LAS MISIONES DE LOS JESUITAS EN BOLIVIA
Javier Baptista, S.J.
La doctrina de Juli.
El P. General Francisco de Borja, en respuesta a la petición del Rey Felipe II, en octubre de 1566 aceptó enviar jesuitas al Virreinato del Perú. La fundación de la primera casa, el Colegio San Pablo de Lima, se efectuó en 1568. En 1572, cuatro años después de la llegada de los jesuitas a Lima, Juan de Ribas, residente en La Paz, ofreció al Provincial, P. Jerónimo Ruíz de Portillo[1], una renta anual para la fundación de un colegio de españoles en esa ciudad, situada entre Lima, capital del Virreinato del Perú, y Chuquisaca (o La Plata, hoy Sucre), sede de la Audiencia de Charcas (o de La Plata) y del Obispado de La Plata.
Los jesuitas no pudieron fundar el Colegio en La Paz, sino 10 años más tarde, en 1582, el mismo año en que fundaron el Colegio de Potosí. En cambio, en 1577 aceptaron la invitación del Virrey del Perú, Francisco de Toledo, de hacerse cargo de la doctrina (o parroquia de indios) de Juli, de lengua aymara, la segunda lengua en importancia de todo el Virreinato, después del quechua. La doctrina de Juli comprendía el mismo pueblo de Juli y un centenar de pequeños poblados, con un total aproximado de 30.000 habitantes. La doctrina de Juli abarcaba parte de las actuales provincias de Chucuito, en el departamento de Puno (Perú), donde se encuentra el pueblo de Juli, e Ingavi, en el departamento de La Paz (Bolivia). Todo ese territorio pertenecía entonces a la Audiencia de Charcas y al Obispado de La Paz. Los primeros que trabajaron en Juli fueron los padres Diego de Bracamonte[2], Diego Martínez[3] y Alonso de Barzana[4].
Lugar de paso de los mitayos[5] de lengua aymara y quechua, que se dirigían a las minas de plata de Potosí para cumplir turnos de trabajo, Juli fue el punto focal de la denuncia de los jesuitas contra el sistema de la mita[6]. Sólo del territorio de la doctrina de Juli partían cada año a Potosí 260 mitayos.
En Juli los jesuitas adoptaron instituciones y costumbres de las antiguas culturas andinas, que en cierta medida aplicaron después en las reducciones: el ayni[7], la mita en su forma tradicional originaria, la tenencia comunitaria de las tierras, la propiedad común del ganado (16.000 llamas y 5.000 ovejas) y la distribución del pueblo en ayllus,[8], presididos por su respectivo alcalde.
El pueblo de Juli estaba dividido en cuatro ayllus. Cada ayllu tenía tierras y ganado, y estaba gobernado por un jilakata (alcalde). En el pueblo los jesuitas construyeron cuatro iglesias, una por ayllu: San Pedro, Santa Cruz, Asunción y San Juan Bautista. En las iglesias la gente se reunía los domingos por la mañana, en grupos de 12 o 15 personas, para repetir las oraciones. Después, todos juntos escuchaban un sermón al aire libre, y seguía la misa con cantos en cada una de las iglesias. Hacia las dos de la tarde se llevaba a cabo una procesión de todos los ayllus en la plaza principal, y luego se procedía a una lectura dialogada, que duraba hora y media. Los días festivos había funciones teatrales a las que ya estaba acostumbrada la gente desde tiempo inmemorial. Se representaban diálogos, comedias y autos sacramentales.
.Juli fue para los jesuitas de la Provincia del Perú el centro de aprendizaje no sólo del aymara, sino también del quechua, que se hablaba en las regiones vecinas. El P. Ludovico Bertonio[9] publicó en aymara dos gramáticas (Roma, 1603), y en la imprenta de Juli (1612) una gramática con ejercicios y un vocabulario, la vida de Cristo, en castellano y aymara, y un confesionario en castellano y aymara.
Durante mucho tiempo Juli fue también la sede de la Tercera Probación, último período de formación de los jesuitas. Por ambas razones, Juli se convirtió en verdadera escuela de misioneros. De allí partieron en 1586 a la Gobernación de Tucumán los P.P. Alonso de Barzana y Pedro de Añasco[10]; a la Gobernación de Santa Cruz de la Sierra el P. Diego Martínez; y a Quito el P. Diego González Holguín[11], autor de una gramática quechua, quien luego paso a Tucumán y a Asunción. Estuvieron también en Juli Diego de Torres Rubio[12], autor de gramáticas y diccionarios en quechua y aymara, y su homónimo Diego de Torres Bollo[13], primer Superior Viceprovincial del Nuevo Reino de Granada y Quito, y primer Superior Provincial del Paraguay.
Las misiones entre los chiriguanos.
Juan Díaz de Solís descubrió en 1515 un río al que llamó "Mar Dulce". Ese río, cuyo nombre en guaraní era Paraguazú, fue después conocido con el nombre de Río de la Plata, debido a los collares y brazaletes de plata que tenían los indios de esa región, los cuales informaron a los españoles que esa plata provenía del norte. En 1536 Juan de Ayolas fundó la ciudad de Asunción como base de entradas hacia el norte, a la que los españoles llamaron "sierra de la plata". En la mente de los españoles se juntaron las leyendas del Dorado y del Gran Paytiti.
Entre otros muchos, Ñuflo de Chávez, partiendo de Asunción hizo varias entradas entre 1544 y 1548, llegando a las tierras que más tarde se conocerían como tierras de chiquitos y chiriguanos. Pero a "la sierra de la plata" había llegado mucho antes Gonzalo Pizarro, hermano del conquistador Francisco Pizarro. Habiendo llegado a las minas de Porco, ya conocidas por los incas, los españoles fundaron en 1539 la ciudad La Plata (hoy Sucre), que después del descubrimiento de las minas de Potosí, sobre todo a partir de 1545, llegó a ser el centro económico del Virreinato del Perú. Para poder lograr su propósito Ñuflo de Chávez tuvo que viajar a Lima, donde obtuvo del Virrey Andrés Hurtado de Mendoza la autorización para poblar los territorios por él descubiertos.
En 1558 Andrés Manso fue comisionado por el Virrey del Perú, Andrés Hurtado de Mendoza, para conquistar y poblar la región oriental de la ciudad de La Plata con el principal objeto de poner fin a los ataques de los chiriguanos. Ñuflo de Chávez y Andrés Manso se encontraron en las mismas regiones. Manso fundó en 1559 San Lorenzo de La Barranca. Surgido el conflicto entre ambos capitanes, el Virrey Hurtado de Mendoza se decidió a favor de Ñuflo de Chávez y dio a Manso las llanuras del Chaco.
En 1560 el Virrey Andrés Hurtado de Mendoza creó la Gobernación de Santa Cruz de la Sierra Su primer gobernador fue García Hurtado de Mendoza, hijo del virrey. En ausencia de éste, el gobernador efectivo fue Ñuflo de Chávez (1560-1569), que fundó en 1561, en las cercanías de la que sería más tarde la reducción de San José de Chiquitos, la ciudad de Santa Cruz de la Sierra, en honor a su pueblo natal, en Extremadura. Las dos ciudades acabaron fusionándose en San Lorenzo de La Barranca, pero con el nombre de Santa Cruz de la Sierra.
