser sacerdote, y le rogaba que sea su tutor y guía, que lo tenga en la casa parroquial el tiempo que juzgue necesario, y que lo inscriba en el seminario si le parecía, que efectivamente, tenía vocación sacerdotal. Añadía que él seguiría ayudándolo económicamente. Le pedía únicamente que lo enviara a su casa en vacaciones.

martes, 6 de noviembre de 2007

No quiero morir sin la bendición del Tata Dios

No quiero morir sin la bendición del Tata Dios
Javier Baptista, S.J.

Sopla el viento de estancia, penetrante, agudo, no con fuerza de huracán, sino con lentitud segura, con un susurro persistente. Sólo ese ruido y el cantar monótono de los grillos, llegan hasta el interior de la única casa que hay en aquellos contornos. El viejo Simón Laime, el tata Simu, yace tendido sobre cueros de oveja, cubierto con dos frazadas. A la luz de una media vela que apenas alumbra el cuartucho, se distingue el rostro amarillento y apergaminado del anciano. Ya no parece un ser vivo, pero reza con voz apenas audible.

A su lado, calentando con sus manos las manos frías del moribundo, está Justina, su hija mayor. Los otros dos hijos, Vicente y Renato, salieron el día anterior, cada uno en distinta dirección, a buscar un sacerdote. "No quiero morir sin la bendición del Tata Dios", había dicho el tata Simu. Esas fueron sus últimas palabras, tras las cuales le vino el letargo. Esa fue su última voluntad, deseo sagrado que hay que cumplir.

Pasan lentamente las horas. Ya va a amanecer. La Justina está muy preocupada. Aún no han vuelto sus hermanos. Ha cesado el murmullo de los labios del enfermo, y se escucha, apenas, una respiración fatigosa. Alguien se acerca. Es Vicente, que llega cansado. "No había habido tata cura ni en Para ni en Puka Rumi", dice, "quizá el Renato lo traiga". "Ya no ha de haber tiempo. Se está muriendo" Un poco más tarde llega Renato, sin sacerdote. Los tres hermanos rodean al octogenario tata Simu. La idea de que su padre muera sin la bendición del tata cura, aterra a Justina. "¿Y si fueran a la ciudad?", dice, "allí siempre hay". "Sí, pero está muy lejos. Yendo rápido tardamos un día. No vamos a poder traer al tata cura a tiempo".

Quedan cavilosos. Simón Laime apenas respira. Sus esqueléticas manos, entrelazadas, han quedado tiesas. "No debe morir sin la bendición", gime Justina. Resuelven llevarlo cargado a la ciudad. En la iglesia de San Isidro, cuando el repique de las campanas invitaba a los fieles a asistir a misa, dos hombres y una mujer estaban silenciosos en la sacristía. Sintieron unos pasos. Llrgó el cura. Justina y sus hermanos se acercaron a él tímidamente. "Quieren un responso?", les dijo el sacerdote. "Sí, tatáy", balbucea la mujer, "pero primero una bendicioncita". Vicente se echa el poncho a la espalda y deja al descubierto una cabeza cortada. "Se nos murió en el camino", explica, "le hemos cortado su cabeza para venir más rápido, antes de que se vaya su alma".

domingo, 21 de octubre de 2007

Yo nunca estoy solo

YO NUNCA ESTOY SOLO
Javier Baptista, S.J.

Ruido callado, silencio sonoro.
Voz que no habla se me hace presente.
Aunque a mi lado no haya mucha gente,
oigo los cantos de invisible coro.

Nunca estoy solo si te busco dentro.
Tú estás conmigo de noche y de día.
Estando fuera también yo te encuentro.
Caras con nombre, que son compañía.

Nunca estoy solo si yo estoy contigo.
No siempre siento que estás a mi lado.
Sé, sin embargo, que tú eres mi amigo.

Tú me buscaste siendo yo un niño.
En mi camino me has acompañado,
siempre paciente, con mucho cariño.

La antigua alegría pasará al futuro

LA ANTIGUA ALEGRÍA PASARA AL FUTURO
Javier Baptista, S.J.

No es necesario ver las viejas fotos
para recordar los años pasados,
horas felices, los hechos remotos,
que ya están lejos pero no olvidados.

Muerto un amigo, otros más lo siguen.
Todos pensamos: "Estoy con mochila,
listo para el viaje". No nos persiguen,
pero sabemos que estamos en fila.

No tengo miedo, porque estoy seguro
que el bien pasado será mi presente.
Mi alegría de hoy pasará al futuro,
y lo no bueno se irá de la mente.

El viejo amigo, dado ya por muerto,
estará vivo más sano que antes.
Mis parientes ya están en el puerto.
Veo sus rostros, felices, radiantes.

Terminó ya el viaje. Entra, caminante.
Se fueron la duda y la incertidumbre.
Verás solamente una luz brillante,
allá en la montaña, en aquella cumbre.

Ya se fueron los años de la infancia

YA SE FUERON LOS AÑOS DE LA INFANCIA
Javier Baptista, S.J.
Ya se fueron los años de la infancia,
pero siempre podremos añorar
nuestros juegos y risas ifantiles
que nunca volverán.

Otra vez volveremos al colegio
los estudiantes y amigos de ayer,
leyendo los apuntes y libros
que nos dio el profesor.

Pensaremos en la querida hacienda
para de nuevo correr y saltar,
y bañarnos en las aguas tranquilas
del río del lugar.

miércoles, 10 de octubre de 2007

Alegran la vista

ALEGRAN LA VISTA
Javier Baptista, S.J.

Alegran la vista las flores que vuelan,
las mariposas.

De la enredadera sale un picaflor
vestido de flor.

Sonriente la rosa, alaba en silencio
a Nuestros Señor.

Con voz melodiosa canta el canario
su canto de amor.

Las nubes, inquietas, cambian de forma,
cambian de color.

En las calaminas la lluvia repica
tañer de campanas.

La tierra suplica que el agua dé saltos
hasta sus entrañas.

Cantan los ríos cantos antiguos y nuevos
para los niños.

sábado, 29 de septiembre de 2007

Dicen los animales

DICEN LOS ANIMALES
Javier Baptista, S.J.
¡Waw!, dice el perrito.
¡Miaw! el gatito.
El pollito: ¡Pío!.
¡Oj, oj! el chanchito.
¿Y el hombre qué dice?
¡Waw!, como el perrito.

jueves, 20 de septiembre de 2007

En el lago oyeron tu llamado

EN EL LAGO OYERON TU LLAMADO
Javier Baptista, S.J.
En el lago oyeron tu llamado
los pescadores,
invitados a seguirte
por los caminos de Galilea.

Tú nos llamas a nosotros
para ser tus compañeros,
invitados a seguirte
por los caminos del mundo.

Ven y sígueme, le dijiste a Mateo.
De inmediato, sin mirar atrás,
él se dispuso a seguirte
por los caminos de Galilea.

Cuando yo era áun un niño,
tú me llamaste a mí un día,
y me invitaste a seguirte
por los caminos del mundo.

Dijiste a tus discípulos
que vayan primero
a anunciar tu palabra
por los caminos de Galilea.

