LOS CARNAVALES
Javier Baptista, S.J.
Niños, jóvenes y viejos
comienzan el carnaval.
Los niños todos los años
saben que es una gran fiesta,
como todo cumpleaños,
como toda Navidad.
Para personas mayores
es tiempo de festejar,
alegres y divertidos,
la llegada del descanso,
gozando con los amigos,
como en todo carnaval.
Los niños, bien disfrazados,
de cauboyes o piratas,
payasos o pieles rojas,
se pasean por la plaza
para ser muy festejados
por amigos y parientes.
En las iglesias vacías,
las señoras muy beatas
rezan bien compungidas
por todos los pecadores
que en estos días y noches
serán grandes farreadores.
En el corso de las flores,
con mixtura y serpentinas,
en las calles y balcones,
en galerías y esquinas,
se amontonan los mirones
gozando del carnaval.
Aparece el primer carro.
Es Diana la cazadora
con sus muchas amazonas.
En el segundo carro
la reina de las flores
está digna y majestuosa,
rodeada de admiradores.
Aquel que viene es Neptuno
con las sirenas del mar.
Entra también Don Quijote,
montado en su Rocinante.
Lo acompaña Sancho Panza,
saludador y galante.
A eso del anochecer,
dominós y mascaritas
poco a poco van llenando
las salas y los salones.
A las nueve de la noche
aumentan los bailadores.
Llegó el lunes, llegó el martes.
Desde todos los balcones
la lluvia de los baldazos
moja a todos los peatones.
Atacan con manguerazos
los que están en los camiones.
En las calles hay combates
con globos y cascarones.
Se fueron los carnavales.
Quedan sólo los ancianos,
sumidos en sus recuerdos
de los tiempos ya pasados.
miércoles, 5 de septiembre de 2007
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