En 1585 el gobernador de Santa Cruz de la Sierra, Lorenzo Suárez de Figueroa llamó a los jesuitas con el principal objeto de que se dediquen a la conversión de los chiriguanos (de la familia guaraní), famosos por su belicosidad y sus continuos ataques a las poblaciones de españoles de la Audiencia de Charcas, en Santa Cruz, Chuquisaca y Tarija, y de la gobernación del Tucumán, en Salta.
Los primeros jesuitas destinados a Santa Cruz fueron los P.P. Diego Martínez y Diego Samaniego[14], y el H. Juan Sánchez. Debido a la inseguridad de los caminos por el continuo asedio de los chiriguanos, los tres jesuitas permanecieron diez meses en Mizque, dando misiones en castellano y quechua. Llegados a Santa Cruz, además de los ministerios habituales entre españoles, se dedicaron al estudio de las lenguas indígenas, que será a partir de entonces una de las principales actividades de los jesuitas. Ellos y sus sucesores hicieron apuntes personales de catecismo, gramática y vocabulario, que nunca se editaron. El P. Martínez escribió gramáticas y vocabularios en gorgotoqui y chiriguano, y catecismos en chané, capayxoro y payono. El P. Samaniego escribió un catecismo en chiriguano juntamente con el P. Martínez. Entre 1587 y 1610 el P. Samaniego visitó casi anualmente a los chiriguanos al oeste de Santa Cruz e hizo apuntes de catecismos y gramáticas en su lengua.
Desde otra dirección, partiendo de la gobernación de Tucumán, el P. Alonso de Barzana trabajó en 1593 entre los chiriguanos de la zona confinante con Tarija. En 1595 el Provincial P. Juan Sebastián[15] envió desde Potosí a los P.P. Vicente Yáñez y Diego de Torres Rubio a misionar entre los chiriguanos del actual departamento de Chuquisaca.
En 1603 se creó la Vice Provincia de la Sierra, dependiente de la Provincia del Perú, con los territorios de la Audiencia de Charcas y de la gobernación del Tucumán, de muy corta duración, pues en 1604 se erigió la Provincia del Paraguay con la Gobernación de Asunción (o Paraguay), que incluía entonces al Río de La Plata, más tarde (1620) Gobernación de Buenos Aires (o del Río de La Plata), la Gobernación del Tucumán, y la Capitanía General de Chile. En 1611 se creó la Viceprovincia de Chile, que dependió de la Provincia del Paraguay hasta 1625, año en que se constituyó en provincia. El territorio de la Audiencia de Charcas volvió a la Provincia del Perú. Los chiriguanos de Santa Cruz, Chuquisaca y Tarija quedaron en esa provincia, y los de la Gobernación del Tucumán en la Provincia del Paraguay.
En 1608, un nuevo reclamo de las autoridades civiles indujo al Provincial del Perú, P. Juan Sebastián, a mandar desde Chuquisaca a dar misiones entre los chiriguanos a los P.P. Jerónimo de Villarnao y Manuel Ortega[16], este último perfecto conocedor del guaraní por haber trabajado primero entre los tupíes del Brasil (1582 - 1587), también de la familia guaraní, y luego entre los guaraníes de Asunción y del Guayrá, actualmente territorio brasileño (1588 - 1596).
Buscando una mayor estructuración del trabajo misional, el P. Cristóbal de Mendoza[17], nacido en Santa Cruz de la Sierra, escribió en 1628 al P. General Mucio Vitelleschi, aconsejando que la Provincia del Paraguay se haga cargo de la conversión de los chiriguanos de la Audiencia de Charcas, por ser su lengua la misma que la de los guaraníes del Paraguay. No se tomó en cuenta esa sugerencia.
Se hizo un intento de fundación de misiones estables desde Santa Cruz de la Sierra en la región del río Parapetí entre 1632 y 1644 con el empeño de cinco jesuitas. El P. Francisco del Castillo[18], conocido como el "apóstol de Lima", se ofreció para trabajar en las misiones chiriguanas. Fue destinado a Santa Cruz de la Sierra en 1644, dos años después de su ordenación sacerdotal. Preparándose para su nuevo destino estudió guaraní con el P. Antonio Ruíz de Montoya[19], misionero del Paraguay, que se encontraba por entonces en Lima. Pero a petición del Virrey de Lima fue enviado como capellán del ejército a Chile. Vuelto a Lima en 1645, ya no fue enviado a Santa Cruz de la Sierra por haberse cerrado la misión chiriguana.
Por su parte, los jesuitas de la Provincia del Paraguay intentaban también fundar reducciones entre los chiriguanos de la Gobernación del Tucumán. En 1635 fueron asesinados por chiriguanos en la región de Ledezma los P.P. Antonio Ripari[20] y Gaspar Osorio[21], por lo cual se desistió del intento.
Cuando en 1679 apareció la posibilidad de trabajar en la región de Mojos (actual departamento del Beni, Bolivia), el P. Cipriano Barace[22], destinado a esa misión, opinó que era mejor seguir insistiendo con los chiriguanos, quienes estaban más cerca de Santa Cruz que los mojeños, eran más numerosos que éstos, y su lengua era ya conocida por muchos jesuitas. Los superiores aceptaron su propuesta. Barace entonces recorrió varias regiones chiriguanas, y descorazonado por la impermeabilidad de sus habitantes, aceptó ir a Mojos, afirmando que no había llegado aún la hora de los chiriguanos.
Con todo, en 1680 el Provincial P. Martín de Jáuregui hizo un nuevo intento enviando a los P.P. Juan de Montenegro (I), cruceño, [23] y Juan de Espejo[24], quienes trabajaron en la zona del Guapay hasta 1687. Los chiriguanos se comieron el ganado vacuno que habían llevado los misioneros, los cuales, lo mismo que Barace, acabaron yéndose a las misiones de Mojos. También en 1680, el P. Juan de Torres, de la Provincia del Paraguay, fracasó en su propósito de establecer una misión entre los chiriguanos en la misma región del Guapay, metiéndose en territorio dependiente de la Provincia del Perú.
Én 1688 el P. Gregorio de Orozco, Provincial del Paraguay, con la aprobación del P. General Tirso González, pues se metía en territorio de la Provincia del Perú, decidió abrir un colegio en Tarija. Su propósito era establecer misiones entre los chiriguanos de la Audiencia de Charcas y conectarlas con las misiones entre los chiriguanos de la Gobernación del Tucumán, en relación con las otras misiones que ya tenían los jesuitas del Paraguay entre los vilelas, lules, tobas y matacos.
El P. Orozco destinó al P. José de Arce[25], que había trabajado en la reducción de San Ignacio Guazú desde 1682. Arce llegó a Tarija en 1690, acompañado de algunos cristianos guaraníes. En 1691 se fundaron los pueblos de Presentación a orillas del río Grande o Guapay, y San Ignacio de Tariquea en la región del río Pilcomayo Sur. El P. Arce vio desde el principio que poco se podía hacer con los chiriguanos, y se lanzó en cambio a trabajar con los chiquitanos.