Luego les dijiste que dejando Galilea,
vayan a Samaria y también a Judea,
para anunciar tu palabra
por los camins del mundo.

jueves, 13 de septiembre de 2007

Tibio...,tibio...

Tibio…, tibio
Estaban todos en el comedor, cuando repentinamente se oyeron al mismo tiempo timbrazos, golpes a la puerta y gritos. Era alarmante. Juan miró a su amigo Roberto y le hizo una señal de que lo siguiera. Lo llevó al tercer patio, el antiguo corral, donde detrás de una higuera había una pared medio deshecha y detrás un water de madera que había sido útil en tiempos antiguos. Margarita, su esposa, llevó a la cocina los platos y cubiertos que estaba usando Roberto y llevó la silla a una esquina. Todo se hizo a la velocidad del rayo y sin abrir la boca.

Margarita en persona abrió la puerta y sin decir nada entraron seis hombres, dos de ellos armados con rifles. “¡¿Dónde está Chacón?!”. “¿Qué Chacón?”. “¡No se haga a la que no sabe!”. El que habló primero les dijo a los otros: “¡Entren y revisen toda la casa!”. Se distribuyeron por todas partes estratégicamente: en el primer patio, sala de visitas, comedor de visitas, salita familiar, dormitorios, escritorio de Juan. En el segundo patio, cocina, comedor de diario, despensa, cuartos de baño, cuartos de la cocinera y criada.
Uno de los hombres se había fijado que un niño iba de un lado a otro diciendo: “Frío, frío”. Estando ya en el segundo patio, cuando el niño comenzó a decir: “Tibio, tibio”, el hombre se dirigió resueltamente al corral. Descubrió de inmediato a Chacón. Le dijo “Chhusta” al niño, poniéndose un dedo a la boca. Volvió al segundo patio y dijo en voz alta: “¡Aquí no hay nadie!”.

martes, 11 de septiembre de 2007

¿Soy originario?

¿SOY ORIGINARIO?
Javier Baptista, S.J.
De España llegaron el sauce y el pino,
zanahoria y cebolla, lechuga, ¡y el trigo!,
nardo perfumado, coloridas rosas,
jazmin fragancioso y alegres claveles.

Con alegres cantos fueron recibidos
por molles y jarcas, chilijchis y tarcos.
Hicieron gran fiesta locotos y papas.
El maíz aplaudió con sus grandes hojas.

De España llegaron austeros olivos,
manzanas y peras y sonoras nueces.
Llegaron naranjas, limas y limones,
variados duraznos y uvas deliciosas.

Fueron recibidos por las chirimoyas.
Vestida de fiesta bailó la kantuta.
Dando grandes saltos llegaron las paltas,
tumbos y pacaes, yucas y guayabas.

De España llegaron el burro y la vaca,
hermosos caballos y blancas ovejas.
Los gatos, los perros, bien originarios,
tenían parientes llegados de España.

También los conejos tenían parientes.
Se hicieron amigas la llama y la oveja.
Cantaron a coro tiluchi y canario,
y todos sabían que Dios los amaba.

De España llegaron hombres y mujeres,
huyendo del hambre, buscando trabajo,
Con originarios se dieron de palos,
pateando y gritando: "¡Ellos son los malos!.

Los hombres peleaban. Nunca razonaban.
Buscaban razones para masacrarse.
No tenían tiempo para hacer preguntas
en sus corazones al Señor del cielo.

Sólo se acusaban y no perdonaban.
El que más gritaba: "¡Soy originario!,
nunca les hablaba ni en quechua ni aymara,
porque sólo hablaba la lengua opresora.

"¡Yo soy originario!", gritó un español,
"porque hablo quechua y también aymara.
Tengo ch'ulo y ch'uspa. Soy más boliviano
que cualquier mestizo que habla castellano".

Plantas y animales a Dios preguntaron:
"¿Yo soy extranjero? ¿Soy originario?
"Es pregunta absurda. Todos son hermanos.
Los aquí nacidos son originarios.

miércoles, 5 de septiembre de 2007

Los carnavales

LOS CARNAVALES

Javier Baptista, S.J.

Niños, jóvenes y viejos

comienzan el carnaval.

Los niños todos los años

saben que es una gran fiesta,

como todo cumpleaños,

como toda Navidad.



Para personas mayores

es tiempo de festejar,

alegres y divertidos,

la llegada del descanso,

gozando con los amigos,

como en todo carnaval.



Los niños, bien disfrazados,

de cauboyes o piratas,

payasos o pieles rojas,

se pasean por la plaza

para ser muy festejados

por amigos y parientes.



En las iglesias vacías,

las señoras muy beatas

rezan bien compungidas

por todos los pecadores

que en estos días y noches

serán grandes farreadores.



En el corso de las flores,

con mixtura y serpentinas,

en las calles y balcones,

en galerías y esquinas,

se amontonan los mirones

gozando del carnaval.



Aparece el primer carro.

Es Diana la cazadora

con sus muchas amazonas.

En el segundo carro

la reina de las flores

está digna y majestuosa,

rodeada de admiradores.



Aquel que viene es Neptuno

con las sirenas del mar.

Entra también Don Quijote,

montado en su Rocinante.

Lo acompaña Sancho Panza,

saludador y galante.



A eso del anochecer,

dominós y mascaritas

poco a poco van llenando

las salas y los salones.

A las nueve de la noche

aumentan los bailadores.



Llegó el lunes, llegó el martes.

Desde todos los balcones

la lluvia de los baldazos

moja a todos los peatones.

Atacan con manguerazos

los que están en los camiones.



En las calles hay combates

con globos y cascarones.

Se fueron los carnavales.

Quedan sólo los ancianos,

sumidos en sus recuerdos

de los tiempos ya pasados.

jueves, 30 de agosto de 2007

Por senderos de montaña

POR SENDEROS DE MONTAÑA
Javier Baptista, S.J.
Por senderos de montaña,
atravesando desiertos,
dejando atrás los poblados,
¿a dónde vas, campesino?

Yo voy a Copacabana,
siempre por este camino.
Llegaré con estas flores
mañana por la mañana.

He llegado ya, mamita.
Yo vengo con mis dolores,
a pedirte, Virgencita,
que me quites mis temores.

Yo vengo desde mis valles.
Yo vengo con mis pesares.
Sé que tienes en tus manos
el remedio de mis males.

viernes, 24 de agosto de 2007

Yupaychasqa kachun

YUPAYCHASQA KACHUN SEÑORQA (LUCAS 1,68-79)

Yupaychasqa kachun Señorqa,

Israelpata Diusnin,

ayllunta watukusqanrayku

salvasqanraykutaq.

Paymin nuqanchiqpaq uqharirqa

atiyniyuq salvacionta

kamachin Davidpaq ayllunpi,

imaynatachus ruwananta nirqa

unay santo profetasninpaq siminniqta,

enemigosninchiqmanta salvasqas kananchiqpaq,

nuqanchiqta chiqnikuwaqninchiqmanta.

