INDULTO DE NAVIDAD. Javier Baptista, S.J.
En 1814 un destacamento patriota, después de una derrota sufrida se dirigió al valle de Atén. Los guerrlleros se dispersaron en diferentes direcciones en busca de reclutas. Algunos de ellos llegaron a la misión franciscana de San José, a 10 leguas del pueblo de Atén. Por la fuerza enrolaron a 5 jóvenes, a pesar de las protestas del padre franciscano que atendía la misión. Esos jóvenes formaron parte del ejército guerrillero que se apoderó del pueblo de Atén.
Para retomarlo, los realistas enviaron fuerzas superiores en número a la de los patriotas. Vencidos éstos en varios encuentros, se dispersaron una vez más. Juan Pacha, uno de los jóvenes reclutados, volvió a San José. Lo encontró en ruinas. El paso de patriotas y realistas había dejado casas destruidas. El misionero habia sido apresado por los realistas. Quedaban 10 familias en la miseria. Pacha les propuso abandonar el pueblo en busca de paz y tranquilidad.
Los emigrantes, a órdenes de Pacha, se dirigieron al este. Se llevaban los pocos animales que habían podido recuperar: ganado vacuno y ovino, caballos, mulas, patos, galinas, perros y gatos, y semillas de algodón. de trigo de locoto y de uan gran vaiedad de frutas y legumbres. En un pequeño valle rodeado de cerros, a 20 leguas de Atén, fijaron su asiento el 25 de diciembre de de 1814. En honor a la fecha, Pacha dio a la nueva población el nombre de Natividad.
Constituido en jefe supremo, organizó la vida cotidiana según el esquema de la misión franciscana. Estableció los turnos de trabajo de hombres y mujeres en las chacras, y de hombres cazadores y pescadores, y de mujeres tejedoras. Pacha asumió también los poderes religiosos. Hizo edificar una capilla en la que pusieron las imágenes traídas de San José. Bautizaba y casaba, dirigía las celebraciones comunitarias y enseñaba a los niños la doctrina cristiana. La enseñanza de los cantod delegó al sacristán y cantor del pueblo, que se había llevado su violín, su armonio y su cancionero.
Pacha tomó todas las medidas necesarias para que el pueblo nuevo no fuera descubierto ni por patriotas ni por realistas. Puso guardias en puntos estratégicos alrededor del pueblo para evitar el ingreso de extraños y la salida de los lugareños. Dio orden de enterrar vivos a todos los que por cualquier pretexto se pusieran en contacto con los habitantes de Atén. Cuatro años permanecieron así, sin ser descubiertos.
Un día, una mujer llamada María Calderón, esposa de Pedro Cito, decidió ir a Atén en busca de sal. Aprovechando los ensayos de danzas para la próxima Navidad, salió del pueblo sin que nadie se diera cuenta. Ya en Atén, sin ser, vista entró a una casa aislada y se apoderó de toda la sal que pudo.
El vigilante no tardé en darse cuentya de la desaparición de María calderón y adivinó fáclmente que había ido a Atén. Cuando regresó la mujer, inmediatamente fue aprehendida y conducida ante Pacha. Su provisión de sal era suficiente testimonio de su falta. Sin atender a las lágrimas del esposo. de los padres y de la mayor parte de los miembros de la comunidad, Pacha ordenó su ejecución, que debía realizarse al día siguiente, 25 de diciembre.
Era la noche del 24 de diciembre. En la plaza estaba instalado un altar con gradas de troncos poco cepillados. Encima del altar, un Niño Jesús, rubio y regordete, de fabricación cusqueña, parecía sonreir y bendecir a los habitantes de Natividad, reunidos a sus pies.
Juan Pacha subió lentamente los escalones. Vestía una especie de alba de tela de algodón, ceñida con un grueso cinturón de cuero. Entonó cánticos navideños, seguido por la multitud. Leyó luego en el grueso misal latino los textos litúrgicos. Conocía de memoria el pasaje evangélico que relataba el nacimiento del Niño Dios. Lo expuso a sus oyentes con devoción. Cuando explicaba que Dios se hizo hombre para enseñar a los hombres a amarse entre sí, le llegó el ruido repentino producido por los sollozos de la madre de María Calderón.
La vino a la mente la imagen de esa mujer que esperaba en un calabozo la ejecución de su sentencia de muerte. Juan Pacha hizo una pausa. Miró a la gente y dijo con voz firme: "Mañana, día en el que recordamos el nacimiento de nuestro Señor Jesucristo, María Calderón no va a morir. Ella y nosotros seguiremos viviendo porque Cristo ha venido al mundo pata traernos la paz".
Ordenó que trajeran a María Calderón. Tomó en sus manos la imagen del Niño Jesús. Besó reverentemente uno de sus pies. Se acercó a María Calderón, quien hizo lo mismo. Alguien comenzó a cantar: "¡Gloria in excelsis Deo!" (¡Gloria a Dios en los cielos!). El cántico religioso llenó toda la plaza, se extendio por la selva y se fue alejando a los cerros. "Et in terra paz hominibus bonae voluntatis" (Y en la tierra paz a los hombres de buena voluntad).
domingo, 25 de noviembre de 2007
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