En sus recorridos el P. Arce llegó a la región de los piñocas, grupo chiquitano, en territorio perteneciente a la Provincia del Perú, por lo cual fue reprendido por su superior. Informado el P. General Tirso González, escribió al superior: "Que el P. Arce no hizo bien en adelantarse a los piñocas es cierto; pero querer que un misionero en sus entradas, en que no tiene más libros que las hojas de los árboles, ni más consultores que los animales, tenga prontos los límites matemáticos del distrito de las provincias y las órdenes de los generales, es demasiado pedir"[26]. Así como el fracaso entre los chiriguanos indujo a los jesuitas de la provincia del Perú a trabajar con los mojeños, el fracaso de los jesuitas de la provincia del Paraguay con los mismos chiriguanos, los indujo a trabajar con los chiquitanos.
Establecidas ya las misiones de Chiquitos, la labor entre los chiriguanos pasó a ser secundaria. En 1717 el P. Francisco Guevara fundó la reducción de Concepción en el Valle de Salinas, que en la rebelión chiriguana de 1727 fue destruida y las otras reducciones abandonadas. La situación se deterioraba rápidamente. El Presidente de la Audiencia de Charcas, Francisco de Herboso, atacó a los chiriguanos desde Tomina, Tarija y Santa Cruz en 1728 y 1729. A requerimiento del Gobernador de Santa Cruz, Herboso ordenó al Superior de las Misiones de Chiquitos, P. Jaime de Aguilar[27], poner a su disposición 200 chiquitanos. En la expedición punitiva de 1728 acompañaron a los chiquitanos el P. Aguilar y el P. Francisco Sardín. En la de 1729 fueron como capellanes de los chiquitanos los P.P. Bartolomé de Mora[28] e Ignacio de La Mata. El P. Mora escribió una relación sobre esta campaña[29].
La insistencia del Virrey del Perú y del Presidente de la Audiencia de Charcas obligó a los jesuitas a probar de nuevo, en realidad contra toda esperanza. En 1731, en plena revuelta chiriguana, fueron lanzados prácticamente al fuego los P.P. Julián de Lizardi[30], Ignacio Chomé[31], Bartolomé Jiménez[32] y José Pons[33]. Entre 1732 y 1734 fundaron en el Valle de Salinas las reducciones de Santa Ana y Rosario, y lograron reconstruir Concepción. El P.Lizardi fue asesinado en Concepción en 1735, durante un ataque de chiriguanos procedentes del Valle del Ingre, que no pertenecían a las reducciones, y que las veían como una avanzada española.
Trasladados Chomé y Jiménez a Chiquitos, sólo Pons continuó trabajando en el Valle de Salinas. Hombre excepcional, pudo quedarse por haberse adaptado a la mentalidad chiriguana. Después de acompañar durante varios años a los grupos errantes, en 1750 estableció una pequeña misión, que también se llamó Rosario, con 50 chiriguanos y 25 matacos. Dejando de lado los métodos tradicionales, Pons no estableció horario alguno, permitiendo a los chiriguanos rezar o no rezar, cazar, pescar o descansar a su aire. Y a pesar de la tradicional hostilidad entre chiriguanos y matacos, el pueblo no sólo no se disolvió sino que continuó creciendo. Muerto Pons en 1761, sus sucesores jesuitas siguieron fielmente sus métodos. Seis años después, Rosario contaba con 268 chiriguanos y 56 matacos.
Cerca ya de la expulsión, el jesuita tarijeño P. Roque Gorostiza[34] fue misionero entre los vilelas y lules en el Chaco de la Gobernación del Tucumán. Escribió una relación de su viaje de 1762 a las tierras de los chunupíes del río Bermejo, primera entrada a la zona realizada sin acompañamiento de soldados[35].
Las misiones de Mojos.
Los españoles adoptaron del quechua la palabra "chuncho" para referirse a las diferentes etnias de nómadas y seminómadas, de lenguas muy diversas, que habitaban las zonas tropicales. Desde la ciudad de La Paz misioneros agustinos, franciscanos y jesuitas solían visitar los territorios situados al norte, en los actuales departamentos de La Paz y el Beni. El P. Miguel de Urrea[36], incansable misionero, que dominaba el quechua y el aymara, trabajó en Juli (1585 - 1590), en Potosí (1591 - 1593) y en La Paz (1593 - 1597). Desde 1595 se dedicó a dar misiones en la región de Larecaja, al norte del actual departamento de La Paz, con el objeto de evangelizar a los lecos. En Cavana dio a un enfermo agua con azúcar. Habiendo muerto el enfermo, sus familiares pensaron que el P. Urrea lo había envenenado. Fueron a buscarlo a Tarapo, donde residía, y lo mataron a golpes de macana.
En 1629 el P. Laureano Ibáñez y el H. Bartolomé Alvarez, agustinos, y los P.P. Bernardo Reus[37] y José Ruga, jesuitas, acompañados de ocho aymaras, se dirigieron a Apolobamba, en el actual departamento de La Paz, a la región de los lecos. A los cuatro días de camino el P. Ruga cayó enfermo y no pudo seguir adelante. Tres días más tarde, el 17 de julio de 1629, los lecos salieron al encuentro los expedicionarios y los atacaron. Murieron los P.P. Ibáñez y Reus y cuatro aymaras. El H. Alvarez y los otros cuatro aymaras pudieron huir a Pelechuco.
En 1585 el gobernador de Santa Cruz de la Sierra, Lorenzo Suárez de Figueroa, pidió al provincial Juan de Atienza[38] el envío de jesuitas con el principal objetivo de evangelizar y civilizar a los chiriguanos. En 1586 llegaron los primeros jesuitas, los P.P. Diego Samaniego y Diego Martínez y el Hno. Juan Sánchez.
Eran habituales las entradas de los españoles desde Santa Cruz de la Sierra hacia la región de Mojos (actual departamento del Beni) en busca del Dorado o Gran Paytiti, y en busca también de indios para el servicio de los españoles, esclavitud de hecho, aunque oficialmente, a diferencia de los territorios de Portugal, estaba prohibida en los territorios dependientes de España. En la entrada de 1595, organizada por el Gobernador Lorenzo Suárez de Figueroa, participó como capellán el jesuita P. Jerónimo de Andión[39]. Basado en sus informes favorables, el superior de Santa Cruz, P. Diego Martínez, escribió a Lima, al provincial, P. Juan Sebastián, manifestándole su parecer de fundar allí una misión. En 1605 el Papa Pablo V creó el Obispado de Santa Cruz de la Sierra.
En las entradas de españoles de 1602, 1617 y 1634, también los jesuitas participaron como capellanes. En 1667 el H. Juan de Soto, enfermero en la residencia de Santa Cruz, conoció a unos mojeños llegados a la ciudad por motivo de comercio, y los acompañó de regreso por el río Guapay.