Ajinamanta, khuyakuyninta rikuchirqa

tatasninchiqman, santu tratunmanta yuyarikuspa.

Yuyarikurqa tatanchiq Abrahanman juramentuwan nisqanmanta,

chiqnikuwaqninchiqpaq makinmanta

kacharichinawanchiqta,

payta sirvinanchiqpaq mana mancharikuspa

santo kawsaypi, chiqan kaq kawsaypitaq,

ñawpaqinpi tukuy diasninchiqpi.

Qanrí, wawáy, patapi kaqpaq profetan sutichasqa kanki,

imaraykuchus Señorpaq ñawpaqinta rinki yanninta wakichiq,

paypata ayllunman salvacionta riqsichinaykipaq,

runaspaq juchankumanta kacharichispa.

Chayqa ruwakunqa Diusninchiqpaq k'acha khuyakuyninniqta.

Payrayku paqarimuq inti patamanta watukamuwasunchiq

k'anchaykamunanpaq laqhapi tiyakuqkunata,

wañuy llanthupi kaqkunata ima,

purichinawanchiqpaqtaq allin kayman pusaq yanninta.

miércoles, 18 de julio de 2007

Miguel Angel Buonarotti

Miguel Angel Buonarotti,
el genio de la escultura,
del color y la armonía,
un seis de marzo nació
en la ciudad de Capresa.

Amó el arte desde niño
y quiso ser un artista.
Se opusieron a la idea
los amigos y parientes,
y no pudo por entonces
satisfacer sus deseos.

Al cabo de algunos años,
el padre consintió al fin,
en mandar a Miguelín,
a casa de Ghirlandaio
en la ciudad de Florencia.

Trabajó allí con tesón
muchísimas esculturas,
causando la admiración
de Lorenzo y sus amigos.

Maravillado el Médicis
a su corte lo llevó.
Fue tratado por Lorenzo
como el mejor de sus hijos.
Allí su arte progresó
y mejoró su escultura.

La fama de Miguel Angel
a oídos del papa llegó,
y al instante lo llamó
a decorar la Sixtina.

Tuvo el artista en vida
muchísimos enemigos.
Entre los cuales estaba
un astuto cardenal
que mucho lo molestaba.

Miguel Angel, fastidiado,
pintando "El juicio final",
envió a dicho cardenal
a la sección del infierno.

Ya muy anciano murió
en la ciudad de los papas.
Dejó a la posteridad
belleza y grandiosidad.

lunes, 2 de julio de 2007

Alonso de Barzana

Alonso de Barzana nació en 1530 en Belinchón (Cuenca), España. Hechos sus primeros estudios en Belinchón, los continuó en Baeza, Jaén, a donde se fue a vivir su padre, médico de profesión. En la universidad de Baeza obtuvo los grados de maestro en artes (filosofía) y bachiller en teología. Fue discípulo de Juan de Avila, famoso predicador rural. Se ordenó sacerdote en 1555 en Baeza. Después de 10 años de ejercicio del ministerio sacerdotal entró a la Compañía el 28 de agosto de 1565 en Sevilla.

En 1568 don Francisco de Toledo fue nombrado virrey del Perú. Apenas nombrado, en carta del 5 de julio de 1568, escribió al P. general Francisco de Borja, amigo de su familia, pidiéndole que destinara al Perú cuatro o más jesuitas. Probablemente por insinuación de Toledo, el rey Felipe II, el 12 de agosto escribió al P. Borja pidiéndole expresamente que fueran destinados los P.P. Martín Gutiérrez y Gonzalo González. Añadía el rey que el P. Gutiérrez fuera nombrado comisario de todos los jesuitas en el virreinato del Perú. Se desestimó esa sugerencia. En carta del 11 de octubre Felipe II pidió al P. Borja que fueran enviados al Perú al menos 20 jesuitas. El P. Borja designó a los padres Bartolomé Hernández , Juan García, Hernán Sánchez, Alonso de Barzana y Rodrigo Alvarez; a los escolares Sebastián Amador, Juan Gómez. Juan de Zúñiga, Diego Ortuño y Antonio Martínez; y a los hermanos Diego Martínez, Juan de Casasola y Juan Hernández [1].

Destinado al virreinato del Perú, debido a las peripecias del viaje llegó bastante maltrecho a Lima en 1569. En Sevilla, en espera de un barco, y luego durante el viaje, estudió quechua en la gramática del dominico fray Domingo de Santo Tomás, publicada en 1560, y ya en Lima continuó asiduamente ese estudioestinado al virreinatoonisterio sacerdotaler___________________________________________________________________________________. Muy pronto pudo trabajar entre los indios en las doctrinas de Santiago del Cercado, en las afueras de Lima, y en la de Huarochiri, también dentro de la jurisdicción de Lima.

En los diversos informes, desde 1571 a 1576, se dice de Barzana que es “muy siervo de Dios” y buen predicador, “con caudal para leer una cátedra, pero sin talento para gobernar”. Se señala que no está amoldado al instituto de la Compañía de Jesús, aunque más tarde se le reconoce como muy afecto a él. Se destaca que sabe muy bien el quechua y el aymara. Estando en el Cusco en 1572, catequizó a Tupac Amaru, el último inca, condenado a muerte por el virrey Toledo. En 1573 fue uno de los fundadores del colegio de La Paz. En 1574 predicó en Arequipa y Potosí, en quechua, y en 1575 en aymara en la zona del lago Titicaca, en Chucuito y en La Paz.

En la primera congregación provincial (1576) se insistió en dar más importancia que la que se daba, al ministerio pastoral entre los indios. Dice el P. Rubén Vargas Ugarte, S.J.:

“Como se había resuelto en la Congregación Provincial, los jesuitas no descuidaron el ministerio de las misiones rurales, antes bien, se esforzaron en ayudar de esta manera a los indios y, ciertamente, con abundante fruto. En el año 1576, el P. Barzana, en compañía de otro padre y de un hermano, pasó los primeros días del año al repartimiento de San Pedro Mama, donde se detuvo unas cuatro semanas, logrando que se confesasen muchos indios e incluso los caciques, como sucedió en Guanchor. Pasó luego al distrito de Huarochiri, y en estos pueblos se detuvo hasta la Pascua, con grandes concursos (…..) Bajó luego a la quebrada de Lurín, y habiéndose detenido unos dos días en San Francisco de Sisicaya, pasó a Lima, llamado por el P. Visitador” [2] y se decidió la redacción de gramáticas y catecismos en quechua y aymara. En octubre de ese mismo año hubo otra congregación provincial para elegir procurador, y se encomendó a Barzana la tarea de redactar las obras citadas. Dicen las actas que se decidió que “el P. Maestro Barzana acabase de enmendar y corregir el catecismo breve, arte y confesionario en la lengua quichua y aymara con sus dos sumarios para los viejos y que el P. Procurador [3] los lleve e haga imprimir (….), dejados por agora los catecismos y vocabularios más copiosos para otro tiempo, que estén acabados y puestos en perfección” [4].

