miércoles, 18 de julio de 2007

Miguel Angel Buonarotti

Miguel Angel Buonarotti,
el genio de la escultura,
del color y la armonía,
un seis de marzo nació
en la ciudad de Capresa.

Amó el arte desde niño
y quiso ser un artista.
Se opusieron a la idea
los amigos y parientes,
y no pudo por entonces
satisfacer sus deseos.

Al cabo de algunos años,
el padre consintió al fin,
en mandar a Miguelín,
a casa de Ghirlandaio
en la ciudad de Florencia.

Trabajó allí con tesón
muchísimas esculturas,
causando la admiración
de Lorenzo y sus amigos.

Maravillado el Médicis
a su corte lo llevó.
Fue tratado por Lorenzo
como el mejor de sus hijos.
Allí su arte progresó
y mejoró su escultura.

La fama de Miguel Angel
a oídos del papa llegó,
y al instante lo llamó
a decorar la Sixtina.

Tuvo el artista en vida
muchísimos enemigos.
Entre los cuales estaba
un astuto cardenal
que mucho lo molestaba.

Miguel Angel, fastidiado,
pintando "El juicio final",
envió a dicho cardenal
a la sección del infierno.

Ya muy anciano murió
en la ciudad de los papas.
Dejó a la posteridad
belleza y grandiosidad.

lunes, 2 de julio de 2007

Alonso de Barzana

Alonso de Barzana nació en 1530 en Belinchón (Cuenca), España. Hechos sus primeros estudios en Belinchón, los continuó en Baeza, Jaén, a donde se fue a vivir su padre, médico de profesión. En la universidad de Baeza obtuvo los grados de maestro en artes (filosofía) y bachiller en teología. Fue discípulo de Juan de Avila, famoso predicador rural. Se ordenó sacerdote en 1555 en Baeza. Después de 10 años de ejercicio del ministerio sacerdotal entró a la Compañía el 28 de agosto de 1565 en Sevilla.

En 1568 don Francisco de Toledo fue nombrado virrey del Perú. Apenas nombrado, en carta del 5 de julio de 1568, escribió al P. general Francisco de Borja, amigo de su familia, pidiéndole que destinara al Perú cuatro o más jesuitas. Probablemente por insinuación de Toledo, el rey Felipe II, el 12 de agosto escribió al P. Borja pidiéndole expresamente que fueran destinados los P.P. Martín Gutiérrez y Gonzalo González. Añadía el rey que el P. Gutiérrez fuera nombrado comisario de todos los jesuitas en el virreinato del Perú. Se desestimó esa sugerencia. En carta del 11 de octubre Felipe II pidió al P. Borja que fueran enviados al Perú al menos 20 jesuitas. El P. Borja designó a los padres Bartolomé Hernández , Juan García, Hernán Sánchez, Alonso de Barzana y Rodrigo Alvarez; a los escolares Sebastián Amador, Juan Gómez. Juan de Zúñiga, Diego Ortuño y Antonio Martínez; y a los hermanos Diego Martínez, Juan de Casasola y Juan Hernández [1].

Destinado al virreinato del Perú, debido a las peripecias del viaje llegó bastante maltrecho a Lima en 1569. En Sevilla, en espera de un barco, y luego durante el viaje, estudió quechua en la gramática del dominico fray Domingo de Santo Tomás, publicada en 1560, y ya en Lima continuó asiduamente ese estudioestinado al virreinatoonisterio sacerdotaler___________________________________________________________________________________. Muy pronto pudo trabajar entre los indios en las doctrinas de Santiago del Cercado, en las afueras de Lima, y en la de Huarochiri, también dentro de la jurisdicción de Lima.

En los diversos informes, desde 1571 a 1576, se dice de Barzana que es “muy siervo de Dios” y buen predicador, “con caudal para leer una cátedra, pero sin talento para gobernar”. Se señala que no está amoldado al instituto de la Compañía de Jesús, aunque más tarde se le reconoce como muy afecto a él. Se destaca que sabe muy bien el quechua y el aymara. Estando en el Cusco en 1572, catequizó a Tupac Amaru, el último inca, condenado a muerte por el virrey Toledo. En 1573 fue uno de los fundadores del colegio de La Paz. En 1574 predicó en Arequipa y Potosí, en quechua, y en 1575 en aymara en la zona del lago Titicaca, en Chucuito y en La Paz.

En la primera congregación provincial (1576) se insistió en dar más importancia que la que se daba, al ministerio pastoral entre los indios. Dice el P. Rubén Vargas Ugarte, S.J.:

“Como se había resuelto en la Congregación Provincial, los jesuitas no descuidaron el ministerio de las misiones rurales, antes bien, se esforzaron en ayudar de esta manera a los indios y, ciertamente, con abundante fruto. En el año 1576, el P. Barzana, en compañía de otro padre y de un hermano, pasó los primeros días del año al repartimiento de San Pedro Mama, donde se detuvo unas cuatro semanas, logrando que se confesasen muchos indios e incluso los caciques, como sucedió en Guanchor. Pasó luego al distrito de Huarochiri, y en estos pueblos se detuvo hasta la Pascua, con grandes concursos (…..) Bajó luego a la quebrada de Lurín, y habiéndose detenido unos dos días en San Francisco de Sisicaya, pasó a Lima, llamado por el P. Visitador” [2] y se decidió la redacción de gramáticas y catecismos en quechua y aymara. En octubre de ese mismo año hubo otra congregación provincial para elegir procurador, y se encomendó a Barzana la tarea de redactar las obras citadas. Dicen las actas que se decidió que “el P. Maestro Barzana acabase de enmendar y corregir el catecismo breve, arte y confesionario en la lengua quichua y aymara con sus dos sumarios para los viejos y que el P. Procurador [3] los lleve e haga imprimir (….), dejados por agora los catecismos y vocabularios más copiosos para otro tiempo, que estén acabados y puestos en perfección” [4].

El 19 de noviembre de 1576 el P.General Everardo Mercuriano, en respuesta a una carta de Barzana, perdida, lo felicita por sus obras en quechua. Le dice, además, que su voto de ir a la China queda conmutado “en esa tierra, donde hay más disposición de predicar el evangelio que en la China”. Las obras del P. Barzana nunca se imprimieron. En cambio, es muy probable que hayan servido de base a las traducciones al quechua y aymara del catecismo trilingüe del tercer concilio limense.

También en noviembre de 1576 la Compañía se hizo cargo de la doctrina aymara de Juli, en la región del lago Titicaca, hasta entonces atendida por los dominicos. Barzana fue uno de los cuatro designados para atenderla. Cuando tuvo que partir a Arequipa, para abrir allí una nueva casa, los indios no cesaron de llorar en toda la tarde.

Después de asistir a la tercera congregación provincial de 1578, Barzana fue enviado a Potosí. Probablemente fue uno de los revisores [5] de la traducción al quechua y al aymara del catecismo del tercer concilio limense (1582-1583), redactada principalmente por el P. José de Acosta. Los traductores fueron los jesuitas Bartolomé de Santiago y Blas Valera, y los sacerdotes seculares Juan de Balboa, Alonso Martínez y Francisco Carrasco. En 1583 la audiencia de Charcas nombró al P. Barzana catedrático y examinador diocesano de quechua, aymara y puquina, que debían aprender los párrocos por orden de Felipe II.

En 1585, a petición del obispo de Tucumán, Francisco de Vitoria, O.P., se abrió allí a la Compañía un nuevo campo de trabajo. El provincial Juan de Atienza envió a Francisco de Angulo, que se encontraba en Lima y a Barzana, y a Barzana, que se encontraba en Potosí, a Santiago del Estero, donde se les unieron en 1586 tres padres procedentes del Brasil. Con uno de ellos, Manuel Ortega, Barzana recorrió las tierras de los tobas, mocobíes, diaguitas y chiriguanos. En 1588 acompañó al gobernador de Tucumán, Juan Ramírez de Velasco, en una entrada a la región de los belicosos calchaquíes. Sobre esa su entrada a la región de los calchaquíes escribió el P. Barzana:

“El valle de Calchaquí, tan conocido a costa de tanta sangre en el derramada, corre trescientas leguas o más de norte a sur y catorce leguas de Salta por la parte del oriente. Es todo de riego y muchas comidas por los muchos ríos que lo atraviesan. Está poblado de diversas naciones, todas muy flecheras, que son; pulares, chucuanas, diaguitas, calchaquíes, y de esta última se llama todo el valle por un indio llamado Calchaquí, que lo mandaba todo. Este valle fue antiguamente rendido y conquistado por el inca y hasta ahora vemos caseríos y fortalezas suyas bien grandes. Nunca pudieron ser conquistados por fuerza de los españoles hasta que un capitán llamado Juan Pérez, con amor y buenas obras, redujo al capitán Calchaquí a su buena amistad, y pudo tanto con él, que le trajo a la ciudad de Santiago [6], y lo hizo cristiano. Vuelto este cacique a su tierra, conservaba la paz con los españoles hasta que vio que un fulano de Castañeda, que vino a tomar residencia a Juan Pérez, trató muy mal al residenciado, de lo cual tomó tanta rabia el calchaquí, que se alzó, y con él todo el valle, y ha estado ne menos de 27 años alzada esta nación, sin poderla rendir, y era tanto el atrevimiento de los indios, que hasta a la mesma ciudad de Salta venían a pelear con los españoles” [7]. En 1591, después de dar misiones entre los lulas, pasó a la gobernación de Asunción. El P. Rubén Vargas Ugarte transcribe una carta del P. Barzana al P. Juan Jerónimo, sin indicació de fecha:

