LOS JESUITAS EN COCHABAMBA
SU LLEGADA Y SU SALIDA
Los jesuitas de la provincia del Perú, establecidos en
Habiéndose fundado en 1682 las misiones de Mojos, se vio conveniente abrir una casa en Cochabamba con la finalidad de que sirviera de apoyo a dichas misiones. Ya en 1683 el hermano José del Castillo intentó infructuosamente explorar la región en vistas a abrir un camino desde Mojos a Cochabamba. En abril de ese año partió de Loreto con 80 mojeños. Llegados al primer pueblo de raches, éstos les aconsejaron no continuar viaje por causa de las lluvias y esperar hasta el mes de agosto. Volvieron a Loreto 76 mojeños con un carta de Castillo al superior de la misión, padre Pedro Marbán, del 5 de mayo, en la que le comunicaba su decisión de proseguir adelante con los otros 4 mojeños. Habiendo regresado también éstos a Loreto, Castillo siguió su camino con un rache, calculando que faltaban sólo 10 días para llegar a Cochabamba, a donde no llegó, ni se tuvo más noticia de él [1].
En el Archivo General de Indias de Sevilla, en la sección “Audiencia de Charcas, legajo
“Y así, teniendo noticia de que el común de la vecindad, por su cabildo hace súplica a vuestra majestad se sirva hacerles merced de conceder licencia a la sagrada religión de
El segundo documento, fechado el 20 de enero de 1704, es la petición hecha por el cabildo, justicia y regimiento de la villa de Oropesa, valle de Cochabamba, informando al rey sobre “los buenos efectos de los misioneros de
Describen a los jesuitas caminando con “pies desnudos por zarzales y pantanos veinte y más años sucesivos”. Se refieren luego al contacto que los indios de las misiones de los jesuitas han tenido con la villa de Oropesa: “Al presente tienen diez iglesias en diferentes territorios y cada una con grande número de cristianos nuevos convertidos, y por lo que salen a esta villa con sus algodones hilados y tejidos y otros géneros a trocarles. Los vemos ladinos [3] en la lengua castellana y con política cristiana y civil”.
A continuación explican que los vecinos y moradores de la villa y su provincia, desean perpetuar en la vecindad “la sagrada religión [4] de
El tercer documento es el informe del arzobispo de
La fundación se hizo efectiva recién en 1716, en tiempos del arzobispo de
En Cochabamba surgieron vocaciones a
Su hermano menor, Juan Manuel Iraizós, nació el 26 de diciembre de 1730. Entró a
El tercer jesuita cochabambino que trabajó en Mojos fue el padre Miguel de Irigoyen, quien nació el 6 de abril de 1721. Entró a
Cayó repentinamente como un rayo a noticia del decreto de expulsión de los jesuitas de España y sus dominios, por orden de Carlos III. El gobernador de Buenos Aires, Francisco de Paula Bucareli recibió los despachos de Madrid el 7 de junio de 1767. Estaba encargado de la ejecución del decreto en las casas de la provincia del Paraguay, con excepción de la de Tarija y las misiones de Chiquitos, confiadas al presidente de la audiencia de Charcas. Recibió, además, la comisión de hacer llegar el decreto al virrey del Perú, al presidente de la audiencia de Charcas y al gobernador de Chile. El teniente José Antonio de Merlo llegó Chuquisaca con los despachos de Bucareli el 17 de julio de 1767, y al día siguiente continuó viaje a Lima.
En el archivo de la provincia Tarraconense de
A las 4 de la mañana del 30 de agosto, Herboso, acompañada de los miembros del cabildo y de algunos soldados, tocó la campanilla del colegio San Luis Gonzaga. Al portero le dijo que llamara inmediatamente al padre rector. Entró al colegio acompañado de Luis de Paniagua, alcalde ordinario de primer voto, Luis Montaño, alcalde ordinario de segundo voto, que pararon de conjueces, José Duarte, alguacil mayor, y Manuel Paniagua, regidor, que pararon de testigos.