El 19 de noviembre de 1576 el P.General Everardo Mercuriano, en respuesta a una carta de Barzana, perdida, lo felicita por sus obras en quechua. Le dice, además, que su voto de ir a la China queda conmutado “en esa tierra, donde hay más disposición de predicar el evangelio que en la China”. Las obras del P. Barzana nunca se imprimieron. En cambio, es muy probable que hayan servido de base a las traducciones al quechua y aymara del catecismo trilingüe del tercer concilio limense.

También en noviembre de 1576 la Compañía se hizo cargo de la doctrina aymara de Juli, en la región del lago Titicaca, hasta entonces atendida por los dominicos. Barzana fue uno de los cuatro designados para atenderla. Cuando tuvo que partir a Arequipa, para abrir allí una nueva casa, los indios no cesaron de llorar en toda la tarde.

Después de asistir a la tercera congregación provincial de 1578, Barzana fue enviado a Potosí. Probablemente fue uno de los revisores [5] de la traducción al quechua y al aymara del catecismo del tercer concilio limense (1582-1583), redactada principalmente por el P. José de Acosta. Los traductores fueron los jesuitas Bartolomé de Santiago y Blas Valera, y los sacerdotes seculares Juan de Balboa, Alonso Martínez y Francisco Carrasco. En 1583 la audiencia de Charcas nombró al P. Barzana catedrático y examinador diocesano de quechua, aymara y puquina, que debían aprender los párrocos por orden de Felipe II.

En 1585, a petición del obispo de Tucumán, Francisco de Vitoria, O.P., se abrió allí a la Compañía un nuevo campo de trabajo. El provincial Juan de Atienza envió a Francisco de Angulo, que se encontraba en Lima y a Barzana, y a Barzana, que se encontraba en Potosí, a Santiago del Estero, donde se les unieron en 1586 tres padres procedentes del Brasil. Con uno de ellos, Manuel Ortega, Barzana recorrió las tierras de los tobas, mocobíes, diaguitas y chiriguanos. En 1588 acompañó al gobernador de Tucumán, Juan Ramírez de Velasco, en una entrada a la región de los belicosos calchaquíes. Sobre esa su entrada a la región de los calchaquíes escribió el P. Barzana:

“El valle de Calchaquí, tan conocido a costa de tanta sangre en el derramada, corre trescientas leguas o más de norte a sur y catorce leguas de Salta por la parte del oriente. Es todo de riego y muchas comidas por los muchos ríos que lo atraviesan. Está poblado de diversas naciones, todas muy flecheras, que son; pulares, chucuanas, diaguitas, calchaquíes, y de esta última se llama todo el valle por un indio llamado Calchaquí, que lo mandaba todo. Este valle fue antiguamente rendido y conquistado por el inca y hasta ahora vemos caseríos y fortalezas suyas bien grandes. Nunca pudieron ser conquistados por fuerza de los españoles hasta que un capitán llamado Juan Pérez, con amor y buenas obras, redujo al capitán Calchaquí a su buena amistad, y pudo tanto con él, que le trajo a la ciudad de Santiago [6], y lo hizo cristiano. Vuelto este cacique a su tierra, conservaba la paz con los españoles hasta que vio que un fulano de Castañeda, que vino a tomar residencia a Juan Pérez, trató muy mal al residenciado, de lo cual tomó tanta rabia el calchaquí, que se alzó, y con él todo el valle, y ha estado ne menos de 27 años alzada esta nación, sin poderla rendir, y era tanto el atrevimiento de los indios, que hasta a la mesma ciudad de Salta venían a pelear con los españoles” [7]. En 1591, después de dar misiones entre los lulas, pasó a la gobernación de Asunción. El P. Rubén Vargas Ugarte transcribe una carta del P. Barzana al P. Juan Jerónimo, sin indicació de fecha:

“Vuestra Reverencia se ría también de que un viejo de sesenta y tres años, al cabo de haber sabido las lenguas del Pirú y de las más principales de la gobernación de Tucumán, ando ahora miuy ocupado en saber muchas otras lenguas bárbaras y particularmente la de los chiriguanaes, gente feroz y sangriente y que comen carne humana, y deseo que me tome la muerte predicándoles el evangelio de paz y de la vida. Estoy ya muy viejo y cubierto de canas, del todo sin dientes. He estado solo dos años en tierra de infieles en compañía de un padre tan hijo de mi corazón y tan cortado a la medida de mis deseos, como lo fue en otro tiempo para mí mi padre Juan Jerónimo. Nació en los reinos del Perú y diómelo Dios nuestro Señor, agora 23 o 24 años ha, recién venido yo de España. Ha que está en la Compañía más de 20 años. No sabe tanta teología como mi padre Jerónimo, pero sabe más lenguas de los indios para predicarles que no Vuestra Reverencia, y ha traído muchas almas a su Criador. Llámase el P. Pedro de Añasco, que en mi vejez es todo mi consuelo y alivio” [8]

En febrero de 1594 escribió desde Asunción, al provincial Juan Sebastián, que aunque estudiaba la lengua guaraní cada día, y sabía más preceptos de ella que de ninguna otra de las que estudiaba, no acertaría a pronunciarla en toda su vida.

El capitán Juan González de Acebedo, el 8 de abril de 1617 presentó al rey y al real consejo de Indias un memorial sobre “la disminución de los indios del Perú a consecuencia del trabajo en las minas”. Yendo más allá del título del memorial, después de dar un informe detallado sobre la situación de los indios en las audiencias de Lima y Charcas (La Plata), donde propiamente se llevaba a cabo el trabajo de los indios en las minas de Potosí, pasa a informar sobre la situación de los indios en las gobernaciones de Tucumán, del Río de la Plata (Buenos Aires), y del Paraguay (Asunción). En uno de sus acápites menciona al P. Barzana. Dice así: “Los matarás eran 8.000, y los convirtió y juntó en pueblo el P. Alonso Bárcena, y en el alzamiento de los frentones y calchaquís contra la Concepción del Bermejo, en cuyas vecindades habitaban, transmigraron al Salado, donde se conservan como unos 300” [9] .

En el memorial de 1646, presentado al real consejo de Indias por el P. Juan Pastor, S.J. sobre “las provincias del Paraguay, Tucumán y Río de la Plata”, hay una referencia a la labor del P. Barzana: “El año de 43 salió el P. Justo Mancilla por aquellos mismos montes, de donde los sobredichos infieles [10] habían venido, a reconocer la gente que por allí había. Llegó a un desierto o despoblado donde algunos dellos solían andar como fieras, y no halló a ninguno. Estando en este paraje, vieron de repente venir tres indios para ellos, mas entendiendo que eran españoles, arrancaron a huir metiéndose a toda priesa en el monte. Fueron a su alcance algunos de los nuestros, y todos tres vinieron muy alegres a ver al P. Justo, agradeciéndole hubiese entrado en su tierra, añadiendo que el P. Alonso de Brazana, apóstol de muchas gentes, había andado por aquellas tierras, habían deseado tener algún padre de la Compañía, el día siguiente trajeron sus hijos y mujeres y otras cinco familias con toda su chusma, y de allí avisaron a otros, y éstos a otros, y así fue corriendo la voz, y vinieron muchos, los cuales, en señal de que deseaban y querían tener en sus tierras padres de la Compañía y hacerse cristianos, se cortaron las cabelleras, que es la mayor hazaña que hacen estos indios en su infidelidad” [11]. el d de la Compañs tierras, habiendo que el P. vinieron muy alegresmas entendiendo que eran españoles, arrancaron a huir met os indios, recibcibieron notable alegr_________________________________________________ a