Al año siguiente, 1668, el H. Soto y el P. José Bermudo, formaron parte de una expedición de 80 soldados enviada por el gobernador a solicitud de los mojeños, que pedían protección frente a los belicosos cañacuras. Ya en territorio mojeño, establecieron un campamento temporal que llamaron Santísima Trinidad. En vista de los informes positivos de los expedicionarios, se planteó en 1668 la fundación de Mojos. El provincial P. Luis Jacinto de Contreras[40] envió al P. Julián de Aller[41] con la misión de estudiar el terreno y examinar la posibilidad de fundar misiones. El 9 de septiembre de 1668 Aller escribió al P. Contreras informando que la tierra era de "temple húmedo y caliente" y que la gente era de carácter "dócil y apacible". Calificó a la lengua mojeña de "hermosísima y copiosa, menos para cosas sagradas". Después de recorrer la región durante dos años, Aller dio su parecer favorable. Con el objeto de recabar más información, en 1679 el provincial P. Francisco del Cuadro envío al P. Luis Sotelo, y en 1681 el provincial Hernando de Saavedra al P. Martín Leturia, los cuales dieron su parecer favorable.
Finalmente, después de algunas dudas, se decidió la apertura de la misión. Los destinados a la fundación fueron los P.P. Pedro Marbán [42] y Cipriano Barace[43], y el H. José del Castillo[44], quienes exploraron la región entre 1675 y 1681, en busca de la zona más adecuada. El H. Castillo escribió una relación en 1676, informando que había visitado unos 80 pueblos, con un total aproximado de 6.000 habitantes, que hablaban cinco lenguas diferentes. El P. Marbán fundó la primera reducción, Loreto, el 25 de marzo de 1682. El superior de la misión, P. Marbán, juzgó que convenía buscar una ruta de acceso a la ciudad de Cochabamba para evitar el largo recorrido desde Santa Cruz de la Sierra. Designó al H. Castillo para que haga la exploración. En abril de 1683 Castillo partió de Loreto con 80 mojeños. Llegó a un pueblo de raches, quienes le aconsejaron no proseguir hasta que pase la época de lluvias. Decidido a seguir adelante, envió a Loreto con una carta al P. Marbán a 76 mojeños que no quisieron acompañarlo. Más tarde, los otros cuatro resolvieron también regresar a Loreto. Castillo siguió su camino con un rache, y no se supo nunca más nada de él. Más tarde, en 1691, el P. Antonio de Orellana[45] encontró la ruta de comunicación con Cochabamba, pero nunca se pudo abrir el camino.
El P. Barace fundó en 1687 la segunda reducción, Trinidad, actual capital del departamento del Beni, en el lugar donde se había establecido el campamento de 1668. La Misión de Mojos ocupó un extenso territorio en el curso de los ríos Mamoré, Iténez y Beni, afluentes del río Madera. Estaba dividida en tres zonas: a) la del río Mamoré al centro; b) la de Las Pampas al occidente; c) la de Baures al oriente. Al oeste del río Mamoré se fundaron 10 reducciones entre 1682 y 1700, y al este 16 entre 1700 y 1750.
Por diversas razones, inundaciones, pestes y ataques de los bandeirantes del Brasil, las reducciones de Mojos cambiaron varias veces de ubicación o fueron abandonadas. El año de la expulsión de los jesuitas (1768), quedaban sólo 15. En el río Mamoré: Loreto, Trinidad, San Javier, San Pedro, Exaltación y Santa Ana. En las Pampas: San Ignacio, Borja y Reyes. En Baures: San Joaquín, Magdalena, San Martín, San Nicolás, Concepción y San Simón. Como puntos de etapa entre Santa Cruz y Mojos, se fundaron los pueblos de Buenavista (o Desposorios), cerca de la ciudad de Santa Cruz, en 1694, que se trasladó a su lugar actual en 1723, y Santa Rosa en 1743, que se trasladó a su lugar actual en 1764.
Las lenguas empleadas en las reducciones de Mojos en el siglo XVII, en la enseñanza o en la liturgia fueron el mojeño, el castellano y el latín. Al producirse el avance hacia el este en el siglo XVIII se difundió además el uso de otras seis lenguas: canichana, itinama, baure, movima, cayubaba y saipive.
Los misioneros introdujeron en Mojos el ganado vacuno. El P. Cipriano Barace reunió en Santa Cruz varios centenares de vacunos con la intención de transportarlos por río desde Pailón. Siendo imposible embarcarlos en canoas, él y un grupo de indios los arrearon a pie abriéndose camino por la selva. A Loreto llegaron sólo 36 cabezas de ganado, que fueron el comienzo de la ganadería en el Beni.
Los jesuitas fomentaron la agricultura, la artesanía y las artes. En las reducciones de Mojos había talleres de artesanía, imprenta, hospitales y farmacias, gremios y cofradías de los diferentes oficios, coros y orquestas, administración centralizada, horarios de trabajo, utilización de los niños de las escuelas como catequistas. En las misiones se fabricaban productos muy cotizados en la Audiencia de Charcas y en todo el Virreinato del perú: violines, tambores e instrumentos de viento, tejidos de algodón, objetos de cuero, sombreros de paja, tutumas ornamentadas, mates tallados, tableros de chaquete, rosarios de hueso, bastones, escritorios y cofres, cunas de jacarandá y taburetes.
El P. Pedro Marbán publicó en 1701 una gramática mojeña. El P. Antonio Magio[46] escribió una gramática baure, no se sabe si antes o después de la expulsión, que fue publicada en París en 1880. El P. Leonardo Valdivia[47] descubrió el río Maniqui, afluente del Mato. El P. Diego de Eguiluz[48] provincial del Perú de 1695 a 1698, nunca estuvo en Mojos, pero basado en los informes de los misioneros escribió en 1696 una relación detallada al P. General Tirso González sobre las fundaciones de Loreto, Trinidad, San Ignacio, San Francisco Javier, San José y San Francisco de Borja. El P. Antonio de Orellana escribio en 1687 una relación sobre los orígenes de la misión de Mojos. El P. Diego Francisco de Altamirano[49], de la Provincia del Paraguay, fue nombrado visitador de la Provincia del Perú. En 1697 visitó toda la provincia, incluyendo la misión de Mojos, sobre la que escribió "una breve noticia". El P. Alonso Messía Bedoya[50], Provincial del Perú (1711 - 1714), hizo un informe detallado sobre la misión de Mojos. El P. Antonio Garriga[51] trabajó en las misiones de Mojos de 1697 a 1709. El P. General Miguel Angel Tamburini lo nombró Visitador de la Provincia del Paraguay (1709 -1713). Fue luego Provincial del Perú (1714 - 1716). Garriga fijó en las misiones de Mojos la demarcación de límites entre las reducciones. Quedaron señalados 16 territorios entre Loreto y Desposorios, y mandó pintar en uno de los muros de la residencia de Exaltación un mapa de Mojos, que fue borrado después de la expulsión de los jesuitas (1768). El P. Manuel Vergara[52], de la Provincia del Paraguay, en 1762 fue nombrado Visitador de la Provincia del Perú por el P. General Lorenzo Ricci. Mandó al P. General un informe detallado sobre la misión de Mojos, con la indicación del número de habitantes en cada una de las reducciones.
