A lo largo de la historia de la Iglesia vemos fundamentalmente los modelos de acción transmisora del cristianismo: un modelo que podemos llamar "singular" y un modelo que podemos llamar "dual". Estos dos modelos de acción corresponden a dos conceptos de Iglesia, a dos modelos de Iglesia, pero no están separados, y no se pueden situar necesariamente en períodos distintos de la historia. Coexisten en el tiempo y en el espacio y actúan muchas veces juntos. Incluso en una misma persona pueden darse rasgos que corresponden a ambos modelos.
El modelo de "acción singular" corresponde a una visión de Iglesia institucionalizada, que tiene el poder, y, por lo tanto, la iniciativa de la acción transmisora del cristianismo. Actúa siempre desde arriba. No baja al llano. En este modelo, en algunos casos puede haber respeto por parte del mensajero a la acción del Espíritu en sí mismo, pero no hay nunca actitud de respeto por parte del mensajero a la acción del Espíritu en el receptor del mensaje. En este modelo puede suceder también que se actúe por propia voluntad humana, sin ningún respeto a la ación del Espíritu. Al decir "acción singular" quiero decir que el agente "impone" su religión a su oyente, que en realidad no se puede llamar interlocutor.
El modelo de "acción dual" corresponde a una visión de Iglesia a la escucha de la voz del Espíritu. En este caso, se trata de una actitud de respeto a la acción del Espíritu en el mensajero y en el receptor del mensaje. Y supone, por lo tanto, una actitud de respeto del mensajero al receptor del mensaje, y una actitud de respeto del receptor del mensaje al mensajero. Y en el fondo, de algún modo, cada uno es a la vez mensajero y receptor del mensaje.
MODELO DE IGLESIA INSTITUCIONAL
En este modelo de Iglesia, que comienza con Constantino, el sujeto transmisor del cristianismo se ve a sí mismo como "un enviado de Dios", que detenta la verdad, y que debe comunicarla por todos los medios posibles a los demás, que, por definición, viven en el error. En este modelo de acción transmisora del cristianismo, podemos distinguir tres canales: el de la "inmigración", el de la "imposición" y el de la "evangelización".
El inmigrante, según el nivel de respuesta personal que dé a la acción del Espíritu, transmitirá a sus hijos un cristianismo de auténticas y profundas raíces evangélicas, o por el contrario, un cristianismo sociológico, puramente exterior, producto de una Iglesia fusionada con el Estado. Amarrados al canal de la inmigración, además de los individuos que se encuentran en una gama muy variada de escucha de la voz del Espíritu, llegan el canal de imposición y el canal de la evangelización. La Iglesia institucionalizada está revestida de una cultura dominante. Está estructurada, otganizada, en actitud de alerta para recibir las consignas del poder central, tanto del civil como del eclesiástico.
Por el canal de inmigración llegan las instituciones civiles y eclesiásticas. Estas últimas seguirán el modelo de la Iglesia de origen y se implantarán en el país, que recibirá el nombre de "tierra de misión" Iglesias y conventos, jerarquía, circunscripciones eclesiásticas, clero diocesano, cabildos catedralicios, parroquias, clero religioso, cofradías, colegios, hospitales, etyc., surgirán según el modelo de la iglesia de origen, que recibirá el nombre de "misionera"
El canal de imposición surge fundamentalmente de la intromisión del poder civil en la transmisión del cristianismo. Siguiendo las huellas de Constantino, Carlomagno impulsa la difusión del cristianismo como medio para lograr la unidad religiosa en el imperio. El cristianismo se halla indisolublemente ligado a la expansión conquistadora. En esa avalancha que se expande por muchos teritorios, van al unísono la imposición de la lengua, de las costumbres, de las leyes y de la religión. El cristianismo, católico y no católico, llega al continente americano desde España, Portugal, Francia, Inglaterra y Holanda mediante la fusión estrecha de los canales de inmigración y de imposición. El canal de evangelización llega en el mismo barco. El indígena, sumergido en esa avalancha, o muere o sobrevive agarrándose de la balsa que es la institución de cristiandad.