“Vuestra Reverencia se ría también de que un viejo de sesenta y tres años, al cabo de haber sabido las lenguas del Pirú y de las más principales de la gobernación de Tucumán, ando ahora miuy ocupado en saber muchas otras lenguas bárbaras y particularmente la de los chiriguanaes, gente feroz y sangriente y que comen carne humana, y deseo que me tome la muerte predicándoles el evangelio de paz y de la vida. Estoy ya muy viejo y cubierto de canas, del todo sin dientes. He estado solo dos años en tierra de infieles en compañía de un padre tan hijo de mi corazón y tan cortado a la medida de mis deseos, como lo fue en otro tiempo para mí mi padre Juan Jerónimo. Nació en los reinos del Perú y diómelo Dios nuestro Señor, agora 23 o 24 años ha, recién venido yo de España. Ha que está en la Compañía más de 20 años. No sabe tanta teología como mi padre Jerónimo, pero sabe más lenguas de los indios para predicarles que no Vuestra Reverencia, y ha traído muchas almas a su Criador. Llámase el P. Pedro de Añasco, que en mi vejez es todo mi consuelo y alivio” [8]

En febrero de 1594 escribió desde Asunción, al provincial Juan Sebastián, que aunque estudiaba la lengua guaraní cada día, y sabía más preceptos de ella que de ninguna otra de las que estudiaba, no acertaría a pronunciarla en toda su vida.

El capitán Juan González de Acebedo, el 8 de abril de 1617 presentó al rey y al real consejo de Indias un memorial sobre “la disminución de los indios del Perú a consecuencia del trabajo en las minas”. Yendo más allá del título del memorial, después de dar un informe detallado sobre la situación de los indios en las audiencias de Lima y Charcas (La Plata), donde propiamente se llevaba a cabo el trabajo de los indios en las minas de Potosí, pasa a informar sobre la situación de los indios en las gobernaciones de Tucumán, del Río de la Plata (Buenos Aires), y del Paraguay (Asunción). En uno de sus acápites menciona al P. Barzana. Dice así: “Los matarás eran 8.000, y los convirtió y juntó en pueblo el P. Alonso Bárcena, y en el alzamiento de los frentones y calchaquís contra la Concepción del Bermejo, en cuyas vecindades habitaban, transmigraron al Salado, donde se conservan como unos 300” [9] .

En el memorial de 1646, presentado al real consejo de Indias por el P. Juan Pastor, S.J. sobre “las provincias del Paraguay, Tucumán y Río de la Plata”, hay una referencia a la labor del P. Barzana: “El año de 43 salió el P. Justo Mancilla por aquellos mismos montes, de donde los sobredichos infieles [10] habían venido, a reconocer la gente que por allí había. Llegó a un desierto o despoblado donde algunos dellos solían andar como fieras, y no halló a ninguno. Estando en este paraje, vieron de repente venir tres indios para ellos, mas entendiendo que eran españoles, arrancaron a huir metiéndose a toda priesa en el monte. Fueron a su alcance algunos de los nuestros, y todos tres vinieron muy alegres a ver al P. Justo, agradeciéndole hubiese entrado en su tierra, añadiendo que el P. Alonso de Brazana, apóstol de muchas gentes, había andado por aquellas tierras, habían deseado tener algún padre de la Compañía, el día siguiente trajeron sus hijos y mujeres y otras cinco familias con toda su chusma, y de allí avisaron a otros, y éstos a otros, y así fue corriendo la voz, y vinieron muchos, los cuales, en señal de que deseaban y querían tener en sus tierras padres de la Compañía y hacerse cristianos, se cortaron las cabelleras, que es la mayor hazaña que hacen estos indios en su infidelidad” [11]. el d de la Compañs tierras, habiendo que el P. vinieron muy alegresmas entendiendo que eran españoles, arrancaron a huir met os indios, recibcibieron notable alegr_________________________________________________ a

Estando ya muy enfermo, a principios de 1597, el P. Sebastián lo mandó a Lima para ser mejor atendido. No llegó a Lima. Murió en el Cuzco el 31 de diciembre de 1597. Barzana se destacó por su espíritu apostólico y por su extraordinaria capacidad para el aprendizaje de idiomas. Aprendió quechua, aymara, puquina, chiriguano (variante del guaraní), tonocoté y kakán, sobre los que dejó apuntes manuscritos que fueron usados por los misioneros. __________________________________________________________________________________________________________

En la crónica anónima, de 1600, publicada por el P. Fernando Mateos, S. J. [12] se encuentra la biografía del P. Alonso de Barzana. La pronta redacción de esa biografía es ya una prueba de la opinión que se tenía de sus virtudes y talentos. Dice la crónica:

“Aunque en los demás colegios donde estuvo este insigne varón, se dirá lo que en ellos le pasó, por haber obrado en todos ellos cosas muy dignas de recordación, particularmente en Lima, Arequipa, Potosí y en las misiones de Tucumán y Paraguay, donde hizo cosas dignas de eterna memoria y de tanta virtud y ejemplo, que con razón fue llamado de todo este reino apóstol del Pirú, en este se dirá lo que le toca por haber muerto y vivido en él en su primera fundación, como arriba se dijo.

Estando el P. Alonso de Barzana en la misión del Paraguay, más de seiscientas leguas de esta ciudad del Cuzco, viendo los superiores ya que estaba muy viejo y cansado con tan largas peregrinaciones y dichosos trabajos, les pareció que se volviese al Pirú antes que llegase el término de su dichosa vida, para que la acabase en el cuerpo de la provincia, con grande consuelo de toda ella, que en una congregación provincial lo pidió con muchas veras, y aunque él reparaba en que su vocación y firme propósito que siempre había tenido era de vivir y morir en misiones, y dar la vida por los naturales, feneciendo en aquella latísima provincia, en la cual Dios nuestro Señor se había dignado de obrar por su medio cosas maravillosas, pero llegándole al fin orden del P. Juan Sebastián, provincial que a la sazón era de esta provincia, que se viniese a la provincia donde era tan deseado, y que para su morada y habitación escogiese el colegio que más gustase de toda ella, bajó la cabeza como verdadero obediente que siempre fue, y señaladísimo en esta virtud, y vino escogiendo este colegio del Cuzco, al cual llegó con mucho trabajo y cansancio por su mucha edad y vejez, en compañía de tres estudiantes que de allá trujo, naturales de aquel reino, pretendientes de la Compañía, criados a la leche de su sancta doctrina. Fue recebido en todos los colegios dor donde pasó, con grandísimo consuelo de los nuestros y devoción que recebían de ver un tan apostólico varón, pero en particular pasó esto en este colegio y en toda esta ciudad, asé en españoles como en los naturales, los cuales todos recibieron notable alegría por ver en su ciudad a su común padre y apóstol, y aunque el consuelo y el regocijo fue universal a todos, muy en particular lo fue para los indios, recibéndole con muchas lágrimas y pstrándose a sus pies, llámandole el padre sancto. El los regalaba y consolaba a todos con entrañas de verdadero padre.