El P. Francisco Javier Eder[53] escribió una descripción de Mojos que permite conocer las costumbres, usos y creencias de los mojeños. No se conserva una historia de Mojos, escrita en dos tomos por el P. Francisco Javier Iraizós[54]. Su hermano Juan Manuel[55], encontrándose en Ferrara en el exilio de los jesuitas de la Provincia del Perú, hizo apuntes sobre la lengua mojeña, que fueron aprovechados por el lingüista Lorenzo Hervás y Panduro. El P. Miguel de Irigoyen[56] escribió en 1767 una relación sobre la Semana Santa en la reducción de San Pedro. Murieron asesinados los P.P. Cipriano Barace, en 1702, y Baltasar de Espinosa[57] en 1709.
Los jesuitas consiguieron de las autoridades de Madrid que se prohibiera la entrada de españoles a las reducciones. Con todo, los vecinos de la ciudad de Santa Cruz incursionaban continuamente en los territorios de las misiones y se llevaban cautivos a centenares de indios, hasta que un decreto real de 1720 impidió definitivamente el ingreso de blancos a Mojos.
Más peligrosos aún que los españoles fueron los bandeirantes del Brasil, conocidos también con el nombre de mamelucos y paulistas, procedentes principalmente de la Ciudad de Sâo Paulo. Los bandeirantes, protegidos por las autoridades portuguesas, entraban a los territorios de las reducciones en busca de esclavos. Estas cacerías de esclavos no cesaron ni siquiera cuando por el tratado de límites de 1750 entre España y Portugal pasó al Brasil la zona situada entre Santa Rosa y la banda oriental del río Guaporé.
En 1751 el P. Carlos Hirschko[58], en cumplimiento de una orden del Virrey del Perú, José Manso de Velasco fue nombrado asesor de las autoridades españolas para la demarcación de límites entre los territorios de España y Portugal. Durante varios años, valiéndose de antiguos mapas portugueses y españoles, de su propia experiencia, y de datos proporcionados por los jesuitas y los pobladores de las misiones, elaboró un nuevo mapa de la zona, del curso del río Mamoré al río Marañón, y de la confluencia de los ríos Apurimac y Manu, o Madera. En 1765 el Presidente de la Audiencia de Charcas, Juan de Pestaña, pensó fundar un asentamiento español en la frontera con el Brasil, con el fin de evitar las incursiones portuguesas. El proyecto fue confiado al Coronel de Ingenieros, Antonio de Aymerich, y al P. Hirschko. La muerte de Pestaña y la expulsión de los jesuitas (1767 - 1768) impidieron su realización. Fue precisamente Aymerich, quien se encontraba en Mojos para desalojar a los portugueses de Santa Rosa, el encargado de cumplir la orden de expulsión de los jesuitas. Después de la supresión de la Compañía (1773), encontrándose en Viena, en 1782 entregó al embajador español, Conde de Aguilar, un memorial sobre el proyecto de 1765, al que adjuntó el mapa elaborado en 1751. En su memorial expone que el paraje más adecuado para fundar un fuerte no es en la confluencia de los ríos Baures e Iténez, como quería Pestaña, ni en la de los ríos Iténez y Mamoré como opinaba Aymerich, sino en la desembocadura del Manu en el Mamoré. Dice que en esa región hay en abundancia cascarilla, palo santo, goma, copal y algodón, y que es apta para el cultivo del cacao y del café. En 1765 el Virrey Manuel de Amat ordenó el envío de nueve cañones a Mojos para expulsar a los portugueses del pueblo de Santa Rosa, a orillas del río Iténez.
En 1762 los portugueses se apoderaron de la reducción de Santa Rosa. Las autoridades de Lima ordenaron el establecimiento de un fuerte en la orilla izquierda del río Iténez, frente al fuerte portugués de Beira. El P. Francisco Javier Iraizós fue designado capellán del contingente formado por 300 hombres, entre españoles, criollos y mojeños. En junio de 1763 los portugueses atacaron el fuerte español pero no pudieron tomarlo. Enfermo a consecuencia del largo asedio, el P. Iraizós falleció un mes más tarde. El P. Victoriano Cuenca[59], que había estado dos años en Mojos, de 1738 a 1740, comentó que sólo la omnipotencia divina podría hacer llegar esos cañones desde Lima a Mojos, a través de las ciénagas y cachuelas. Ofendido el virrey pidió a los superiores que el P. Cuenca fuera sacado de Lima. Enviado a La Paz, allí le sorprendió el decreto de expulsión de 1767.
Las misiones de Chiquitos.
Los españoles de la expedición de Ñuflo de Chávez, a mediados del siglo XVI dieron el nombre de chiquitos, por el tamaño pequeño de sus chozas a unos 35 grupos o clanes de cultura semejante, que hablaban diferentes lenguas, establecidos al oriente de Santa Cruz, desde el río Paraguay hasta el río Guapay, entre la región del Chaco y el Brasil.
Desde su arribo a Santa Cruz los P.P. Diego Martínez y Andrés Ortiz se dedicaron especialmente al trabajo entre los chiquitanos. Desde principios del siglo XVII los jesuitas de Santa Cruz tuvieron poca relación con los chiquitanos.
En 1690 viajó a Santa Cruz el P. José de Arce, de la Provincia del Paraguay, para interceder en favor de un prisionero chiriguano. El Gobernador de Santa Cruz, Agustín Arce de la Concha, le manifestó su deseo de que los jesuitas de Tarija funden misiones entre los chiquitanos, que eran más pacíficos que los chiriguanos, y que habían pedido misioneros. El gobernador dio como razón la imposibilidad en que se encontraban los jesuitas de la Provincia del Perú de abrir nuevas misiones, puesto que se encontraban ya empeñados en las misiones de Mojos.
El P. Arce retornó a Tarija portador de dos cartas del gobernador de Santa Cruz, una para el P. Provincial del Paraguay, Gregorio de Orozco, que se encontraba de visita en Tarija, y otra para el P. General Tirso González. Sin esperar respuesta de Roma, el P. Orozco dio su conformidad para fundar misiones en Chiquitos. Contaba con algunos de los 44 jesuitas recién llegados a Buenos Aires, y pidió al P. Arce que viajara a Asunción para llevarse siete misioneros. A su regreso de Asunción, en diciembre de 1691, el P. Arce llegó a una zona donde había epidemia de viruela, y resolvió fundar allí mismo la reducción de San Javier, la primera de las de Chiquitos. Este hecho molestó a los jesuitas de la Provincia del Perú, quienes presentaron su queja al P. General.
En 1694 un grupo de chiquitanos pidió misioneros a los jesuitas de Santa Cruz, de la Provincia del Perú. Accedieron los padres a su petición. Fue designado el P. Juan de Montenegro (I), cruceño, misionero en Mojos, que conocía el chiquitano desde su infancia. El P. Montenegro fundó la reducción de San José, que fue destruida en 1696 por los bandeirantes del Brasil. En 1697 Montenegro condujo a los chiquitanos a las reducción de Buenavista.