MODELO DE LA IGLESIA A LA ESCUCHA DEL ESPIRITU
El modelo de acción dual corresponde a este modelo de Iglesia. En este modelo se cuenta siempre, explícitamente, voluntariamente, con el Espíritu Santo. Este modelo está tomado de los Hechos de los Apóstoles. Se trata de Felipe y el etíope, de Simón Pedro y Cornelio, de Ananías y Saulo, y por eso se llama modelo de "acción dual" Cada uno de los personajes está atento a la voz del Espíritu. Esta actitud de escucha hará que puedan desprenderse de sus prejuicios, de sus resentimientos, de sus odios, de sus ideas preconcebidas, de sus estereotipos. El encuentro de personas atentas a la voz del Espíritu permite que no se fijen en todo lo que las separa. Por el encuentro de dos personas abiertas a la acción del Espíritu, se produce el encuentro de dos culturas diferentes y contrapuestas.
La acción dual consiste en la actitud de escucha de ambos interlocutores, que son interlocutores porque primero hablan con Dios. Del respeto a Dios surge el respeto al otro. Hay humildad en Felipe que se acerca al gentil etíope. Hay humildad en el etíope, hombre de carro, que está dispuesto a oir la voz de un hombre de a pie. Hay humildad en Simón Pedro que, tragándose saliva, cruza el umbral de la casa del centurión, que, además de ser pagano, es invasor de su pueblo. Hay humildad en Cornelio, hombre del norte, que se arrodilla ante el hombre del sur. Hay humildad en Ananías que se acerca al perseguidor de los seguidores de Jesús de Nazaret. Hay humildad en Saulo, que antes escogió por sí mismo a su maestro, el sabio escriba Gamaliel, para escuchar la voz de un hmbre inculto.
En el modelo de Iglesia institucionalizada es muy frecuente la autosuficiencia, el complejo de superioridad, la actitud prepotente y autoritaria, incluso en el canal de evangelización. En el modelo de la atención a la voz del Espíritu , no hay superiores ni inferiores. Todos son al mismo tiempo maestros y dicípulos, y sobre todo, servidores. En este modelo el canal de evangelización parece que se desprendiera de los otros dos canales. El evangelizador, el misionero, está consciente de que ha recibido su misión, no del rey ni de su patria, sino del Espíritu Santo. Escuchando la voz del Espíritu, transmite el mensaje del Evangelio.
En el canal de evangelización, abierto a la voz del Espírito, aparecen el respeto a las personas y a algo fundamental en el ser humano: las lenguas. Los misioneros se van dedicar a estudiar los idiomas indúgenas. Fray Pedro de Gante, convertido en discípulo de los aztecas, asumirá el modo de expresión gráfica de los aztecas, utilizando los jerogíficos, intento que seá ahogado por el canal de uniformización procedente del centro cultural hispánico. Los intentos de Motolinía por
iconocer las culturas prehispánica, serán frenados tanto por las autoridades civiles como por
por las autoridades eclesiásticas. El P. José de Acosta trata de entender al indígena y estudia su historia y sus costumbres.
En este modelo, mensaje, mensajero y receptor del mensaje, logran una armonía procedente del amor. De ahí surge el verdadero sentido de la inculturación. Si falta amor, como dice san Pablo, todo lo demás es campana que resuena. Toda habilidad, conocimiento de la historia, de las culturas, de la religiosidad popular, de las lenguas, adaptación, no pueden ser considerados evangélicos sin el amor, que logra el abrazo de los hombres de las culturas más diferentes en absoluto plano de igualdad. Puede faltar algún elemento en la inculturación exterior pero nunca el amor.
Este modelo dual, de escucha de la voz del Espíritu, permite también que la jerarquía escuche la voz del pueblo. Cuando surge un conflicto en Jerusalén, en la comunidad de cristianos de lengua griega, los apóstoles escuchan a los delegados de las bases. Y teniendo confianza en ellos, les dicen que escojan a los varones que, según ellos, reúnen las condiciones requeridas para servir a la comunidad. Y Pablo deja en libertad a Timoteo parq que escoja a los que van a presidir en la cardad a los hermanos.
En este modelo, la iniciativa de la labor evangelizadora puede partir de cualquier miembro de la Iglesia, sacerdote, religioso o laico. Enviado primero por el Espíritu, el mensajero es enviado después por la Iglesia. En el modelo singular, el súbdito es el ejecutor de la idea surgida de la mente del superior eclesiástico, quien es el que lo envía. En realidad, ese tipo de enviado se convierte en las manos de otra cabeza y no de la suya propia. En el modelo dual el servidor de la comunidad, respetando la acción del Espíritu en su compañero de labor evangelizadora, le da el envío de la Iglesia. Y así Bernabé y Pablo son enviados por la Iglesia que está en Jerusalén.
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