El poco tiempo que estuvo en este colegio antes de su muerte, fue lleno de achaques y de enfermedades causadas de sus grandes trabajos y vejez, particularmente de la perlesía, como adelante se dirá. Con todo eso, se animaba a paredicar a los indios algunos domingos y hacía algunas pláticas a los de casa con mucho fervor y devoción, y siempre en ellas encargaba este ministerio de los indios, tan agradable a los ojos de Dios. Al cabo de un año poco más, fue nuestro Señor servido de llevalle para sí, dándole el premio de sus trabajos y largas peregrinaciones, las cuales hizo con grande espíritu y fervor por dilatar en estos nuevos reinos la fe de Jesucristo y su santo nombre. Murió víspera de la circuncisión, día para él muy alegre y regocijado por ser festividad a quien tenía gran devoción y reverencia. Levantose aquélla mañana como siempre tenía de costumbre para alabar a su buen Jesús, y visitándole el médico, como otras veces solía, le halló sin pulso. Avisó el médico al Padre Rector cómo estaba mortal. El Padre Rector dijo al buen Padre que se aostase porque estaba muy malo y con peligro de la vida. Aceptó la obediencia de muy buena gana y la dichosa nueva de su breve jornada cum gratiarum actione [13], diciendo: Sea el Señor glorificado. Hágase en mí su santa voluntad. Y esto con los ojos bajos y el bonete quitado en la mano, que era su ordinaria postura cuando hablaba o tartaba con los superiores, por el respecto y rendimiento grande que les tenía. Pidió luego el santísimo sacramento de la eucaristía y extremaunción, los cuales recibió con extraordinaria devoción y ternura, y acabados de recibir y rezando, y adorando muchas veces con la mesma ternura y devoción una umagen pequeña de Nuestra Señora y cruz de reliquias que siempre traía, invocando también muchas veces de la misma manera el dulcísimo nombre de Jesús, dio el alma a su Creador y Señor, quedando todo el colegio ternísimo por la falta de tan gran varón, y por otra parte con mucho consuelo por el raro ejemplo que así en vida como en muerte había dado como verdadero hijo de la Compañía, y fue obrero de la vña del Señor incansable, en la cual trabajó cultivándola de día y de noche como buen labrador por espacio de 33 años que en ella estuvo. Varón sin duda perfecto y casa donde habitaba el verdadero Dios de Sión, en quien resplandecieron grandes virtudes acompañadas con muchas letras y doctrina. Fue maravilloso en la virtud de la caridad, porque después que Dios Nuestro Señor con su luz y conocimiento, se ofreció a la divina majestad en sacrificio para emplearse en la conversión de la gentilidad con un fuego encendidísimo del divino amor y de la reducción de las almas al conocimiento de su verdadero Dios, y de aquí procedían centellas muy abrasadas, cuales eran el júbilo y gozo que su alma sentía, cuando consideraba en Europa la copiosa y dichosa mies que Dios le tenía aparejada en las Indias, y el deseo eficaz que tenía de verse ya en ellas, y fue est en tanto grado que desde españa comenzó a aprender la lengua general de este reino. Cumpliole Nuestro Señor sus deseos, y así, los superiores, a instancia suya le enviaron a estas partes. En el camino se comenzó a ensayar, porque sin perdonar trabajo ninguno ansí en la mar como en la tierra, hacía mucho fructo en las almas con los ministerios de nuestra Compañía principalmente, confesando y predicando con notable fervor y edificación de los prójimos en los puertos donde llegaba. Cogiose mucho fructo en este viaje por medio de este padre, y resultó dél gran bien para muchas almas.

Luego como llegó a Lima se comenzó a ejercitar en confesar y predicar con más fervor que nunca. Acudía a muchas obras pías y al remedio de almas muy necesitadas. Al cabo de muchos días, por acudir a su vocación, sabiendo que en esta ciudad del Cusco y su contorno había muy copiosa mies de la que él buscaba, y ésta muy necesitada, pidió con muchas veras a los superiores le diesen licencia para emplearse en ella, pues éste era el deseo que de Casti lla le había traído. Acudieron los superiores a su gusto y petición por estar cierto que estaba fundada en espíritu del cielo y celo de las almas y honra de Dios, y así le enviaron a esta ciudad. Llegado que fue a ella, puso la proa en perficionarse en la lengua quichua, la más general que en este reino corre, que por ser esta ciudad cabeza destos reinos, asiento y corte, como dicho es, de los reyes ingas, se habla en ella con más pulicía y exacción que en parte ninguna. Y no por esto dejaba de acudir a la gente española desta ciudad, que es mucha y muy lucida. Hizo muchos sermones y de mucha importancia en presencia del virrey don Francisco de Toledo, que había subido a visitar la tierra, y de lo mejor del reino, y así, el virrey, como todo el resto del Perú le reverenciaban y acataban como a varón santo y apostólico. Hallose en la muerte de Amaro Inga [14], heredero por sucesión destos reinos. Baptizole y ayudole para la muerte, y como el fuego del amor de Dios y del prójimo, abrasaba su corazón en vivas llamas, siempre buscaba las cosas más arduas y dificultosas, que no alzaba la mano hasta salir con ellas.

Sería nunca acabar poner aquí por extenso las confesiones generales que hacía de todo género de gentes, el mucho número de almas de todos estados que por su medio y predicación se redujeron a su Criador y Señor, unas que con libertad de la tierra y poco freno con las muchas riquezas, poderío y mando, andaban como ovejas descarriadas, engolfadas en un piélago y abismo de vicios y pecados, sin saber qué cosa era Dios y sacramentos de la Iglesia, otras que con la falta de doctrina y enseñanza, y con el mal ejemplo de muchos, como mal habituadas a la embriaguez, idolatría y falso culto de dioses vanos, dejando el conocimiento de su verdadero Dios y la fe que habían profesado en el baptismo, se volvían a los ritos antiguos de su gentilidad . Visitó los condesuyos del Cuzco y de Arequipa, que son provincias latísimas y de gran suma de almas muy necesitadas. Desbarató en ellas grandísimo número de guacas y adoratorios del demonio. Puso en toda ellas el verdadero estandarte de Cristo nuestro caudillo y verdadero capitán. Predicaba de ordinario contra los ritos gentílicos. Contra la adoración de cerros y valles, guacas y falsos dioses, y esto con tal fuerza de espíritu y fervor, que ponía admiración. Y con esto, el partido del demonio iba muy de rota, abatida, y el de Cristo en mucho crecimiento. Y en medio de estas ocupaciones y ejercicios tan importantes, compuso en la lengua de los indios un libro de sermones de las materias sobredichas, de gran provecho y trabajo, del cual se han aprovechado mucho los padres obreros de indios. Cuentan los nuestros que le acompañaron en algunas misiones como testigos de vista, el modo que en ellas tenía. Levantábase a medianoche, y hasta la mañana gastaba aquel tiempo en macerar su cuerpo con disciplinas y continua oración. Llegado el día se confesaba y decía misa. Luego predicaba, y después del sermón, que era con el fervor, espíritu y provecho ya dicho, se ponía a confesar hasta que le decían que era hora de comer, y en descansando media hora, rezaba las horas canónicas con mucha atención y devoción, y luego al punto se volvía al confesonario, en el cual se estaba hasta la noche, y muchas veces gastaba en esto dos o tres horas de la noche y más, y en acudir a las necesidades espirituales y corporales de todo género de gente, sin hacer diferencia de personas ningunas. Y antes que saliese de esta ciudad animó a los padres obreros para que llevasen adelante lo comenzado, y para ello dio medios eficaces, y por la misericordia de Dios, hasta hoy día ha ido y va en mucho crecimiento la buena semilla que el padre Alonso de Barzana sembró en esta ciudad y su contorno.

No contentándose con esto, pidió licencia a la santa obediencia para ir a la provincia del Collao, con deseo de aprender más lenguas para más ayudar a los naturales, y en el asiento que la Compañía tiene en Juli aprendió con gtan facilidad la lengua aymara y predicó en ella mucho tiempo, y hizo gran provecho en las almas, como en la quichoa, en muchas provincias, particularmente en el Collao, Chuquiago y Potosí. Y llamándole el Señor a cosas mayores y para almas más necesitadas, su Majestad le dio deseo de aprender la lengua puquina, que es dificultosísima, y salió de tal suerte con ella, que hizo grande fructo en las almas con nuestros ministerios, y la redijo a arte, cosa nunca vista. Y viendo los superiores lo mucho que la divina bondad obraba por medio deste su siervo, la grande fama y opinión que volaba por todas partes de su virtud y santidad, y del provecho que hacía en las almas por medio de la predicación, y cómo la divina Majestad de nuestro Señor Dios le había dado don de lenguas, le encargaron la misión de Tucumán, tierra muy ancha y remota y de almas muy necesitadas. Preparose aquellos días con oración más continua y prolija y con más fervientes y rigurosas penitencias, pidiendo instantemente a nuestro Señor encaminase aquella misión a mayor honra y gloria suya y exaltación de su sancta fe, y tratándolo con algunos padres de la Compañía, siervos de Dios y de experiencia, que a la sazón estaban en Potosí, a quienes con instancia pidió mirasen con atención negocio tan grave y le ayudasen a encomendarlo a Nuestro Señor. Hiciéronlo así, y al cabo de algunos días, tomando el parecer y consejo de los dichos padres, que le aseguraron ser la voluntad del Señor, se puso en camino con otros dos compañeros y anduvo más de cuatrocientas leguas por arenales, tierras ásperas y despobladas, entrando por provincias de indios infieles y de guerra, y esto andando de pueblo en pueblo y sin abrigo, y a veces por montañas ásperas y ríos caudalosos, y aun por atolladeros y ciénegas de grande riesgo, y durmiendo de ordinario en los campos con poco refrigerio y sujeto a las inclemencias del cielo, y por más regalo, debajo de los árboles y en las chozas de los indios, y sustentándose de sus manjares viles y groseros, y a veces estuvo en pueblos y provincias donde por mucho tiempo se sustentó con yucas silvestres, que son ciertas raíces, y la salsa o sal era carbón molido, que es el pan y carne y ordinario mantenimiento de los habitadores de aquellas partes. Muchas veces se vio en manifiesto riesgo y peligro de perder la vida, pero con todos estos trabajos, estaba como una roca firme a las borrascas y tempestades del mar. Era cosa de admiración a todos los que le vían con cuánta seguridad y firmeza estaba asido de Dios, poniendo en Él toda su confianza. Decía muchas veces: Vos, Señor, me enviastes. Vos me ayudarés y labraréis o haréis lo que más convenga a vuestra gloria y honra y a la salvación de las almas y ayuda de los que redimistes con vuestra preciosa sangre, muerte y pasión.