Estando ya muy enfermo, a principios de 1597, el P. Sebastián lo mandó a Lima para ser mejor atendido. No llegó a Lima. Murió en el Cuzco el 31 de diciembre de 1597. Barzana se destacó por su espíritu apostólico y por su extraordinaria capacidad para el aprendizaje de idiomas. Aprendió quechua, aymara, puquina, chiriguano (variante del guaraní), tonocoté y kakán, sobre los que dejó apuntes manuscritos que fueron usados por los misioneros. __________________________________________________________________________________________________________

En la crónica anónima, de 1600, publicada por el P. Fernando Mateos, S. J. [12] se encuentra la biografía del P. Alonso de Barzana. La pronta redacción de esa biografía es ya una prueba de la opinión que se tenía de sus virtudes y talentos. Dice la crónica:

“Aunque en los demás colegios donde estuvo este insigne varón, se dirá lo que en ellos le pasó, por haber obrado en todos ellos cosas muy dignas de recordación, particularmente en Lima, Arequipa, Potosí y en las misiones de Tucumán y Paraguay, donde hizo cosas dignas de eterna memoria y de tanta virtud y ejemplo, que con razón fue llamado de todo este reino apóstol del Pirú, en este se dirá lo que le toca por haber muerto y vivido en él en su primera fundación, como arriba se dijo.

Estando el P. Alonso de Barzana en la misión del Paraguay, más de seiscientas leguas de esta ciudad del Cuzco, viendo los superiores ya que estaba muy viejo y cansado con tan largas peregrinaciones y dichosos trabajos, les pareció que se volviese al Pirú antes que llegase el término de su dichosa vida, para que la acabase en el cuerpo de la provincia, con grande consuelo de toda ella, que en una congregación provincial lo pidió con muchas veras, y aunque él reparaba en que su vocación y firme propósito que siempre había tenido era de vivir y morir en misiones, y dar la vida por los naturales, feneciendo en aquella latísima provincia, en la cual Dios nuestro Señor se había dignado de obrar por su medio cosas maravillosas, pero llegándole al fin orden del P. Juan Sebastián, provincial que a la sazón era de esta provincia, que se viniese a la provincia donde era tan deseado, y que para su morada y habitación escogiese el colegio que más gustase de toda ella, bajó la cabeza como verdadero obediente que siempre fue, y señaladísimo en esta virtud, y vino escogiendo este colegio del Cuzco, al cual llegó con mucho trabajo y cansancio por su mucha edad y vejez, en compañía de tres estudiantes que de allá trujo, naturales de aquel reino, pretendientes de la Compañía, criados a la leche de su sancta doctrina. Fue recebido en todos los colegios dor donde pasó, con grandísimo consuelo de los nuestros y devoción que recebían de ver un tan apostólico varón, pero en particular pasó esto en este colegio y en toda esta ciudad, asé en españoles como en los naturales, los cuales todos recibieron notable alegría por ver en su ciudad a su común padre y apóstol, y aunque el consuelo y el regocijo fue universal a todos, muy en particular lo fue para los indios, recibéndole con muchas lágrimas y pstrándose a sus pies, llámandole el padre sancto. El los regalaba y consolaba a todos con entrañas de verdadero padre.

El poco tiempo que estuvo en este colegio antes de su muerte, fue lleno de achaques y de enfermedades causadas de sus grandes trabajos y vejez, particularmente de la perlesía, como adelante se dirá. Con todo eso, se animaba a paredicar a los indios algunos domingos y hacía algunas pláticas a los de casa con mucho fervor y devoción, y siempre en ellas encargaba este ministerio de los indios, tan agradable a los ojos de Dios. Al cabo de un año poco más, fue nuestro Señor servido de llevalle para sí, dándole el premio de sus trabajos y largas peregrinaciones, las cuales hizo con grande espíritu y fervor por dilatar en estos nuevos reinos la fe de Jesucristo y su santo nombre. Murió víspera de la circuncisión, día para él muy alegre y regocijado por ser festividad a quien tenía gran devoción y reverencia. Levantose aquélla mañana como siempre tenía de costumbre para alabar a su buen Jesús, y visitándole el médico, como otras veces solía, le halló sin pulso. Avisó el médico al Padre Rector cómo estaba mortal. El Padre Rector dijo al buen Padre que se aostase porque estaba muy malo y con peligro de la vida. Aceptó la obediencia de muy buena gana y la dichosa nueva de su breve jornada cum gratiarum actione [13], diciendo: Sea el Señor glorificado. Hágase en mí su santa voluntad. Y esto con los ojos bajos y el bonete quitado en la mano, que era su ordinaria postura cuando hablaba o tartaba con los superiores, por el respecto y rendimiento grande que les tenía. Pidió luego el santísimo sacramento de la eucaristía y extremaunción, los cuales recibió con extraordinaria devoción y ternura, y acabados de recibir y rezando, y adorando muchas veces con la mesma ternura y devoción una umagen pequeña de Nuestra Señora y cruz de reliquias que siempre traía, invocando también muchas veces de la misma manera el dulcísimo nombre de Jesús, dio el alma a su Creador y Señor, quedando todo el colegio ternísimo por la falta de tan gran varón, y por otra parte con mucho consuelo por el raro ejemplo que así en vida como en muerte había dado como verdadero hijo de la Compañía, y fue obrero de la vña del Señor incansable, en la cual trabajó cultivándola de día y de noche como buen labrador por espacio de 33 años que en ella estuvo. Varón sin duda perfecto y casa donde habitaba el verdadero Dios de Sión, en quien resplandecieron grandes virtudes acompañadas con muchas letras y doctrina. Fue maravilloso en la virtud de la caridad, porque después que Dios Nuestro Señor con su luz y conocimiento, se ofreció a la divina majestad en sacrificio para emplearse en la conversión de la gentilidad con un fuego encendidísimo del divino amor y de la reducción de las almas al conocimiento de su verdadero Dios, y de aquí procedían centellas muy abrasadas, cuales eran el júbilo y gozo que su alma sentía, cuando consideraba en Europa la copiosa y dichosa mies que Dios le tenía aparejada en las Indias, y el deseo eficaz que tenía de verse ya en ellas, y fue est en tanto grado que desde españa comenzó a aprender la lengua general de este reino. Cumpliole Nuestro Señor sus deseos, y así, los superiores, a instancia suya le enviaron a estas partes. En el camino se comenzó a ensayar, porque sin perdonar trabajo ninguno ansí en la mar como en la tierra, hacía mucho fructo en las almas con los ministerios de nuestra Compañía principalmente, confesando y predicando con notable fervor y edificación de los prójimos en los puertos donde llegaba. Cogiose mucho fructo en este viaje por medio de este padre, y resultó dél gran bien para muchas almas.