Estuvieron también presentes Lucas Santa Cruz, escribano, y cuatro soldados. Herboso y sus acompañantes fueron recibidos en el cuarto del padre rector, Antonio García. El gobernador, “con algunas lágrimas en sus ojos, lo saludó muy urbanamente”. A petición suya ordenó el padre rector al portero que convoque a su cuarto a todos los miembros de la comunidad. El hermano despertador fue pasando por los diferentes aposentos, comunicando la orden de padre rector.
Los miembros de la comunidad de Cochabamba eran los padres Francisco Javier
Por orden de Herboso, el escribano Lucas Santa Cruz leyó el decreto de expulsión. Terminada la lectura, el padre rector y los demás jesuitas se pusieron de pie, en actitud de acatamiento. Pidió luego el señor Herboso al padre García que le entregue los libros de cuentas del colegio y de las haciendas, y las llaves de archivos, bibliotecas, aposentos, cajas “o de cualquiera otra cosa que estuviese cerrada con llave”. Por orden del gobernador, padres y hermanos quedaron recluidos de dos en dos. Pidió el padre rector que se permitiera a los padres decir misa en la iglesia, a puerta cerrada, por ser domingo, y festividad de santa Rosa de Lima, patrona del Perú.
Dice al autor anónimo: “Respondió el gobernador que con harto dolor suyo no podía condescender con la súplica porque aquello había de ser causa de que se consternase más el pueblo, y que para cumplir con el precepto de la misa se podía decir una en la aula de la gramática, pues en ella había altar, y nos servía a veces de capilla interior. Abrazose el medio, dijo misa el padre rector y comulgaron en ella algunos sujetos. Acabada la misa fueron todos al aposento rectoral, en cuya puerta estaban esperando dos esperando dos esclavos de la señora condesa de Tarma, mujer del gobernador, con prevención de chocolate y de mate, para que los padres y jueces tomasen lo que más les agradase”.
Al amanecer del 31 de agosto la esposa del gobernador les mandó nuevamente chocolate y mate. El capitán Antonio Zorrilla fue el encargado de organizar el viaje a Oruro. A las 8 Zorrilla despachó las mulas que conducían el carruaje de camas, petacas y alimentos. A las 11,30 de la mañana partieron en mulas los padres Hervias, Bossa, Casafranca y Muñoz, y los hermanos Pajares y Bravo.
Dice al autor anónimo: “Luego que se abrió la puerta por donde abrían de salir, se oyó un grande, extraordinario y lastimero alarido del casi inmenso pueblo que estaba esperando para darles a sus amados jesuitas el último vale [6]. Este numeroso pueblo se componía de gente ordinaria y de mediana esfera. La de distinción, que no es poca en Cochabamba, no tuvo corazón para ver tan doloroso espectáculo, pero en sus casas desahogaban o mitigaban la pena con continuas lágrimas y sollozos, de tal manera que personas fidedignas aseguraron era tal el llanto en más de las casas de la villa, que parecía haber en cada una muerto el padre de la familia”.
El viaje a Oruro se llevó a cabo con lentitud. Zorrilla, los soldados y los mozos se portaron muy bien con los jesuitas. El cura de Colcha resultó ser hijo de Martinez de Tineo, presidente de la audiencia de Charcas. Los atendió con esmero. En otros dos sitios, no especificados por el relator, los jesuitas fueron bien atendidos por los agustinos, por orden del prior del convento de San Agustín, padre Casimiro Montaño. El 5 de septiembre llegaron a Oruro, donde se encontraron con los jesuitas provenientes de las otras casas.