Determinó para mejor ayudar a aquella pobre gente tan desamparada, de aprender la lengua tonocote y la huaraní, que son las que corren entre aquellas naciones. Y para decillo en breve suma, y para que se vea el don de lenguas que Nuestro Señor comunicó a este padre, y el celo que tenía de la salvación de las almas y la caridad encendida y abrasada con que las amaba, seis o siete fueron las lenguas que aprendió en estas partes, en las cuales catequisó, confesó y predicó, y de ellas hizo muchos preceptos, y de algunas compuso artes[15]. Y fuera de éstas, compuso con gran trabajo, en preceptos, la lengua de los frentones, que es muy ardua y dificultosa. Y con éstas, son siete las que sabía, en las cuales confesó y predicó más de diez y seis años con gran gozo y alegría espiritual suya y aprovechamiento de muchas y remotísimas naciones. Y fuera de los ministerios principales de confesión y predicación, se ocupaba con grande alegría y fervor, con tener muy lastimadas las piernas y llenas de llagas, cuyas bocas y señales duraron hasta su muerte, en buscar los indios por las punas y cerros, guacas y adoratorios, que allí estaban escondidos, adorando los falsos dioses, a los cuales catequizaba y enseñaba los misterios de nuestra santa fe de mil en mil y más. Provincia hubo en la cual catequizó por su persona pasadas de seis mil almas y las baptizó, y él mesmo dijo algunas veces que pasaban de diez y seis mil las personas que había baptizado en los reinos de Tucumán, después de catequizados y bien instruidos en las cosas de nuestra sancta fe católica. Refería también que la divina bondad de nuestro Criador y Señor milagrosamente le había guardado de mil peligros y dádole salud y conservádole las fuerzas corporales para poder llevar los increíbles trabajos que había padecido en aquellas provincias. Y bien se deja entender lo que trabajaría en catequizar, doctrinar y baptizar tanto número de almas, y más siendo tan corta la capacidad de la gente, por lo cual era necesario repetir infinitas veces una misma cosa, y estar en continuo ejercicio de catecismo de noche y de día, y aunque hartas veces sentía la cabeza muy flaca y fatigada con el mucho trabajo y cansancio, y el cuerpo muy debilitado por ser entonces de edad de sesenta y ocho años, y andar muy de ordinario a pie y casi descalzo, entre infieles y gente idólatra, sin regalo ninguno, con todo eso el fervor del espíritu era tal, que daba cada día nuevo esfuerzo y aliento al cuerpo cansado, y sacaba, como dicen, fuerzas de flaqueza. Fue al reino del Paraguay, en el cual hizo cosas no menos maravillosas, que se referirán en particular en la historia de aquella misión. Al cabo de tan loables trabajos, fue Nuestro Señor servido de ejercitar a su siervo con una grave enfermedad de perlesía.

Fue mucha ña perfección que Nuestro Señor le dio en la virtud de la obediencia, y grande la sujeción, rendimiento, reverencia, y obediencia que a los superiores tenía, tanto que su común frasis y manera de hablar, así en cartas como fuera de ellas, era llamarlos su vicedios en la tierra. Fue siempre verbo et opere [16] un vivo retrato y dechado de esta virtud. Nunca jamás replicó a cosa ninguna que se le ordenase de parte de la obediencia, ni proponía, ni se sintió en él contradicción alguna, aun en las cosas mínimas, y mucho menos en las mayores, como cuando se le ordenó que se fuese a Tucumán, Paraguay y Río de la Plata, y otras partes semejantes. En las obediencias grandes y pequeñas, su ordinaria y común respuesta era: Hágase en mí la voluntad del Señor y Vamos donde nos enviaren, que allí hallaremos a Dios. De aquí procedía la grande indiferencia que tenía a los superiores. Dejábase en sus manos para que hiciesen lo que quisiesen y dispusiesen a su gusto y voluntad, como un cordero o una cosa sin juicio y sin sentido, como lo experimentamos todos en cosas bien arduas y difíciles. De aquí nacía la llaneza, verdad y claridad que con los superiores tenía, y por esta causa siempre se confesaba con ellos y no daba un paso que no fuese con su orden y licencia, y con la misma exacción y puntualidad seguía la dirección del superior en las cosas mayores que en las menores, cmunicándolas todas con misa, dónde y a qué hora, cuándo había de comer, qué cosas y en qué partes, y otras circunstancias tales, que ponían admiración a los que tratan este lenguaje. Causábanos ternura y devoción ver a un hombre tan cano y venerable, todo calvo y más blanco que una paloma, de las partes y dones que todos sabíamos, estar delante de cualquier mozo, como fuese superior, como un niño de pie y desbonetado y con los ojos en la tierra, esperando su dirección. Y finalmente, para él no era menester expreso mandamiento. Bastaba cualquier señal o significación de la voluntad de su vicediós, com él decía. Y qué maravilla que tuviese tan perfecta obediencia a los superiores que están en lugar de Dios, el que la tenía con tanta punctualidad y exacción a los que estaban en lugar de los dichos superiores, o ellos nombraban y señalaban por sus inmediatos instrumentos, como el sacristán, enfermero, y otros oficiales semejantes.nservd de mil peligros y d le hab__________________________________________________________________________________________ Y aunque pudiera probar esto con mucho número de ejemplos, sólo diré uno por haber sucedido un cuarto de hora antes de su muerte. Había prometido el buen padre a su enfermero, mucho antes, en sus achaques y enfermedades, que le había de obedecer hasta la muerte, y estando ya en aquel artículo, y vuelto hacia la pared, porque acaso no se nos quedase muerto en aquella postura, sin que lo viésemos expirar, le rogamos los circunstantes que nos hallamos presentes, que volviese el rostro hacia nosotros para nuestro alivio y consuelo, pero estábase como una piedra inmoble y sin respondernos cosa alguna, hasta que llegándose el enfermero, con voz alta le dijo: Padre Alonso de Barzana, Vuestra Reverencia se vuelva hacia nosotros porque así conviene. Y como si resucitara o despertara de un sueño pesado, volvió el rostro a la voz del enfermero, que tenía en lugar de su superior y de Dios, y volviéndose con el mayor ímpetu y ligereza que pudo, le dijo: Ea, hermano, que aquí estoy. Vea lo quq quiere que haga. Y desta manera murió dentro de un cuarto de hora, obedeciendo hasta la muerte. Y como vir obediens loquetur victorias, como dice el Espíritu Santoo dice el Esp 28).s (El var________________________________________________________________________________________________ [17] . Y este buen padre se señaló tanto en esta virtud, por medio de la cual confesaba y decía muchas veces haber recebido grandes misericordias y mercedes de la mano del Señor. Nacía como de una fuente o manantial la victoria grande que había alcanzado de sus inclinaciones y apetitos, con una paz y tranquilidad grandísima de su hombre interior y exterior, señalándose con gran perfección en la mortificación de sus sentidos. De aquí, una grande modestia y composición, sinceridad y llaneza columbina [18], con la prudencia y discreción necesarias. De aquí, la afabilidad que tenía y buen trato con todos, de suerte que ricos y pobres, grandes y pequeños, quería meter en sus entrañas. Y así, acudía a él todo el mundo con confianza de hijos a padre verdadero. De aquí la misericordia, piedad y compasión que tenía con los aflogidos y desconsolados. Y en esta parte le había hecho el Señor tanta merced, que raras veces llegaban a él almas afligidas y desconsoladas, que no saliesen con notable alivio y consuelo. Sucedió a una persona virtuosa, entre otras muchas, que como se hallase turbada y afligida con una inquietud y tentación que la traía muy inquieta y desasosegada, y no aprovechándole varios medios y trazas que había tomado para alcanzar reposo y descanso, determinose descubrir su pecho al P. Alonso de Barzana y manifestalle la borrasca de olas y tempestades que el demonio había levantado en su alma, y los medios que para su remedio había buscado. El padre le oyó con mucha atención y respondió con la risa y la alegría acostumbrada: No se tomen esos medios, señor, que ha puesto, sino éstos que yo le daré. Sosegose luego la mar con ellos y cesó la tempestad, de tal suerte que el demonio nunca jamás le volvió a combatir, lo cual contaba esta persona virtuosa con mucha ternura y devoción.