Luego como llegó a Lima se comenzó a ejercitar en confesar y predicar con más fervor que nunca. Acudía a muchas obras pías y al remedio de almas muy necesitadas. Al cabo de muchos días, por acudir a su vocación, sabiendo que en esta ciudad del Cusco y su contorno había muy copiosa mies de la que él buscaba, y ésta muy necesitada, pidió con muchas veras a los superiores le diesen licencia para emplearse en ella, pues éste era el deseo que de Casti lla le había traído. Acudieron los superiores a su gusto y petición por estar cierto que estaba fundada en espíritu del cielo y celo de las almas y honra de Dios, y así le enviaron a esta ciudad. Llegado que fue a ella, puso la proa en perficionarse en la lengua quichua, la más general que en este reino corre, que por ser esta ciudad cabeza destos reinos, asiento y corte, como dicho es, de los reyes ingas, se habla en ella con más pulicía y exacción que en parte ninguna. Y no por esto dejaba de acudir a la gente española desta ciudad, que es mucha y muy lucida. Hizo muchos sermones y de mucha importancia en presencia del virrey don Francisco de Toledo, que había subido a visitar la tierra, y de lo mejor del reino, y así, el virrey, como todo el resto del Perú le reverenciaban y acataban como a varón santo y apostólico. Hallose en la muerte de Amaro Inga [14], heredero por sucesión destos reinos. Baptizole y ayudole para la muerte, y como el fuego del amor de Dios y del prójimo, abrasaba su corazón en vivas llamas, siempre buscaba las cosas más arduas y dificultosas, que no alzaba la mano hasta salir con ellas.

Sería nunca acabar poner aquí por extenso las confesiones generales que hacía de todo género de gentes, el mucho número de almas de todos estados que por su medio y predicación se redujeron a su Criador y Señor, unas que con libertad de la tierra y poco freno con las muchas riquezas, poderío y mando, andaban como ovejas descarriadas, engolfadas en un piélago y abismo de vicios y pecados, sin saber qué cosa era Dios y sacramentos de la Iglesia, otras que con la falta de doctrina y enseñanza, y con el mal ejemplo de muchos, como mal habituadas a la embriaguez, idolatría y falso culto de dioses vanos, dejando el conocimiento de su verdadero Dios y la fe que habían profesado en el baptismo, se volvían a los ritos antiguos de su gentilidad . Visitó los condesuyos del Cuzco y de Arequipa, que son provincias latísimas y de gran suma de almas muy necesitadas. Desbarató en ellas grandísimo número de guacas y adoratorios del demonio. Puso en toda ellas el verdadero estandarte de Cristo nuestro caudillo y verdadero capitán. Predicaba de ordinario contra los ritos gentílicos. Contra la adoración de cerros y valles, guacas y falsos dioses, y esto con tal fuerza de espíritu y fervor, que ponía admiración. Y con esto, el partido del demonio iba muy de rota, abatida, y el de Cristo en mucho crecimiento. Y en medio de estas ocupaciones y ejercicios tan importantes, compuso en la lengua de los indios un libro de sermones de las materias sobredichas, de gran provecho y trabajo, del cual se han aprovechado mucho los padres obreros de indios. Cuentan los nuestros que le acompañaron en algunas misiones como testigos de vista, el modo que en ellas tenía. Levantábase a medianoche, y hasta la mañana gastaba aquel tiempo en macerar su cuerpo con disciplinas y continua oración. Llegado el día se confesaba y decía misa. Luego predicaba, y después del sermón, que era con el fervor, espíritu y provecho ya dicho, se ponía a confesar hasta que le decían que era hora de comer, y en descansando media hora, rezaba las horas canónicas con mucha atención y devoción, y luego al punto se volvía al confesonario, en el cual se estaba hasta la noche, y muchas veces gastaba en esto dos o tres horas de la noche y más, y en acudir a las necesidades espirituales y corporales de todo género de gente, sin hacer diferencia de personas ningunas. Y antes que saliese de esta ciudad animó a los padres obreros para que llevasen adelante lo comenzado, y para ello dio medios eficaces, y por la misericordia de Dios, hasta hoy día ha ido y va en mucho crecimiento la buena semilla que el padre Alonso de Barzana sembró en esta ciudad y su contorno.

No contentándose con esto, pidió licencia a la santa obediencia para ir a la provincia del Collao, con deseo de aprender más lenguas para más ayudar a los naturales, y en el asiento que la Compañía tiene en Juli aprendió con gtan facilidad la lengua aymara y predicó en ella mucho tiempo, y hizo gran provecho en las almas, como en la quichoa, en muchas provincias, particularmente en el Collao, Chuquiago y Potosí. Y llamándole el Señor a cosas mayores y para almas más necesitadas, su Majestad le dio deseo de aprender la lengua puquina, que es dificultosísima, y salió de tal suerte con ella, que hizo grande fructo en las almas con nuestros ministerios, y la redijo a arte, cosa nunca vista. Y viendo los superiores lo mucho que la divina bondad obraba por medio deste su siervo, la grande fama y opinión que volaba por todas partes de su virtud y santidad, y del provecho que hacía en las almas por medio de la predicación, y cómo la divina Majestad de nuestro Señor Dios le había dado don de lenguas, le encargaron la misión de Tucumán, tierra muy ancha y remota y de almas muy necesitadas. Preparose aquellos días con oración más continua y prolija y con más fervientes y rigurosas penitencias, pidiendo instantemente a nuestro Señor encaminase aquella misión a mayor honra y gloria suya y exaltación de su sancta fe, y tratándolo con algunos padres de la Compañía, siervos de Dios y de experiencia, que a la sazón estaban en Potosí, a quienes con instancia pidió mirasen con atención negocio tan grave y le ayudasen a encomendarlo a Nuestro Señor. Hiciéronlo así, y al cabo de algunos días, tomando el parecer y consejo de los dichos padres, que le aseguraron ser la voluntad del Señor, se puso en camino con otros dos compañeros y anduvo más de cuatrocientas leguas por arenales, tierras ásperas y despobladas, entrando por provincias de indios infieles y de guerra, y esto andando de pueblo en pueblo y sin abrigo, y a veces por montañas ásperas y ríos caudalosos, y aun por atolladeros y ciénegas de grande riesgo, y durmiendo de ordinario en los campos con poco refrigerio y sujeto a las inclemencias del cielo, y por más regalo, debajo de los árboles y en las chozas de los indios, y sustentándose de sus manjares viles y groseros, y a veces estuvo en pueblos y provincias donde por mucho tiempo se sustentó con yucas silvestres, que son ciertas raíces, y la salsa o sal era carbón molido, que es el pan y carne y ordinario mantenimiento de los habitadores de aquellas partes. Muchas veces se vio en manifiesto riesgo y peligro de perder la vida, pero con todos estos trabajos, estaba como una roca firme a las borrascas y tempestades del mar. Era cosa de admiración a todos los que le vían con cuánta seguridad y firmeza estaba asido de Dios, poniendo en Él toda su confianza. Decía muchas veces: Vos, Señor, me enviastes. Vos me ayudarés y labraréis o haréis lo que más convenga a vuestra gloria y honra y a la salvación de las almas y ayuda de los que redimistes con vuestra preciosa sangre, muerte y pasión.