Se habían quedado en Cochabamba, alojados en el convento de San Agustín [7] los padres García y
“De la sacristía se pasó a la iglesia. Esta es de tres naves, y toda ella de bóveda de piedra, muy clara y bien grande, pero tiene el defecto de ser muy húmeda, y también fue preciso cubrir con teja todas las bóvedas porque la cal del país no tiene mucha fortaleza. Se había estrenado el año de 1756. El altar mayor tiene un hermoso retablo de cedro, bien labrado, cuyo costo que fue de muy cerca de cuatro mil pesos fuertes, dio de limosna el muy ilustrísimo señor don Fernando Pérez Oblitas, obispo que fue de Santa Cruz de
Pasa luego el narrador, que yo sospecho que es el padre García, a referirse al inventario de la biblioteca, que llama “librería”, y de los cuartos de los padres. En la biblioteca había 400 libros, entre grandes y pequeños. En los aposentos había mesas, sillas, catres, unos pocos libros y algunas estampas. Nos cuenta el narrador que “tenía el colegio cuatro granjas, una en paraje frío, en donde se criaba el ganado menor y había cinco mil cabezas por todas. Las otras tres están en valles templados, y anualmente se sembraban en ellas trigo y maíz”. Todo lo que se encontró en la procura de las misiones de Mojos: cera, lienzos de algodón, manteles, servilletas, toallas, cuchillos, medallas, abalorios “y otras menudencias en unos cajones que poco tiempo antes habían llegado de Lima y de Oruro para que se despachasen a sus respectivos pueblos en la primera ocasión” se vendieron en público remate.
Pasa luego el narrador a exponer las actividades que llevaban a cabo los jesuitas en el momento del arresto: “Enseñaban gramática y eran muchos los que concurrían a la aula, por ser la única en que se enseñaba gratis. Había escuela para enseñar a leer, escribir y la doctrina cristiana a los niños. Todos los domingos del año y los días algo festivos había en nuestra iglesia muchas confesiones y comuniones. Los días de las fiestas principales de Nuestro Señor y Nuestra Señora y de algunos jubileos no se podía dar abasto a las confesiones, y se suplicaba a dos buenos clérigos, amantes de nuestra Compañía, viniesen a ayudar. Todos los viernes del año se hacía la escuela de Cristo y los viernes primeros de mes se cantaba misa con más solemnidad, y se hacían algunos ejercicios para promover la devoción al Sagrado Corazón de Jesús, para cuyo mayor culto se meditaba fundar una congregación.
Casi todos los domingos rezaba y explicaba un padre la doctrina cristiana en lengua índica [8], luego que se consumía la misa que todo el año se decía indispensablemente a las seis de la mañana. En las cuaresmas había sermones morales dos veces a la semana, sermón de pasión el Jueves Santa, sermón de pasión el Jueves Santo, y el Viernes Santo se hacían las tres horas. Cada año se daban los ejercicios d nuestro padre san Ignacio a las mujeres. Algunos hombres los tenían dentro del colegio cuando había aposentos desocupados, y ya estaba destinado el lugar en que se habían de fabricar aposentos para que por la cuaresma los tuviesen los muchos que lo deseaban.
Cada año se hacía misión en lengua española en nuestra iglesia, precediendo al sermón la explicación de la doctrina cristiana. A todas estas funciones y ministerios era muy numeroso el concurso que asistía. La víspera de las cinco principales fiestas de Nuestra Señora y la de nuestro padre iba la comunidad a la cárcel a dar de comer a los presos, y fuera de esto daba el colegio en la portería a algunos pobres y vergonzantes 150 pesos al año, poco más o menos, y ya se pensaba en ir aumentando las limosnas. Casi todas las semanas iba un padre con su compañero [9] a explicar la doctrina a los presos y ver si algunos querían confesarse. En el hospital de San Juan de Dios [10] (único en aquella villa) admitían pocos enfermos por su pobreza, por lo cual sólo se iba a él algunas semanas. Siempre, y a cualquier hora del día y de la noche, que llamaban a confesiones de moribundos se iba con toda prontitud, y había veces que a un mismo tiempo estaban empleados en este ministerio dos o tres sujetos, porque todos, y especialmente los pobres desvalidos recurrían con toda confianza a nuestro colegio.
