jueves, 13 de septiembre de 2007

Tibio...,tibio...

Tibio…, tibio
Estaban todos en el comedor, cuando repentinamente se oyeron al mismo tiempo timbrazos, golpes a la puerta y gritos. Era alarmante. Juan miró a su amigo Roberto y le hizo una señal de que lo siguiera. Lo llevó al tercer patio, el antiguo corral, donde detrás de una higuera había una pared medio deshecha y detrás un water de madera que había sido útil en tiempos antiguos. Margarita, su esposa, llevó a la cocina los platos y cubiertos que estaba usando Roberto y llevó la silla a una esquina. Todo se hizo a la velocidad del rayo y sin abrir la boca.

Margarita en persona abrió la puerta y sin decir nada entraron seis hombres, dos de ellos armados con rifles. “¡¿Dónde está Chacón?!”. “¿Qué Chacón?”. “¡No se haga a la que no sabe!”. El que habló primero les dijo a los otros: “¡Entren y revisen toda la casa!”. Se distribuyeron por todas partes estratégicamente: en el primer patio, sala de visitas, comedor de visitas, salita familiar, dormitorios, escritorio de Juan. En el segundo patio, cocina, comedor de diario, despensa, cuartos de baño, cuartos de la cocinera y criada.
Uno de los hombres se había fijado que un niño iba de un lado a otro diciendo: “Frío, frío”. Estando ya en el segundo patio, cuando el niño comenzó a decir: “Tibio, tibio”, el hombre se dirigió resueltamente al corral. Descubrió de inmediato a Chacón. Le dijo “Chhusta” al niño, poniéndose un dedo a la boca. Volvió al segundo patio y dijo en voz alta: “¡Aquí no hay nadie!”.

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