Determinó para mejor ayudar a aquella pobre gente tan desamparada, de aprender la lengua tonocote y la huaraní, que son las que corren entre aquellas naciones. Y para decillo en breve suma, y para que se vea el don de lenguas que Nuestro Señor comunicó a este padre, y el celo que tenía de la salvación de las almas y la caridad encendida y abrasada con que las amaba, seis o siete fueron las lenguas que aprendió en estas partes, en las cuales catequisó, confesó y predicó, y de ellas hizo muchos preceptos, y de algunas compuso artes[15]. Y fuera de éstas, compuso con gran trabajo, en preceptos, la lengua de los frentones, que es muy ardua y dificultosa. Y con éstas, son siete las que sabía, en las cuales confesó y predicó más de diez y seis años con gran gozo y alegría espiritual suya y aprovechamiento de muchas y remotísimas naciones. Y fuera de los ministerios principales de confesión y predicación, se ocupaba con grande alegría y fervor, con tener muy lastimadas las piernas y llenas de llagas, cuyas bocas y señales duraron hasta su muerte, en buscar los indios por las punas y cerros, guacas y adoratorios, que allí estaban escondidos, adorando los falsos dioses, a los cuales catequizaba y enseñaba los misterios de nuestra santa fe de mil en mil y más. Provincia hubo en la cual catequizó por su persona pasadas de seis mil almas y las baptizó, y él mesmo dijo algunas veces que pasaban de diez y seis mil las personas que había baptizado en los reinos de Tucumán, después de catequizados y bien instruidos en las cosas de nuestra sancta fe católica. Refería también que la divina bondad de nuestro Criador y Señor milagrosamente le había guardado de mil peligros y dádole salud y conservádole las fuerzas corporales para poder llevar los increíbles trabajos que había padecido en aquellas provincias. Y bien se deja entender lo que trabajaría en catequizar, doctrinar y baptizar tanto número de almas, y más siendo tan corta la capacidad de la gente, por lo cual era necesario repetir infinitas veces una misma cosa, y estar en continuo ejercicio de catecismo de noche y de día, y aunque hartas veces sentía la cabeza muy flaca y fatigada con el mucho trabajo y cansancio, y el cuerpo muy debilitado por ser entonces de edad de sesenta y ocho años, y andar muy de ordinario a pie y casi descalzo, entre infieles y gente idólatra, sin regalo ninguno, con todo eso el fervor del espíritu era tal, que daba cada día nuevo esfuerzo y aliento al cuerpo cansado, y sacaba, como dicen, fuerzas de flaqueza. Fue al reino del Paraguay, en el cual hizo cosas no menos maravillosas, que se referirán en particular en la historia de aquella misión. Al cabo de tan loables trabajos, fue Nuestro Señor servido de ejercitar a su siervo con una grave enfermedad de perlesía.

Fue mucha ña perfección que Nuestro Señor le dio en la virtud de la obediencia, y grande la sujeción, rendimiento, reverencia, y obediencia que a los superiores tenía, tanto que su común frasis y manera de hablar, así en cartas como fuera de ellas, era llamarlos su vicedios en la tierra. Fue siempre verbo et opere [16] un vivo retrato y dechado de esta virtud. Nunca jamás replicó a cosa ninguna que se le ordenase de parte de la obediencia, ni proponía, ni se sintió en él contradicción alguna, aun en las cosas mínimas, y mucho menos en las mayores, como cuando se le ordenó que se fuese a Tucumán, Paraguay y Río de la Plata, y otras partes semejantes. En las obediencias grandes y pequeñas, su ordinaria y común respuesta era: Hágase en mí la voluntad del Señor y Vamos donde nos enviaren, que allí hallaremos a Dios. De aquí procedía la grande indiferencia que tenía a los superiores. Dejábase en sus manos para que hiciesen lo que quisiesen y dispusiesen a su gusto y voluntad, como un cordero o una cosa sin juicio y sin sentido, como lo experimentamos todos en cosas bien arduas y difíciles. De aquí nacía la llaneza, verdad y claridad que con los superiores tenía, y por esta causa siempre se confesaba con ellos y no daba un paso que no fuese con su orden y licencia, y con la misma exacción y puntualidad seguía la dirección del superior en las cosas mayores que en las menores, cmunicándolas todas con misa, dónde y a qué hora, cuándo había de comer, qué cosas y en qué partes, y otras circunstancias tales, que ponían admiración a los que tratan este lenguaje. Causábanos ternura y devoción ver a un hombre tan cano y venerable, todo calvo y más blanco que una paloma, de las partes y dones que todos sabíamos, estar delante de cualquier mozo, como fuese superior, como un niño de pie y desbonetado y con los ojos en la tierra, esperando su dirección. Y finalmente, para él no era menester expreso mandamiento. Bastaba cualquier señal o significación de la voluntad de su vicediós, com él decía. Y qué maravilla que tuviese tan perfecta obediencia a los superiores que están en lugar de Dios, el que la tenía con tanta punctualidad y exacción a los que estaban en lugar de los dichos superiores, o ellos nombraban y señalaban por sus inmediatos instrumentos, como el sacristán, enfermero, y otros oficiales semejantes.nservd de mil peligros y d le hab__________________________________________________________________________________________ Y aunque pudiera probar esto con mucho número de ejemplos, sólo diré uno por haber sucedido un cuarto de hora antes de su muerte. Había prometido el buen padre a su enfermero, mucho antes, en sus achaques y enfermedades, que le había de obedecer hasta la muerte, y estando ya en aquel artículo, y vuelto hacia la pared, porque acaso no se nos quedase muerto en aquella postura, sin que lo viésemos expirar, le rogamos los circunstantes que nos hallamos presentes, que volviese el rostro hacia nosotros para nuestro alivio y consuelo, pero estábase como una piedra inmoble y sin respondernos cosa alguna, hasta que llegándose el enfermero, con voz alta le dijo: Padre Alonso de Barzana, Vuestra Reverencia se vuelva hacia nosotros porque así conviene. Y como si resucitara o despertara de un sueño pesado, volvió el rostro a la voz del enfermero, que tenía en lugar de su superior y de Dios, y volviéndose con el mayor ímpetu y ligereza que pudo, le dijo: Ea, hermano, que aquí estoy. Vea lo quq quiere que haga. Y desta manera murió dentro de un cuarto de hora, obedeciendo hasta la muerte. Y como vir obediens loquetur victorias, como dice el Espíritu Santoo dice el Esp 28).s (El var________________________________________________________________________________________________ [17] . Y este buen padre se señaló tanto en esta virtud, por medio de la cual confesaba y decía muchas veces haber recebido grandes misericordias y mercedes de la mano del Señor. Nacía como de una fuente o manantial la victoria grande que había alcanzado de sus inclinaciones y apetitos, con una paz y tranquilidad grandísima de su hombre interior y exterior, señalándose con gran perfección en la mortificación de sus sentidos. De aquí, una grande modestia y composición, sinceridad y llaneza columbina [18], con la prudencia y discreción necesarias. De aquí, la afabilidad que tenía y buen trato con todos, de suerte que ricos y pobres, grandes y pequeños, quería meter en sus entrañas. Y así, acudía a él todo el mundo con confianza de hijos a padre verdadero. De aquí la misericordia, piedad y compasión que tenía con los aflogidos y desconsolados. Y en esta parte le había hecho el Señor tanta merced, que raras veces llegaban a él almas afligidas y desconsoladas, que no saliesen con notable alivio y consuelo. Sucedió a una persona virtuosa, entre otras muchas, que como se hallase turbada y afligida con una inquietud y tentación que la traía muy inquieta y desasosegada, y no aprovechándole varios medios y trazas que había tomado para alcanzar reposo y descanso, determinose descubrir su pecho al P. Alonso de Barzana y manifestalle la borrasca de olas y tempestades que el demonio había levantado en su alma, y los medios que para su remedio había buscado. El padre le oyó con mucha atención y respondió con la risa y la alegría acostumbrada: No se tomen esos medios, señor, que ha puesto, sino éstos que yo le daré. Sosegose luego la mar con ellos y cesó la tempestad, de tal suerte que el demonio nunca jamás le volvió a combatir, lo cual contaba esta persona virtuosa con mucha ternura y devoción.