Todos los años salían dos padres a hacer misiones en lengua índica por espacio de un mes en cinco pueblos, no muy distantes de la villa. A esto estaba obligado el colegio por haber aceptado con esta pensión, entre varias otras, una de las cuatro granjas que poseía. Iban también dos padres cada dos años a hacer misión en lengua española en los pueblos de Tarata y Punata, pertenecientes al obispado de Santa Cruz, pero pocas leguas distantes de Cochabamba, en los cuales, y en el valle en que están fundados, que se llama de Cliza, abundantísimo de granos, hay muy crecido vecindario que deseaba con ansia esta misión, la cual se hacía primeramente por el bien espiritual de aquellas almas, y secundariamente, por haberlo insinuado el ilustrísimo señor don Juan Cabero [11], quien siendo obispo de la mencionada ciudad dio de limosna doce mil pesos fuertes para ayuda de fabricar la iglesia de nuestro colegio de Cochabamba.
Por el constante ejercicio y práctica de estos ministerios eran los jesuitas en aquella villa muy estimados, bien que no faltaban, como en todas partes, algunos enemigos, ya encubiertos, ya declarados. Uno de ellos, el día en que emprendieron los padres el viaje para Oruro, al verlos pasar por una de las calles dijo: ‘Allá van los jesuitas a poner pleito al rey’. Otro dijo: ‘Allá van los suitas, que en lengua índica significa ladroncillos’ “
Se refiere luego el narrador al arzobispo de Chuquisaca, Pedro Miguel de Argandoña, que como ya vimos, se encontraba en Cochabamba en visita pastoral. Dice el narrador: “Todo el día lo pasaba suspirando, y cuando lograba hablar a solas con personas de quienes sabía se podía fiar, desahogaba su pecho prorrumpiendo en expresiones dignas de nuestro agradecimiento”. Dice el narrador que el arzobispo “fue tres veces al convento de San Agustín a visitar al P. Antonio García, y la última de ellas, que fue en vísperas de dar la vuelta a Chuquisaca, lo estrechó fuertemente entre sus brazos, no enjutos los ojos”.
El colegio y la iglesia pasaron al estado en 1767. Todo el manzano pasó a manos del estado. Donde estuvo antes la huerta, en la avenida Ayacucho, el estado construyó unas casas en las que funcionaban las cajas reales, en el actual correo. Los terrenos adyacentes a la iglesia, en la calle General Achá, se vendieron a particulares en pública subasta.
El colegio, convertido en cuartel, fue conocido como “cuartel de
Durante los años en que la iglesia estuvo cerrada (1767-1827) desaparecieron el retablo y muchos cuadros e imágenes- El templo volvió a abrirse al culto en 1827, año en que pasó a ser iglesia parroquial de la que es conocida hasta hoy como parroquia de
En la década de 1940, en la calle Colombia, frente al comienzo del pasaje San Rafael, que se conocía entonces indistintamente con los nombres de “supay calle”, en quechua y “calle del diablo” en castellano, un herrero forjador de rejas para ventanas y balaustradas de balcones, poseía un cuadro que representaba a
A petición del obispo Monseñor Tarsicio Senner, O.F.M. (1951-1953) los jesuitas se hicieron cargo de la parroquia de
[1] J. Baptista, S.J. “Los misioneros jesuitas de Mojos”, Yachay, Cochabamba, 21, 1995, pp. 69-90.
[2] Hospicio. Casa religiosa vinculada directamente con la labor misionera, de retiro y descanso de los misioneros, y de procura y economato.
[3] Ladino: hábil en el uso de la lengua castellana.
[4] Religión: Orden religiosa.
[5] J. Baptista. “Los misioneros de Mokos, Yachay, Cochabamba, 21, 1995, pp. 87..
[6] Vale. Adiós.
[7] Hoy prefectura del departamento de Cochabamba.
[8] Quechua
[9] Un hermano.
[10] Actual parroquia de San Juan de Dios.
[11] Juan Cabeo y Toledo. Fijó su residencia en Tarata.
[12] Apuntes de Adolfo de Morales
No hay comentarios:
Publicar un comentario