De aquesta virtud también nacía la rara mansedumbre y humildad de que Dios dotó a este su siervo, procediendo como un manso cordero y sin hiel con todos, particularmente con los indios, que por ser gente humilde y pobre y de poca capacidad, necesariamente ha de tener mil importunidades y niñerías enfadosas, que no lo eran para el buen padre, teniéndose por el hombre más vol y bajo del mundo, y por indigno del pan que comía y del lugar que ocupaba, aunque estas virtudes y otras muchas también procedían del trato frecuente y comunicación que tenía con Dios nuestro Señor, y de la virtud de la oración, en que floreció mucho. Gastaba en ella largo tiempo, y cuando sentía mayores aprietos y necesidades, o en sí o en sus prójimos, vacaba más a ella, como lo hacía en las misiones, o cuando se le ofrecía alguna obediencia o empresa grave. Y en las cosas más grandes y dificultosas se daba con más veras y fervor a la oración, y casi toda su vida era una continua oración y trato con Dios, porque todo el día y en todas las obras que hacía era su ordinario ejercicio hablar con Dios con palabras afectuosas y oraciones jaculatorias. Y así andaba de día y de noche en la presencia de su Criador y Señor. En todos los peligros o negocios grandes o pequeños acudía a la fuente de la oración, y en ella le enseñaba el Señor lo que debía hacer. Contaron muchos que lo vieron por sus propios ojos, que saliendo una vez en Tucumán en compañía de muchos soldados, por indios infieles y de guerra que había por donde habían de pasar, y llegando a cierta sabana, de repente salió a ellos un ejército de indios, los cuales con grande denuedo comenzaron a flechar a los soldados que con el padre iban, y mientras los soldados se defendía varonilmente, él se retiró a una parte, y postrándose de rodillas ante su Dios, le pidió afectuosamente el remedio, y fue así, que con tardar la batalla buen rato, y ser sin comparación más los indios de guerra, los uestros quedaron vencedores y los indios huyeron, la cual maravilla atribuyeron todos a la fervorosa oración del Padre Barzana. Su ordinaria oración era de los atributos y perfecciones divinas, de la hermosura de los ángeles, de los cielos, de la gloria y bienaventuranza. Y para esto tomaba ocasión de las criaturas. Entrándole a ver un padre en su celda, antes de su muerte, le halló muy embebido y ocupado en la consideración atenta de unos claveles que el enfermero había puesto por orden en su mesa, y preguntándole el padre que qué hacía, él respondió: “Padre, estoy considerando el orden y concierto de los querubines que están en presencia de mi Señor, abrasados y encendidos en su amor. En la ciudad de Guamanga un religioso grave le llevó por recreación a su jardín, que con mucha curiosidad había plantado. El P. Barzana viendo la hermosura y belleza del jardín, comenzó según su costumbre, a entrar en la consideración de las cosas divinas y celestiales, y dijo al religioso: Estas acequias de agua, con su riego, hacen florecer todas las rosas y claveles de este jardín, mas la divina gracia, con su rocío, sustenta las almas puras y las hace que sean un huerto y paraíso agradable a Dios, el cual sea glorificado. Esto contaba el religioso con grande concepto y estima de la santidad del P. Barzana. Y a este talle sacaba de todas las criaturas alabanzas del Señor, como la abeja cuidadosa miel dulce y suave con que obra su panal, de todas las flores del campo”.


[1] De la provincia de Castilla eran: Bartolomé Hernández. Juan García y Juan Hernández; de la provincia de Toledo: Rodrigo Alvarez, Juan de Zúñiga, Diego Ortuño, Juan de Casasola; de la provincia de Andalucía: Hernán Sánchez , Alonso de Barzana, Diego Martínez , Sebastián Amador, Juan Gómez.

[2] Vargas Ugarte, Rubén, S.J. Historia de la Compañía de Jesús en el Perú, I, p. 161, Burgos, 1963.

[3] Baltasar de Piñas.

[4] Arch. Per. Congregaciones Provinciales (1576-1620).

[5] Los revisores fueron Fray Juan de Almaraz, agustino; Fray Alonso Díaz, mercedario, Fray Pedro Bedón y Fray Lorenzo González, dominicos, y el presbítero Martín de Soto.

[6] Santiago del Estero.

[7] Barrasa, Jacinto, S.J.. Historia de la Provincia del Perú. Manuscrito, p. 637 y siguientes. Carta citada por el P. Rubén Vargas Ugarte. Historia de la Compañía de Jesús en el Perú, T. 1, p.p. 193-194).

[8] C.I. Organización de la Iglesia en el Virreinato del Perú, vol.I, p. 363, nota. Carta citada por el P. Rubén Vargas Ugarte en: Historia de la Compañía de Jesús en el Perú, T. 11, p.p.383.111111

[9] Pastells Pablo, S.J. Historia de la Compañía de Jesús en la provincia del Paraguay. T. 1, p.285.

[10] Guaraníes de Aracayú.

[11] Pastells Pablo, S.J. Historia de la Compañía de Jesús en la Provincia del Paraguay. T. 2, p. 124.

[12] Historia General de la Compañía de Jesús en la provincia del Perú. Crónica anónima de 1600 que trata del establecimiento y misiones de la Compañía de Jesús en los países de habla española en la América Meridional. Edición preparada por F. Mateos, S..J. Madrid, 1944. T. II., pp.56-69).

[13] Cum gratiarum actione (En acción de gracias).

[14] Tupac Amaru (Tupaq Amaru).

[15] Arte (Gramática).

[16] Verbo et opere (De palabra y de obra).

[17] Vir obediens loquetur victorias (El varón obediente contará victorias) (Proverbios 21, 28).

[18] Columbina (De paloma).

Elefantito de juguete

Amelia les dijo a los chicos que deberían ya pensar en el regalo que le pedirían al Niño en Navidad. Jaimito ya había pensado qué regalo quería: un elefantito de juguete. En la revista “Billiken” había visto un elefantito de color plomo, regordete, felpudito, con ojos de vidrio, con su trompita levantada hacia arriba y con una cola chiquita enroscada. El elefantito estaba parado encima de un carrito con ruedas de llanta. La trompa estaba amarrada a una cuerda que facilitaba enormemente el recorrido por el inmenso patio. Jaimito dictó su voluntad a su mamá escuetamente: “Querido Niño: Quiero un elefantito de juguete”.

Jaimito se despertó varias veces con la intención de ver si ya estaba el elefantito en el Nacimiento. Todas las veces su hermano Ramiro lo descubría y lo obligaba a volver a la cama, diciéndole que el Niño no ponía ningún regalo si los niños no dormían. Jaimito mantuvo los ojos cerrados para hacer creer al Niño que estaba dormido, pero se durmió nomás.

Al día siguiente lo despertó Ramiro. “Ya están los regalos. Dice el papá que no nos levantemos hasta que él nos diga”. Jaimito no dominaba todavía el lenguaje más adecuado para expresar sus sentimientos, pero sus ojos estaban diciendo algo muy semejante a “¡qué crueldad!”. Vino la mamá y sin ninguna consideración les dijo: “¡Vístanse, y luego vayan a tomar el desayuno! Después recién todos juntos vamos a ver los regalos”.

Jaimito se vistió a toda velocidad y de inmediato se dirigió a la sala. Al pie del Nacimiento había muchos regalos. “¿Cuál sería su regalo?”. Se acercó tratando de calcular cuál podría ser. Él suponía que tenía que ser grande. Estaba ya pelando una caja, cuando su padre le gritó: “¡No todavía!”.

Por fin todos se juntaron en la sala: Los papás, Ramón y Angelita, la abuelita Rosenda, la Paula y su hija Matilde, y los tres chicos: Yolanda, Ramiro y Jaimito. En cada caja había un letrero. Yolanda levantó un paquete, y mirando a Jaimito gritó: “¡Jaimito!”. Jaimito se acercó a su hermana, y con mano no temblorosa sino firme y decidida, despojó al paquete de su fastidioso envoltorio.

Jaimito tenía en sus manos el elefantito. Jaimito estaba desconcertado, pero no hizo notar su desconcierto. Levantó la cabeza para ver a los mayores. Todos sonreían muy felices, y él también sonrió disimulando su decepción. De alguna manera intuyó que debía disimular. El elefantito no estaba parado sobre una plataforma con ruedas, sino directamente, sobre cuatro ruedas de madera. Era plano, no gordito ni felpudito, y no tenía los ojos de vidrio. Era de madera, con unos colmillos enormes y con una orejas más grandes que la del elefantito de la revista “Billiken”. El Niño no había entendido nada.

Aprovechando que todos buscaban sus regalos, Jaimito le dijo a su hermano Ramiro: “El Niño se ha equivocado de juguete. Me ha dado el que le ha pedido otro chico”. Ramiro le dijo: “El Niño nunca se equivoca. El está en el cielo. El les dice a los papás que busquen en la tierra los regalos que los niños piden. La mamá ha buscado tu elefantito en todas las tiendas y no había en ninguna tienda. Ella ha dibujado en un cartón tu elefantito, y el papá ha llevado el dibujo a la cárcel para que los presos hagan el elefante de madera. Ellos te han hecho el regalo en nombre del Niño. Jaimito se quedó mudo. “Me gusta más este elefantito”, dijo, y fue corriendo a besar a sus padres.