En 1700 el P. General comisionó al P. Diego Francisco de Altamirano para dirimir la cuestión entre las Provincias del Perú y del Paraguay. Altamirano vio que en contra de la Provincia del Paraguay estaba la dificultad de comunicaciones de Chiquitos con Asunción y Córdoba. En contra de la Provincia del Perú estaba la imposibilidad en que ésta se encontraba de acometer una nueva empresa, estando ya empeñada en las misiones de Mojos. La balanza se inclinó a favor de la Provincia del Paraguay.
Entre 1691 y 1760 se fundaron 11 pueblos en Chiquitos, de los cuales 10 existen en nuestros días: San Javier, San Rafael, San José, San Juan Bautista, Concepción, San Ignacio, Santa Ana, Santiago y Santo Corazón. Las reducciones se fundaron escalonadamente hacia el oriente, en dirección del río Paraguay, con el fin de encontrar una ruta de comunicación con Asunción más corta que la que iba de Córdoba a Tarija y de Tarija a Chiquitos. Simultáneamente se fueron abriendo rutas de Asunción hacia el norte. Conforme se iban estableciendo las reducciones, se hicieron viajes infructuosos de exploración desde Chiquitos hacia el sur en 1702, 1703 y 1705. Fueron asesinados los P.P. Lucas Caballero[60], en 1711, y Antonio Guasp[61], en 1714.
En 1715 los P.P. José de Arce y Bartolomé Blende resolvieron hacer la prueba partiendo de Asunción por el río Paraguay. Blende fue asesinado por los payaguás durante el viaje. Arce logró llegar a duras penas a San Rafael. Al hacer la misma ruta de retorno a Asunción, fue también asesinado por los payaguás. Después ya no se intentó probar por esa ruta, no tanto por los peligros de la zona habitada por los hostiles payaguás y guaycurúes, sino sobre todo por la dificultad de cruzar los pantanos de Jarayes. En 1721, el P. Agustín de Castañares[62] y el P. Felipe Suárez[63], por encargo del Provincial del Paraguay, P. José de Aguirre, buscaron una ruta de comunicación con las misiones guaraníes por las tierras de los zamucos, por el río Pilcomayo, sin resultado. El P. Castañares volvió a la misma región con el P. Jaime de Aguilar con el objeto de establecer una reducción entre los zamucos, como punto de partida para nuevas expediciones. En 1723 pudo fundar la reducción de San Ignacio de Zamucos. En 1744 hizo una entrada a la región de los mataguayos entre los ríos Bermejo y Pilcomayo, los cuales lo mataron a golpes de macana. El P. Juan de Montenegro (II)[64], santafecino, quien trabajó con el P. Castañares en la reducción de San Ignacio de Zamucos, escribió su vida, que fue publicada en Madrid en 1746 y reeditada por el P. Guillermo Furlong, S.J. en Buenos Aires, en 1964.
En 1760 el P. José Sánchez Labrador[65] fundó la reducción de Belén entre los mbayás, parcialidad de guaycurúes, a 45 leguas al norte de Asunción, a orillas del Ipané, uno de los afluentes orientales del río Paraguay. Ese mismo año en las misiones de Chiquitos el P. Antonio Guasp fundó la reducción de Santo Corazón. El 9 de diciembre de 1766 Sánchez Labrador salió de Belén y logró llegar a Santo Corazón el 13 de enero de 1767, cumpliendo así el sueño de 76 años de conectar las misiones guaraníes con las chiquitanas. A su vuelta a Belén, escribió una crónica de su expedición con gran lujo de detalles, pero pocos meses después, el 14 de agosto de 1767 llegó a Belén el decreto de expulsión de Carlos III, cuando empezaba una reducción entre los guanás y proyectaba la fundación de otra entre los mbayás.
El P. José de Arce escribió una relación de su expedición de 1703. El P. Francisco Burgés[66] dejó un memorial sobre las misiones de Chiquitos. Los P.P. Juan Patricio Fernández[67] y Julián Knogler[68] redactaron historias de las misiones de Chiquitos. El P. Domingo Bandiera[69] escribió un informe sobre las misiones en el Chaco y sobre las misiones entre los chiriguanos y los chiquitanos. El P. Felipe Suárez escribió la primera gramática en chiquitano y un diccionari y catecismo en penoqui, que no se editaron. El P. Joaquín Camaño, después de la expulsión de los jesuitas publicó en Faenza mapas de Sudamérica. Fue uno de los principales colaboradores del lingüista P. Lorenzo Hervás y Panduro, a quien proporcionó datos sobre el quechua, guaraní y chiquitano, y sobre las lenguas del Chaco: zamuco, vilela, lule, toba, abipón y mocobí.
El P. Martín Schmid[70] se destacó como músico y arquitecto. Bajo su dirección se formaron coros polifónicos, se fabricaron arpas, órganos y violines. Compuso piezas musicales, muy apreciadas hoy día. Restauró la iglesia de San Rafael y construyó las de Concepción, San Miguel y San Ignacio. Fascinado por la vida del P. Martín Schmid, el jesuita suizo P. Josef Spillmann (1842-1905), escribió una novela para niños, titulada "La fiesta del Corpus de los indios Chiquitos", cuyo personaje central es el P. Schmid. Traducida al castellano, fue publicada por la Editorial Difusión de Buenos Aires, en 1941.
Igualmente, el P. Juan José Messner[71] se destacó como músico. Trabajó en San Ignacio de Zamucos, San Javier, San Miguel, Santa Ana, San Juan y San Ignacio. En todos esos pueblos organizó y dirigió academias y coros y enseñó a fabricar instrumentos musicales. Gracias a la incansable labor del P. Piotr Nawrot, S.V.D, se está difundiendo actualmente por todo el mundo la música de las misiones de guaraníes y chiquitanas.
El P. Ignacio Chomé descolló como constructor de iglesias, canales de riego, acueductos y molinos. Se hizo célebre sobre todo por su dominio de idiomas. Cuando llegó al puerto de Buenos Aires ya dominaba el griego, el latín y las principales lenguas de Europa. Como se había ofrecido para ir a la China, durante los años de su formación había estudiado también chino. En Buenos Aires, al ver que allí había esclavos africanos, estudió las lenguas del Congo y Angola. Destinado a las misiones de los ríos Paraná y Uruguay aprendió el guaraní. Destinado luego a Tarija, allí aprendió el chiriguano, variante del guaraní. Partiendo de Tarija recorrió la región de Lípez, en el departamento de Potosí, donde aprendió el quechua. Después del fracaso de las misiones entre los chiriguanos, en 1735 fue destinado a las misiones de Chiquitos. En la reducción de San Ignacio de Zamucos aprendió el zamuco, que muy pocos jesuitas consiguieron dominar y escribió una gramática en ese idioma. Cerrada esa reducción, pasó a las reducciones de lengua chiquitana. Escribió en chiquitano una gramática y varios sermones, tradujo del castellano la Diferencia entre lo temporal y lo eterno del P. Juan Eusebio Nieremberg y la Imitación de Cristo.
Las iglesias de las reducciones de Chiquitos, declaradas patrimonio cultural de la humanidad por la Unesco, fueron refaccionadas gracias principalmente a la ayuda económica de los franciscanos y de los jesuitas suizos.