De aquesta virtud también nacía la rara mansedumbre y humildad de que Dios dotó a este su siervo, procediendo como un manso cordero y sin hiel con todos, particularmente con los indios, que por ser gente humilde y pobre y de poca capacidad, necesariamente ha de tener mil importunidades y niñerías enfadosas, que no lo eran para el buen padre, teniéndose por el hombre más vol y bajo del mundo, y por indigno del pan que comía y del lugar que ocupaba, aunque estas virtudes y otras muchas también procedían del trato frecuente y comunicación que tenía con Dios nuestro Señor, y de la virtud de la oración, en que floreció mucho. Gastaba en ella largo tiempo, y cuando sentía mayores aprietos y necesidades, o en sí o en sus prójimos, vacaba más a ella, como lo hacía en las misiones, o cuando se le ofrecía alguna obediencia o empresa grave. Y en las cosas más grandes y dificultosas se daba con más veras y fervor a la oración, y casi toda su vida era una continua oración y trato con Dios, porque todo el día y en todas las obras que hacía era su ordinario ejercicio hablar con Dios con palabras afectuosas y oraciones jaculatorias. Y así andaba de día y de noche en la presencia de su Criador y Señor. En todos los peligros o negocios grandes o pequeños acudía a la fuente de la oración, y en ella le enseñaba el Señor lo que debía hacer. Contaron muchos que lo vieron por sus propios ojos, que saliendo una vez en Tucumán en compañía de muchos soldados, por indios infieles y de guerra que había por donde habían de pasar, y llegando a cierta sabana, de repente salió a ellos un ejército de indios, los cuales con grande denuedo comenzaron a flechar a los soldados que con el padre iban, y mientras los soldados se defendía varonilmente, él se retiró a una parte, y postrándose de rodillas ante su Dios, le pidió afectuosamente el remedio, y fue así, que con tardar la batalla buen rato, y ser sin comparación más los indios de guerra, los uestros quedaron vencedores y los indios huyeron, la cual maravilla atribuyeron todos a la fervorosa oración del Padre Barzana. Su ordinaria oración era de los atributos y perfecciones divinas, de la hermosura de los ángeles, de los cielos, de la gloria y bienaventuranza. Y para esto tomaba ocasión de las criaturas. Entrándole a ver un padre en su celda, antes de su muerte, le halló muy embebido y ocupado en la consideración atenta de unos claveles que el enfermero había puesto por orden en su mesa, y preguntándole el padre que qué hacía, él respondió: “Padre, estoy considerando el orden y concierto de los querubines que están en presencia de mi Señor, abrasados y encendidos en su amor. En la ciudad de Guamanga un religioso grave le llevó por recreación a su jardín, que con mucha curiosidad había plantado. El P. Barzana viendo la hermosura y belleza del jardín, comenzó según su costumbre, a entrar en la consideración de las cosas divinas y celestiales, y dijo al religioso: Estas acequias de agua, con su riego, hacen florecer todas las rosas y claveles de este jardín, mas la divina gracia, con su rocío, sustenta las almas puras y las hace que sean un huerto y paraíso agradable a Dios, el cual sea glorificado. Esto contaba el religioso con grande concepto y estima de la santidad del P. Barzana. Y a este talle sacaba de todas las criaturas alabanzas del Señor, como la abeja cuidadosa miel dulce y suave con que obra su panal, de todas las flores del campo”.


[1] De la provincia de Castilla eran: Bartolomé Hernández. Juan García y Juan Hernández; de la provincia de Toledo: Rodrigo Alvarez, Juan de Zúñiga, Diego Ortuño, Juan de Casasola; de la provincia de Andalucía: Hernán Sánchez , Alonso de Barzana, Diego Martínez , Sebastián Amador, Juan Gómez.

[2] Vargas Ugarte, Rubén, S.J. Historia de la Compañía de Jesús en el Perú, I, p. 161, Burgos, 1963.

[3] Baltasar de Piñas.

[4] Arch. Per. Congregaciones Provinciales (1576-1620).

[5] Los revisores fueron Fray Juan de Almaraz, agustino; Fray Alonso Díaz, mercedario, Fray Pedro Bedón y Fray Lorenzo González, dominicos, y el presbítero Martín de Soto.

[6] Santiago del Estero.

[7] Barrasa, Jacinto, S.J.. Historia de la Provincia del Perú. Manuscrito, p. 637 y siguientes. Carta citada por el P. Rubén Vargas Ugarte. Historia de la Compañía de Jesús en el Perú, T. 1, p.p. 193-194).

[8] C.I. Organización de la Iglesia en el Virreinato del Perú, vol.I, p. 363, nota. Carta citada por el P. Rubén Vargas Ugarte en: Historia de la Compañía de Jesús en el Perú, T. 11, p.p.383.111111

[9] Pastells Pablo, S.J. Historia de la Compañía de Jesús en la provincia del Paraguay. T. 1, p.285.

[10] Guaraníes de Aracayú.

[11] Pastells Pablo, S.J. Historia de la Compañía de Jesús en la Provincia del Paraguay. T. 2, p. 124.

[12] Historia General de la Compañía de Jesús en la provincia del Perú. Crónica anónima de 1600 que trata del establecimiento y misiones de la Compañía de Jesús en los países de habla española en la América Meridional. Edición preparada por F. Mateos, S..J. Madrid, 1944. T. II., pp.56-69).

[13] Cum gratiarum actione (En acción de gracias).

[14] Tupac Amaru (Tupaq Amaru).

[15] Arte (Gramática).

[16] Verbo et opere (De palabra y de obra).

[17] Vir obediens loquetur victorias (El varón obediente contará victorias) (Proverbios 21, 28).

[18] Columbina (De paloma).