Bernardino de Cárdenas

Introducción.- Para un jesuita boliviano el estudio del conflicto entre Fray Bernardino de Cárdenas y los jesuitas es un tema muy atrayente pero también muy difícil. Es atrayente porque Fray Bernardino de Cárdenas, nacido en La Paz, es el obispo boliviano más conocido, sobre el cual se ha escrito más que sobre ningún otro prelado nacido en Bolivia. Ya el título elegido por Augusto Guzmán para su novela inspirada en Fray Bernardino es sugerente: “El Kolla mitrado”. Augusto Guzmán no dice “Un Kolla mitrado”. Es “el kolla” que ha llegado a ser “obispo”. Se podría discutir la adecuación del término, tratándose de un personaje descendiente de españoles, que sin duda no tuvo nada de sangre “kolla”. Pero nació en La Paz, y Guzmán, deseando encontrar un epíteto que indicara su pertenencia a nuestro suelo, desechando otros adjetivos posibles, como “criollo, charquense, paceño, altoperuano, boliviano, ” escogió el de “kolla” para indicar claramente que fue “nuestro”, que fue “boliviano”. El tema es difícil para un jesuita boliviano porque Fray Bernardino llegó a la fama internacional sobre todo por sus célebres conflictos con los jesuitas.

Cárdenas y Contreras.- Las diversas fuentes no están de acuerdo sobre la fecha de nacimiento de Cristóbal de Cárdenas, quien en la Orden Franciscana cambió su nombre por el de Bernardino. Según la inscripción que aparece en su retrato en el Convento de San Francisco del Cusco, nació el 19 de mayo de 1562 en La Paz. Según el P. Pedro de Anasagasti nació en esa fecha en Pichu (Obrajes), La Paz. Según otros nació en 1577, 1578 o 1579. Fueron sus padres Celestino Félix de Cárdenas y Teresa Ponce. Conoció sin duda a los jesuitas desde su infancia, pues a los 15 años de edad, como muchos jóvenes de las principales familias de La Paz, fue enviado por sus padres a Lima al Colegio San Martín de los jesuitas, considerado entonces el mejor colegio de humanidades del virreinato. Habiendo jesuitas en La Paz, no se puede descartar la idea de que alguno de ellos tuvo algo que ver con la inscripción de Cristóbal de Cárdenas en el Colegio San Martín.

Uno de sus primeros adversarios jesuitas fue un paceño como él, y también como él, alumno del Colegio San Martín: Francisco de Contreras, nacido en 1577, hijo de Vasco de Contreras y de Teresa de Ulloa, ricos sevillanos, encomenderos de Caracollo (Oruro). Dado el tamaño de la ciudad de La Paz de entonces, y dado el escaso número de españoles pudientes, se puede suponer que las familias de ambos se conocieron, y que incluso ellos mismos se conocieron antes de irse a Lima. Francisco de Contreras llegó al Colegio San Martín de Lima, en 1591, a los 14 años de edad. Cristóbal de Cárdenas, si nació en 1579, llegó a Lima en 1594, a los 15 años de edad. En ese caso, no fueron condiscípulos, pero sin duda tuvieron trato entre sí por ser paisanos, por lomenos durante un año.

Francisco de Contreras entró al noviciado de los jesuitas en Lima en 1595, a los 18 años de edad, terminados sus estudios de humanidades. Probablemente en 1597, también a los 18 años, Cristóbal de Cárdenas entró al noviciado de los franciscanos en la Provincia de San Antonio de los Charcas, y desde entonces fue conocido como Bernardino. Según Efrocina Cristaldo ingresó a los 16 años (si nació en 1562, sería en 1578) en el convento de Lima, perteneciente a la Provincia de los Doce Apóstoles.

De ambos se dice que desde niños sabían aymara y quechua. En esos tiempos era absolutamente normal que los niños criollos de La Paz, educados entre indígenas, supieran desde la infancia hablar aymara. Lo que nos puede sorprender es que unos paceños sepan además el quechua. En el caso de Contreras hay una explicación lógica. Sus padres eran encomenderos de Caracollo, donde se habla predominantemente el quechua. Si se supone, lo que es muy probable, que pasó su infancia alternando estadías largas en La Paz y Caracollo, ya no sorprende que a su ingreso al noviciado fuera trilingue.

Hay otro punto en común entre los dos religiosos paceños. Del P. Contreras sabemos que por sus conocimientos del quechua, siendo Rector del Colegio de Arequipa (1611-1614), fue elegido para participar en la campaña de extirpación de la idolatría, promovida por el Arzobispo de Lima, Bartolomé

Lobo Guerrero. De Fray Bernardino sabemos que en 1629, siendo cura de la doctrina de Camata, fue nombrado por el Concilio Provincial Platense delegado para la extirpación de la idolatría. Y aquí acaba el paralelo.

El P. Contreras no fue misionero sino catedrático de filosofía y teología en el Colegio San Pablo de Lima y Rector de los Colegios de Arequipa, Cusco y San Pablo de Lima. Fuera de la mención del libro del noviciado, de que sabía dos idiomas indígenas, y del nombramiento como extirpador de idolatrías por sus conocimientos linguísticos, se ve que en sus ministerios ordinarios no solía emplear ni el quechua ni el aymara. Conocemos solamente dos obras publicadas por el P. Contreras, ambas producto de la elucubración de un catedrático, ambas en ataque a Fray Bernardino: 1) “Iudicium de validitate consecrationis cuiusdam episcopi Bernardini a Cárdenas, nondum acceptis litteris pontificiis. Lima, 1641” (Juicio acerca de la validez de la consagración del Obispo Bernardino de Cárdenas antes de recibir las letras pontificias). 2) “Información sobre que los electos para obispos no pueden consagrarse ni tomar posesión de sus obispados sin que primero reciban las letras apostólicas de Su Santidad”. Madrid, 1647.

En cambio, Fray Bernardino se dedicó desde su ordenación sacerdotal (1600?) a la labor misionera. Fue Guardián de los Convento de Chuquisaca (1614-) y Potosí (1620) y misionero entre los lecos y chunchos de Apolobamba (1621-1627) . Intervino eficazmente para lograr la pacificación en un levantamento de indígenas en Songo, Challama y Simaco en el departamento de La Paz (1625). Fue cura de la doctrina de Camata (1628). En diferentes épocas del año recorrió como misionero itinerante gran parte de los actuales territorios del Perú y Bolivia, destacándose como predicador en quechua y aymara. Publicó el “Memorial y relación verdadera de las cosas del Reino del Perú. Madrid, 1634”.

El nombramiento de obispo.- En 1638 la Audiencia de Charcas recomendó el nombre de Fray Bernardino para uno de los obispados por sus condiciones como conversor de indios. En 1639 el Cabildo Civil del Cusco propuso su nombre para el obispado del Cusco, por ser acepto a españoles e indios. Según el P. Egaña el 18 de mayo de 1640 Fray Bernardino fue electo Obispo de Asunción en la Gobernación del Paraguay. Al enterarse de la noticia, el Cabildo Civil de Potosí suplicó al rey que Fray Bernardino de Cárdenas fuera nombrado más bien Obispo de Potosí por el fruto que hacía. Y aquí caben algunas consideraciones. El rey y sus consejeros estaban muy lejos. Para ellos era lo mismo el Cusco, Arequipa, Potosí, Chuquisaca, Tucumán, Asunción, Quito, Santiago de Chile. Esa falta de adecuación a la grey en el presentado como pastor, sin consideración al itinerario y a las condiciones del personaje y a las características y circunstancias locales, fue la principal causa de los conflictos que surgieron entre Fray Bernardino y los jesuitas. Fray Bernardino no era un jinete para ese caballo.

Dos fueron los “errores humanos” que cometió el funcionario desconocido que decidió el nombramiento de Fray Bernardino como Obispo de Asunción, nombramiento que fue puesto en la mesa del rey para su firma de oficio. El primero fue sacarlo de su “habitat” natural (el sur del Perú y Bolivia), donde todas sus cualidades se ejercitaban en plenitud. Conocía bien, tanto a los indígenas como a los españoles. Podía bandearse con perfección frente a situaciones conflictivas de todo tipo. Sus conocimientos del quechua y del aymara lo hacían efectivamente un candidato excelente para ser pastor de cualquiera de las greyes del mundo andino. Como consecuencia, el segundo error fue mandarlo a un territorio diferente al andino, y que le era totalmente desconocido, tanto en el mundo indígena como en el mundo español. Y por supuesto, como misionero y pastor no podía ser muy eficaz entre los guaraníes, ya que a los 61 años de edad , o más, era mucho pedir a un hombre que pudiera aprender el guaraní y llegar a conocer la mentalidad y las costumbres de los guaraníes. Entre sus obras Efrocina Cristaldo menciona vocabularios y rituales an aymara, quechua, puquina, takama y guaraní. Posible, pero no probable, es que Fray Bernardino pudiera haber redactado esas obras en quechua, aymara o puquina. Es muy dudoso que supiera takama. Y resulta mucho más dudoso, que viviendo en el mundo andino, hubiera sido capaz de redactar esas obras en guaraní. No se puede descartar que tuviera en su biblioteca esas obras. Incluso las escritas en quechua y aymara, es muy probable que sean de otro autor.