La expulsión.
El Gobernador de Buenos Aires, Francisco de Paula Bucarelli, recibió los despachos de Pedro Pablo Abarca, Conde de Aranda, Presidente del Consejo de Castilla, el 7 de junio de 1767. Estaba encargado de la ejecución del decreto de expulsión en las casas de la Provincia del Paraguay, con excepción de las de Tarija y de las misiones de Chiquitos, confiadas al Presidente de la Audiencia de Charcas. El Teniente José Ignacio de Merlo llegó a Chuquisaca con los despachos de Bucarelli el 17 de julio de 1767, y al día siguiente continuó su viaje a Lima. Dentro de la jurisdicción de la Audiencia de Charcas se encontraban las casas de Chuquisaca, Cochabamba, Oruro, La Paz, Juli, Santa Cruz de la Sierra y las misiones de Mojos, pertenecientes a la Provincia del Perú, y las de Tarija y las misiones de Chiquitos, pertenecientes a la Provincia del Paraguay. El Presidente de la Audiencia de Charcas, Victorino Martínez de Tineo, había decidido inicialmente proceder a la ejecución de las órdenes reales el 4 de septiembre. Al saber que ya se había llevado a cabo la expulsión en San Miguel de Tucumán, adelantó la fecha. El 17 de agosto se leyó el decreto en la dos casas de Chuquisaca, la Universidad de San Francisco Javier y el Colegio San Juan Bautista..
Entre el 17 y el 29 de agosto se cumplió la orden en Cochabamba, Oruro, La Paz, Potosí y Tarija. Los 13 jesuitas de Tarija fueron conducidos a Buenos Aires juntamente con dos padres y dos hermanos de la Provincia del Paraguay, que se encontraban en Potosí, como encargados de la procura de su provincia.. Uno de los padres de Tarija murió en Yavi a los cuatro días de camino. Los jesuitas pertenecientes a la Provincia del Perú fueron conducidos a Lima. A mediados de agosto llegaron a Santa Cruz de la Sierra las órdenes de Martínez de Tineo. La expulsión de los seis jesuitas de la residencia y la de los cuatro misioneros de las reducciones cercanas de Buenavista y Santa Rosa fue encomendada al Gobernador de Santa Cruz Luis Alvarez de Nava. Este procedió en Santa Cruz.el 4 de septiembre, en Buenavista el 12 y en Santa Rosa el 18. El Coronel Diego Antonio Martínez, comandante del regimiento acantonado en Santa Cruz para acudir a la frontera de Mojos con el Brasil, fue enviado a las misiones de Chiquitos. Martínez partió de Santa Cruz a Chiquitos el 21 de agosto con 80 soldados de caballería. Dio inicio a las operaciones en San Javier el 4 de septiembre. Al ver que tres misioneros, ancianos y enfermos, no podrían resistir el viaje, escribió a Martínez de Tineo manifestando su parecer de que se queden. Martínez de Tineo, en carta del 5 de diciembre de 1767 le contestó "que se desechaba como inconveniente y contrario a las reales instrucciones del extrañamiento el que se quedase ningún sujeto de la Compañía de Jesús en aquellos pueblos, aun a título de viejo o de enfermedad habitual como ahora se propone"[72]. El P. Juan José Messner fue trasladado de San Ignacio a San Rafael, fue a caballo a Santa Cruz, y desde allí fue transportado en hamaca a Oruro. Ya agonizante, fue obligado a proseguir a Tacna. Murió en el camino, y fue enterrado en el pueblo de Pachía. El P. Ignacio Chomé murió en Oruro cuando era transportado en hamaca desde San Javier, rumbo a Lima.
El Coronel Antonio de Aymerich, comandante en jefe del ejército en Mojos, acantonado allí para impedir el avance de los portugueses, y que estaba alojado en la casa de los jesuitas, fue el encargado de la expulsión en ese territorio. Dirigió personalmente las operaciones en las reducciones del río Mamoré y de Las Pampas, comenzando en Loreto el 4 de octubre. El Teniente Coronel Joaquín de Espinosa, comisionado en las reducciones de Baures, las más lejanas, escribió a Aymerich aconsejando la permanencia en Magdalena de un sacerdote anciano. Aymerich, en carta fechada en Loreto el 5 de enero de 1768, le ordenó conducirlo de todos modos "aunque haya de morirse por el camino"[73]. Dadas las distancias de las reducciones, 10 en Chiquitos y 15 en Mojos, los viajes se realizaron en diferentes fechas, debiendo ser interrumpidos en la época de lluvias. Los 22 jesuitas de Mojos y los 24 de Chiquitos se concentraron en Santa Cruz, de donde partieron en sucesivas expediciones a Lima. A las 200 leguas ya recorridas, en el caso de los más alejados, se añadían 200 más desde Santa Cruz a Lima, del trópico a la costa, por la ruta de Oruro, pasando por alturas de 4.000 metros. El 22 de mayo de 1768 salieron al exilio los últimos misioneros, 7 de Mojos y 6 de Chiquitos.
[1] Jerónimo Ruíz de Portillo. Logroño (La Rioja) España, 1532 - Lima, Perú, 1590.
[2] Diego de Bracamonte. Granada, España, 1533 - Potosí, Bolivia, 1583.
[3] Diego Martínez. Ribera del Fresno (Badajoz), España,1543-Juli (Puno) Perú, 1582.
[4] Alonso de Barzana. Belinchón (Cuenca) España, 1530-Cusco, Perú, 1597.
[5] Mitayo. Del quechua mit'ayuq, persona que realiza turnos de trabajo. En la época virreinal se usaba especialmente para referirse a los que iban a Potosí para trabajar como mineros.
[6] Mita. Del quechua mit'a, turno.
[7] Ayni. En quechua, ayuda mutua.
[8] Ayllu. Palabra que designa al mismo tiempo a un territorio determinado y a la colectividad de sus habitantes.
[9] Ludovico Bertonio. Arcevia (Ancona) Italia, 1577-Lima, Perú, 1625.
[10] Pedro de Añasco. Chachapoyas (Amazonas) Perú, 1550-Córdoba, Argentina, 1605).
[11] Diego González Holguín. Cáceres, España, 1553- Mendoza, Argentina, 1617.
[12] Diego de Torres Rubio. Alcázar de San Juan (Ciudad Real) España, 1548-Sucre (Chuquisaca), Bolivia,1638.
[13] Diego de Torres Bollo. Villalpando (Zamora) España, 1551-Sucre (Chuquisaca) Bolivia, 1638).
[14] Diego Samaniego. Talavera la Real (Badajoz) España, 1541- Santa Cruz de la Sierra, Bolivia, 1621).
[15] Juan Sebastián. Daroca (Zaragoza), España, 1546 - Lima, Perú, 1581.
[16] Manuel de Ortega. Lamego, Portugal, 1560 - Sucre (Chuquisaca), Bolivia,1622.
[17] Cristóbal de Mendoza. Santa Cruz de la Sierra, Bolivia - Ibiá (Río Grande do Sul), Brasil.