Con respecto a los jesuitas, a quienes apreciaba y respetaba, a muchos de los cuales conocía personalmente, sin duda se hubiera presentado el problema de la toma de posesión del cargo sin haber recibido las bulas pontificias, como hemos visto en el caso del P. Contreras. Al fin y a l cabo, ese problema se solucionó. Pero todo lo demás, quizás no habría sucedido si hubiera sido efectivamente obispo de los “kollas”.

Las bulas pontificias.- Debido a la institución del Patronato, quien designaba a los obispos era el rey, pero quien le daba la posesión canónica del cargo era el papa. Teóricamente podía suceder que el papa no diera el visto bueno a un nombre presentado por el rey, pero en la práctica eso se daba muy rara vez. Con demasiada frecuencia, las bulas pontificias llegaban mucho después que la carta del rey. A veces tardaban no meses sino años, o nunca llegaban. No hubiera existido el problema si los oficios reales y pontificios hubieran sido mandados al mismo tiempo en las mismas naves, con las copias habituales en diferentes vías. Pero eso no sucedía. El rey mandaba el nombramiento real a Roma, y antes de saber si el papa aceptaría o no la designación hecha, el pliego ya viajaba a las Indias. Unos opinaban que un obispo electo podía hacerse cargo de la diócesis con las mismas atribuciones que un vicario capitular, por lo tanto con jurisdicción como ordinario, pero no podía ser consagrado obispo antes de recibir las bulas pontificias. Según otros, para tener jurisdicción no bastaba la cédula real. Con todo, podía el electo ser nombrado Vicario Capitular por el Cabildo Catedralicio.

Según Efrocina Cristaldo, en 1639 recibe Fray Bernardino la notificación de que su nombre ha sido enviado a Roma para ocupar el Obispado de Asunción, lo cual quiere decir que el nombramiento real fue de 1638, y no de 1640, como dice el P. Egaña.Las bulas pontificias son despachadas el 18 de agosto de 1640. Antes de que lleguen a sus manos, emprendió Fray Bernardino el viaje a Asunción. De camino, en agosto de 1641 consultó a los jesuitas de Salta si podía consagrarse basándose en la certeza de que las bulas habían sido expedidas, pues había recibido una carta desde Roma, del Cardenal Antonio Barberini, quien, aunque no le daba el tratamiento debido a un obispo, se refería a asuntos relativos a la administración de los obispados. Los jesuitas de Salta le dieron su parecer favorable. La carta del Cardenal Barberini estaba fechada el 12 de diciembre de 1638.

¿Por qué Fray Bernardino no preguntó primero a los jesuitas que conocía, de Lima, Arequipa, Cusco, La Paz, Chuquisaca o Potosí?. Podía también haber consultado a canonistas franciscanos, dominicos, agustinos y seculares. Si lo hizo no nos consta. El hecho de haberse lanzado a los caminos sin haber consultado previamente a nadie, es ya indicio de que estaba decidido a ser consagrado obispo cuanto antes.

Deseoso tal vez de contar con la aprobación de jesuitas de mayor nivel académico que los de Salta, desde allí Fray Bernardino escribió al P. Diego de Boroa, Rector del Colegio de Córdoba (Facultad de Filosofía y Teología), el equivalente del Colegio San Pablo de Lima, remitiéndole el escrito de los jesuitas de Salta y pidiéndole su firma. El P. Boroa le respondió que consultados los teólogos y canonistas de su colegio, opinaba que en conformidad con el derecho corriente no podía consagrarse aún. A pesar de ese parecer, Fray Bernardino prosiguió su viaje a Santiago del Estero. Mostró al Obispo del Tucumán, Fray Melchor de Maldonado, O.S.A., únicamente el documento firmado por los jesuitas de Salta. El Obispo Maldonado lo consagró el 12 de octubre de 1641. De regreso a Córdoba, Fray Bernardino pidió al P. Boroa un escrito probando la legitimidad de su consagración, a lo que éste se negó. Ese mismo año se publicó en Lima el tratado del P. Francisco de Contreras, ya citado, impugnando la validez de la consagración de Fray Bernardino. El Provincial de los jesuitas del Paraguay, P.Francisco Lupercio Zurbano, ordenó a sus súbditos no tocar el tema. Fray Bernardino tomó posesión de la diócesis de Asunción el 20 de mayo de 1642. En noviembre de ese año llegaron las bulas con fecha del 18 de agosto de 1640, o sea, con un retraso de dos años.

Con la llegada de las bulas pasó y se olvidó el incidente. Fray Bernardino visitó las reducciones de los jesuitas. En carta al superior de las misiones, P. José Cataldino, se mostró muy satisfecho con lo que había visto y no escatimó sus elogios. Sus informes sobre los jesuitas al Rey Felipe IV no podían ser más favorables. Le dice que los jesuitas defienden sus reducciones “con valor e incansable trabajo de las continuas guerras, invasiones y robos que los portugueses de la villa de San Pablo, del estado del Brasil, hacen y han hecho a menudo en aquellas provincias de la corona de Castilla, para cuya defensa han hecho y hacen los dichos religiosos grandes gastos con armas, municiones y los demás pertrechos de guerra “.

(Egaña, p.186).

El servicio personal , las minas de oro y el catecismo guaraní.- Un nuevo conflicto surgió a raíz de la diferente visión de Fray Bernardino sobre el servicio personal de los indios. Los jesuitas no aceptaban que los indios de sus reducciones trabajaran para los españoles, punto de vista que no compartía el obispo. También aquí se ve que pesó su experiencia de trabajo en las Audiencias de Lima y Charcas. En esos territorios la mayor parte de las doctrinas de indios se encontraban en tierras bajo el mando de los españoles. Por otra parte, Fray Bernardino dio oídos a la leyenda de la existencia de minas de oro en las reducciones. Informó en ese sentido a Chuquisaca, Lima y Madrid, afirmando que los jesuitas se enriquecían en perjuicio de la corona.

Más grave fue su oposición total al catecismo guaraní usado por los jesuitas. Los acusó de herejía, por usar palabras no adecuadas. En realidad, ese catecismo era el de Fray Luis de Bolaños , franciscano, aprobado por dos sínodos diocesanos. Por real cédula del 1º de junio de 1651 el Arzobispo de La Plata, Juan Alonso Ocón, recibió el encargo de averiguar de oficio sobre la denuncia presentada por el Obispo Cárdenas. El 12 de julio de 1655 el Arzobispo Ocón ordenó que se hiciera en Asunción por seis personas doctas el examen del catecismo guaraní. En 1661 dieron su veredicto exonerándolo de herejía. Aquí también podemos ver que la raíz del conflicto se encuentra en el hecho de que Fray Bernardino estaba acostumbrado al Catecismo Trilingue del III Concilio Limense, de 1584 (Castellano, Quechua, Aymara). En este catecismo, tanto en quechua como en aymara, los traductores evitaron cuidadosamente y sistemáticamente el uso de palabras propias de los idiomas indígenas para los principales conceptos religiosos. Por ejemplo, no tradujeron la palabra “Dios”, sino que impusieron la palabra castellana. Tanto en quechua como en aymara, los traductores no usaron los términos de “Wiraqocha” o “Pachakamaq” para referirse a Dios, por el temor de que al conservarlos se mantuvieran conceptos precristianos, incompatibles con los atributos de Dios en el Antiguo y en el Nuevo Testamento. En cambio, en guaraní se traducía la palabra “Dios” con el término guaraní “Tupá”, lo que disgustaba profundamente al Obispo Cárdenas.

Estalla el enfrentamiento.- En un momento dado el Obispo Cárdenas quiso que los jesuitas le regalen una hacienda que habían comprado, y al negarse éstos a dársela, les ordenó abandonarla en el plazo de ocho días. El Gobernador de Asunción Gregorio de Hinestrosa, amigo de los jesuitas, para defenderlos tomó una medida totalmente arbitraria. Obtuvo de los jesuitas, dominicos y mercedarios un documento en el que se afirmaba que Fray Bernardino de Cárdenas carecía de jurisdicción. El 5 de noviembre de 1644 el Gobernador Hinestrosa reunió en la catedral al clero y fieles. El Vicario General, Cristóbal Sánchez, declaró sede vacante y tomó posesión de la diócesis. Hallándose el obispo en la misión franciscana de Yaguarón, a 8 kilómetros de Asunción, corrió la voz de que preparaba un ejército para deponer a Hinetrosa y expulsar a los jesuitas, con la intención de dar las reducciones a sus partidarios. Hinestrosa mandó en nombre del rey a los caciques de las reducciones el envío de 600 guaraníes. Sin presentar combate salió el Obispo Cárdenas expulsado de Asunción, después de excomulgar al gobernador y a los jesuitas. Se fue a residir a Corrientes, donde permaneció hasta 1647.