[18] Francisco del Castillo. Lima, Perú, 1615 - Lima, Perú, 1673.
[19] Antonio Ruíz de Montoya. Lima, Perú, 1585 - Lima, Perú, 1652.
[20] Antonio Ripari. Casalmorano (Cremona), Italia, 1607 - Jaujau (Salta), Argentina, 1639..
[21] Gaspar Osorio. Castrillo de Villavega (Palencia), España, 1595 - Jaujau (Salta), Argentina, 1639.
[22] Cipriano Barace. Isaba (Navarra), España, 1640 - Mamoré (Beni), Bolivia, 1702.
[23] Juan de Montenegro (I). Santa Cruz de la Sierra, Bolivia, 1655 - San Javier (Beni), Bolivia, 1691.
[24] Juan de Espejo. Valdivia, Chile, 1655 - San Borja (Beni), Bolivia, 1691.
[25] José de Arce. Santa Cruz de La Palma (Tenerife), España, 1651 - Lago Mandioré (Matto Grosso do Sul), Brasil, 1715.
[26] Carta citada por Antonio Menacho, S.J. "Por tierras de Chiquitos", Santa Cruz, 1991, p.70.
[27] Jaime de Aguilar. Santolea (Teruel), España, 1678 - Asunción, Paraguay, 1746.
[28] Bartolomé de la Mora. Montoro (Córdoba), España, 1691- San José (Santa Cruz), Bolivia, 1760.
[29] Bartolomé de la Mora, S.J. "Relación y breve noticia de lo sucedido en la guerra de chiriguanos que se ha hecho este año de 1729". Publicada por A. Posnansky, Revista del Instituto de Etnología 2 (1931) 101 - 132.
[30] Julián de Lizardi. Asteazu (Guipúzcoa), España, 1696 - Valle del Ingre (Chuquisaca), Bolivia.
[31] Ignacio Chomé. Douai (Nord), Francia, 1696 - Oruro, Bolivia, 1768.
[32] Bartolomé Jiménez. Osuna, España, 1657 - Buenos Aires, Argentina, 1717.
[33] José Pons. Puigcerdá, España, 1687 - Rosario de las Salinas (Tarija) Bolivia, 1761.
[34] Roque Gorostiza. Tarija, Bolivia, 1736 - Roma, Italia, 1808.
[35] Roque Gorostiza, S.J. Breve noticia de las tres entradas que hizo el P. Roque Gorostiza. En: Guillermo Furlong, S.J. "Entre los vilelas de Salta", Buenos Aires, 1939, pp. 115 -122.
[36] Miguel de Urrea. Fuentes (Toledo), España, 1554 - Tarapo (La Paz), Bolivia, 1597.
[37] Bernardo Reus. Palma de Mallorca (Baleares), España, 1601 - Apolo (La Paz), Bolivia, 1629.
[38] Juan de Atienza. Valladolid, España, 1544 - Lima, Perú, 1592.
[39] Jerónimo de Andión. Madrid, España, 1595 - Santa Cruz, Bolivia, 1623.
[40] Luis Jacinto de Contreras. La Paz, Bolivia, 1604 - Lima, Perú, 1682.
[41] Julián de Aller. Valencia, España, 1618 - La Paz, Bolivia, 1673.
[42] Pedro Marbán. Tiedra (Valladolid), España, 1647 - Loreto (Beni), Bolivia, 1713.
[43] Cipriano Barace. Isaba (Navarra), España, 1640 - Mamoré (Beni), Bolivia, 1702.
[44] José del Castillo. Zaragoza, España, 1635 - entre Loreto (Beni) y Cochabamba, Bolivia, 1683.
[45] Antonio de Orellana. Pisco (Ica), Perú, 1653 - Arequipa, Perú, 1712.
[46] Antonio Magio. Alghero (Sassari), Italia, 1710 - Sassari, Italia, 1775.
[47] Leonardo Valdivia. Oruro, Bolivia, 1683 - Exaltación (Beni), Bolivia, 1752.
[48] Diego de Eguiluz. Arequipa, Perú, 1625 - Lima, Perú, 1704.
[49] Diego Francisco de Altamirano. Madrid, España, 1625 - Lima, Perú, 1715.
[50] Alonso Messía Bedoya. Pacaros (Lima), Perú, 1655 - Lima, Perú, 1732.
[51] Antonio Garriga. Palma de Mallorca (Baleares), España, 1662 - Lima, Perú, 1773.
[52] Manuel Vergara. Jarandilla (Cáceres), España, 1711 - Puerto de Santa María (Cádiz), España, 1770.
[53] Francisco Javier Eder. Banska Stiavnica, Eslovaquia, 1727 - Banska Bystrica, Eslovaquia, 1772.
[54] Francisco Javier Iraizós. Cochabamba, Bolivia, 1725 - Santa Rosa (Beni) Bolivia, 1763.
[55] Juan Manuel Iraizós. Cochabamba, Bolivia, 1730 - Roma, Italia, 1796.
[56] Miguel de Irigoyen. Cochabamba, Bolivia, 1725 - Ferrara, Italia, 1773.
[57] Baltasar de Espinosa. Pisco (Ica), Perú, 1677 - San Lorenzo Beni), Bolivia, 1709.
[58] Carlos Hirschko. Wroclaw, Polonia, 1721 - Viena, Austria, 1796.
[59] Victoriano Cuenca. Lima, Perú, 1712 - Roma, Italia, 1777.
[60] Lucas Caballero. Villanueva de la Cueva (Palencia), España, 1661 - Concepción (Santa Cruz), Bolivia.
[61] Antonio Guasp. Palma de Mallorca (Baleares), España,1714 - Santo Corazón (Santa Cruz), Bolivia, 1763.
[62] Agustín de Castañares. Salta, Argentina, 1687 - Provincia de Salta, Argentina, 1744.
[63] Felipe Suárez. Almagro (Ciudad Real), España,1663 - Tarija, Bolivia, 1727.
[64] Juan de Montenegro (II). Santa Fe, Argentina, 1696 - San Juan (Santa Cruz), Bolivia.
[65] José Sánchez Labrador. La Guardia (Toledo), España, 1717 - Ravena, Italia, 1798.
[66] Francisco Burgés. Seo de Urgel (Lérida), España, 1642 - Córdoba, Argentina, 1725.
[67] Juan Patricio Fernández. Loranca de Tajuña (Guadalajara), España - Corrientes, Argentina, 1733.
[68] Julián Knogler. Gansheim (Baviera), Alemania,1717 - Ötting (Baviera), Alemania, 1772.
[69] Domingo Bandiera. Siena, Italia, 1693 - San Javier (Santa Cruz), Bolivia, 1765.
[70] Martín Schmid. Baar (Zug), Suiza, 1694 - Lucerna, Suiza, 1772.
[71] Juan José Messner. Ustí (Bohemia), Chequia, 1703 - Pachía (Tacna), Perú, 1768.
[72] Gabriel René Moreno. "Catálogo del Archivo de Mojos y Chiquitos". La Paz, 1974, p. 231.
[73] Biblioteca Nacional de Chile. Mss. T. 326, f. 90.
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