Ese mismo año fue nombrado un nuevo gobernador, Diego de Escobar y Osorio. El Obispo Cárdenas se presentó en Asunción el 25 de febrero de 1647 con una cédula de la Audiencia de Charcas, que ordenaba su restitución como Obispo de Asunción. Muerto Escobar a principios de 1649, el Obispo Cárdenas fue elegido por el Cabildo Civil el 4 de marzo de 1649 gobernador interino, capitán general y supremo justicia del Paraguay. Con todos esos cargos, el 7 de marzo de 1649 expulsó a los jesuitas del territorio de la Gobernación del Paraguay. Seis meses más tarde llegó Sebastián de León y Zárate, nombrado gobernador interino por la Audiencia de Charcas. Requirió 1000 arcabuceros guaraníes de las reducciones jesuíticas para hacer su entrada en Asunción. Con éstos iban dos jesuitas como capellanes, y otros dos en la comitiva de León y Zárate. Mal informado sobre el número de las fuerzas que acompañaban al nuevo gobernador, Cárdenas ordenó a los suyos presentar batalla. Derrotados sus partidarios, recibió la orden de presentarse en Chuquisaca para dar cuenta a la Audiencia de sus actos. El Virrey del Perú comisionó al Oidor Andrés Garavito de León para dilucidar la situación, el cual declaró nulas e injustas las medidas adoptadas por Cárdenas contra los jesuitas.

El 29 de mayo de 1651 los oidores de la Audiencia de Charcas escribieron a Felipe IV: “Señor, el Reverendo Obispo del Paraguay, don Fray Bernardo de Cárdenas, se halla al presente en esta ciudad, a donde fue llamado por órdenes del Gobierno, juzgándose por medio conveniente para la quietud de aquellas provincias su comparecencia, en las disensiones grandes que entre dicho Obispo y religiosos de la Compañía de Jesús ha habido y hay en los particulares de que en otras ocasiones se ha dado cuenta a Vuestra Majestad, uno de los cuales es que en las reducciones y doctrinas que están a cargo de dichos Padres hay minas de oro muy considerables, defraudándose a Vuestra Majestad de ellas y sus quintos reales, cerca de los cual se han hecho algunos autos que por no estar con la perfección conveniente no se remiten a Vuestra Majestad en esta ocasión hasta poner en ellas la última mano sobre que se ha dado al Virrey Conde de Salvatierra para que luego nombre persona de entereza y satisfacción que vaya a aquellas partes a sacar a luz la verdad de tan público rumor, y con su resulta será Vuestra Majestad informado con certeza y remisión de todos los autos concernientes. También ha insinuado dicho Obispo que son sinnúmero los indios que hay en dichas reducciones y doctrinas y que no pagan tributo ninguno en que es Vuestra Majestad damnificado en grandes sumas, como también en no estar recibida entre ellos la Bula de la Cruzada y que los religiosos curas no están presentados conforme lo requiere el Real Patronazgo, de todo lo cual queda esta Audiencia advertida y el Fiscal de ella pedirá lo que convenga al mayor servicio de Vuestra Majestad, que luego se mandará ejecutar no habiendo Cédula encontrada a favor de dichos indios de que se informará a Vuestra Majestad en la primera ocasión en la resolución que se tomare y respecto de que los encuentros de dicho Reverendo Obispo con dichos religiosos han sido tan grandes como graves. Parece a esta Real Audiencia que siendo Vuestra Majestad servido puede honrar a dicho obispo con el Obispado de Quito que está vaco, y es merecedor de él por sus años, virtud y servicios y no convenir vuelva al Paraguay porque porque no se enciendan nuevas disensiones cuando tanto importa se apaguen las causadas. Guarde Dios la Católica Real Persona de Vuestra Majestad muchos años como la cristiandad ha menester, Plata y mayo veinte y nueve de 1651. Doctor don Francisco de Sossa, Licenciado de Antonio de Quijano y Heredia, Doctor don Luis Joseph Merlo de La Fuente, Licenciado don Fabián de Baldez Carrillo”.ue se tomare y respecto de que los encuentros de dicho Reverendo Obispo con dichos religiosos han sido tan grandes como grav .

Fray Bernardino viajó a la Paz, su ciudad natal, entonces sede vacante. El Cabildo Eclesiástico lo nombró cura de las parroquias suburbanas de San Sebastián y Santa Bárbara. El 21 de mayo le dio facultad para confirmar y para ordenar sacerdotes. Se la quitó el 27 de diciembre por haber ordenado sacerdotes en Oruro sin su licencia.

En 1657 la Congregación del Concilio de Trento declaró que la consagración episcopal de Bernardino de Cárdenas había sido válida en cuanto al conferimiento del sacramento e impresión del carácter, y nula en cuanto al ejercicio de sus facultades, y que por lo tanto la toma de posesión había sido ilegítima. El Papa Alejandro VII otorgó al consagrado y al consagrante absolución y dispensa el 16 de febrero de 1658. En 1660 el Consejo de Indias ordenó su reposición a Asunción, que no fue posible por su edad avanzada. Se dice que pensaron hacerlo Obispo de Popayán...En 1663 fue nombrado Obispo de Santa Cruz de la Sierra, que administró desde Mizque, de 1663 a 1666. Por razones de salud se trasladó a Arani en 1667. Falleció allí el 20 (o 24) de octubre de 1668., con fama de santidad. En su testamento había escrito: “Item declaramos que aunque es verdad que siendo obispo de las provincias del Paraguay tuvimos algunas diferencias con los religiosos de la Compañía de Jesús sobre cosas del gobierno de nuestro obispado, fue porque siempre nos pareció defender la verdad en servicio de Dios y del Rey Nuestro Señor, y no por manchar tan santa religión, y así, si en algo excedí, pido perdón a los dichos religiosos, y si de nuestra parte fuéremos agraviados, perdonamos por Dios Nuestro Señor toda la ofensa nuestra, y así lo declaramos para descargo de nuestra conciencia” (Cristaldo, p.14).

Fray Bernardino de Cárdenas, durante su vida y después de su muerte, fue visto como víctima de los jesuitas o como su perseguidor. Los sucesos escandalosos, en los que hubo intransigencia y violencia por parte de los dos bandos encontrados, a favor o en contra de Cárdenas, no fueron cubiertos con la capa del olvido como tantos otros ocurridos a lo largo de la época virreinal entre obispos y religiosos o entre autoridades eclesiásticas y civiles. Mantenidos vivos durante un siglo durante la campaña por la supresión de los jesuitas, sirvieron como arma en manos de sus enemigos. En toda Europa se difundió una traducción francesa de un memorial presentado al Rey de España en defensa de la reputación y de la dignidad de Fray Bernardino de Cárdenas. En Madrid se publicó en 1768 una colección de documentos tocantes a la persecución de que éste fue objeto por parte de los jesuitas. Lamentablemente, la figura del obispo enfrentado con los jesuitas oscureció a la del misionero.

Obra.- Cárdenas, Bernardino de, O.F.M.- Memorial y relación verdadera de las cosas del Reino del Perú. Madrid, 1634.

Fuentes.-

Archivo Romano Societatis Iesu (ARSI). Fondo Gesuitico. 845.

- Colección general de documentos tocantes a la persecución que los regulares de la Compañía suscitaron contra el Ilustrísimo y Reverendísimo Señor Fray D. Bernardino de Cárdenas. 2 t. Madrid, 1768.

- Mémorial présenté au Roy d’ espagne pour la déffense de la réputation, de la dignité et de la personne de l’Illustrissime et Révérendissime Dom Bernardino de Cardenas, Evesque de Paraguay. 1667.

Bibliografía,-

-Anasagasti, P. de, O.F.M. Los franciscanos en Bolivia. La Paz, 1992.

-Astráin, A, S.J. Historia de la Compañía de Jesús en la Asistencia de España, 5, pp. 592-624.

-Contreras, Francisco de, S.J. Iudicium de validitate cuiusdam episcopi Bernardini a Cárdenas, nondum acceptis litteris pontificiis. Lima, 1641.. Pastells, P. Historia de la Compañía de Jesús en la Provincia del Paraguay. Madrid, 1915,II.

- Cristaldo, Efrocina. Fray Bernardino de Cárdenas, predicador y misionero apostólico. (Manuscrito. Cochabamba, 1995).

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- New Catholic Encyclopedia. (L.G. Canedo. Cárdenas, Bernardino de. 3, p. 103).